Poema 500: Quinientos poemas

Quinientos poemas

¿A un día de verano compararte?

William Shakespeare

Siete años y medio de poemas,

mil quinientas fotografías, algunas ya perdidas,

la pandemia en la mediana del tiempo.

Un puñado de lectores

–amplificado puntualmente–

apenas repercusión en mi vida diaria.

Un proyecto que era un juego

del que me siento muy satisfecho,

forma libre de expresión, huella futura.

Una forma de narrar el mundo, mi mundo,

los mundos a los que accedo,

una forma de mirar todo lo que me rodea.

Fructíferos momentos, estados de ánimo,

deporte, lecturas, ideas,

la clasificación temática pendiente de hacer.

Un espejo más, un reflejo, emociones,

instantes de mucho placer lector, escritor,

fórmula mágica del equilibrio cotidiano.

Periodos de sequía y otros de aventura continua,

la nada de cada día y el todo de un amanecer,

cielos, amistad, arte, la cúpula de gran belleza.

Hay una sombra de otros poetas,

de estados de ánimo y de conversaciones profundas,

madurez del pensamiento aún joven.

Quinientos poemas es un hito festejable

en medio de un mundo convulso,

una luz en mi ánimo, una sonrisa.

Poema 481: El cielo parece presto a la nieve

El cielo parece presto a la nieve

El cielo ralo parece presto a la nieve–,

escribí esta mañana cuando abrí la ventana del salón,

Jirones azules desaparecen–, continué.

Finalmente llovió

y el día se tornó plomizo y un tanto anodino hasta ahora

pero tuvo detalles: orden, limpieza, un repaso a libros sin leer,

la interpretación del poema de Safo que tanto me está gustando

en la voz de Cristina Rosenvinge.

Siempre hay algo que distingue cada día,

una intensidad, un abrazo, un encuentro, una conversación,

un poema que lees y no absorbes.

Recibí una revista de matemáticas

y volví a escuchar El Poema de la Pasión.

Fui barriendo casi todas las cosas que tenía pendientes:

se termina el año y se hacen balances y revisiones,

las luces y el autoconocimiento, las sombras y la edad.

Alguien me reparó un aviso de avería del coche,

alguien me transmitió un abrazo para mi madre,

se me llenó la cabeza de imágenes de las calles desiertas

hará pronto cuatro años, durante el confinamiento.

Trabajé durante una hora, llegaron buenas noticias,

hice una compra afortunada y no pude lavar el coche por la lluvia.

Volví a pensar en lo que significa para mí la poesía:

llegar con minimalismo a la esencia de las cosas,

o de las personas, o de las situaciones, o de aquello que imagino.

Concentrarme plenamente y profundizar,

atravesar capas de forma rauda o demorarme en espirales

llenas de metáforas sutiles u oscuras.

Acabará con teatro aficionado, el lujo de la cultura y el esfuerzo,

en un día en el que el cielo parecía presto a la nieve

pero solo llovió.

Poema 430: Penuria poética

Penuria poética

Por alguna razón que no comprendo

estoy enganchado a un libro

que no me convence ni eleva,

poemas de los que no extraigo

si no la levedad lectora vertiginosa,

algunos giros sorpresivos indignos,

la elongación triste de mi rostro en el espejo.

Lo combino con otro extravagante,

casi pornográfico,

en el que se adivina prostitución pasada,

la lujuria en su esplendor juvenil

una y otra vez, como un martillo que repica,

inagotable,

que recuerda las manchas de la edad en las manos,

el fin próximo de los días amorosos.

Melancolía de los textos jugosos,

abiertos, expansivos,

esos que producen luz e impulsan, impúdicos

la velocidad escritora y la lentitud lectora.

Bajo esta cúpula marciana llena de presagios,

de temperaturas ascendentes,

de ausencia de lluvia, de una guerra que no cesa,

contemplo los párpados caídos de un verso

que no remonta,

desahogos poéticos personales

alejados de la belleza, de la sorpresa aprendiz

de quien moldea, hiende, altera o distorsiona.

Me sorprendo a mí mismo en mi disgusto,

sin poder cambiar el aura lectora,

alejado del optimismo levitante propio,

de esa búsqueda incesante del lado hermoso.

Poema 426: La vida cotidiana en la urbe

La vida cotidiana en la urbe

Desgasto una tras otra mis lentillas,

–de las camisas que versaba José Agustín, ni hablamos–,

me vuelven a picar los ojos por la cupresáceas

y he comprado un periódico en papel.

Hay infinitas posibilidades electivas

aunque parezca que no puedo salirme del carril,

después están los choques con ideas ajenas,

el límite de la corrección política que apenas traspaso.

La fluidez mental viene de los textos,

bien o mal elegidos, elongados, investigados:

palabras, conceptos angulosos usados a vuelapluma,

acotaciones sistemáticas, flujo de ideas.

Cuando pongo un parche al radiador que se desangra

se funde el foco derecho de mi coche,

o se termina la leche de los niños en la despensa;

hay pocos momentos de calma para la poesía.

Escucho unos podcasts, irrelevantes por eruditos,

llenos de notas y de un trabajo ingente,

lanzados a las ondas para unos miles de personas,

cada una con sus intereses y sus neuras.

Boca a boca, bicicletas municipales naranjas,

un lanzamiento ecológico desesperado

en la búsqueda de una masa crítica de usuarios,

la modernidad es el transporte a pedales.

Leer el periódico dominical sentado al sol en un banco,

o ensayar una charla de achaques con un amigo

son los mayores placeres bajo el sol de febrero,

mientras esperamos atisbos de la primavera.

Poema 420: Balance y final

Balance y final

Y la guerra es un bulbo,

exportable, lozano, un oscuro tubérculo

que arraiga en cualquier lodo.

                                    Aurora Luque en “Un número finito de veranos

Empezó el año con el mar

y unas temperaturas nunca esperadas.

Después fue El Viaje,

prepararlo, rememorar veinticinco años atrás,

planos, lugares, el Danubio.

Aún no había viaje, pero ya estaba viajando.

Entre tanto hubo música, conciertos, variaciones,

un pianista arrebatado,

una visita importante que se plasmó en el poema

sobre los pájaros que huyen del lúpulo.

Corrimos entre los pinos y la amistad una vez más.

Los castillos del Loira nos invitaron a soltar mascarillas,

a enmudecer ante el lujo y la magnificencia.

Despertaba la primavera y con ella la guerra,

el horror tan cerca, la incongruencia,

el beneficio de pocos y el desastre de todos.

En mayo descubrí los Zumacales, la magia

de un enterramiento prehistórico, el lugar sagrado,

la naturaleza en el valle de las Batuecas,

los pequeños eremitorios diseminados por la montaña.

Toda la naturaleza se llenó de amapolas y calor;

leí Como guardar ceniza en el pecho,

un festín literario lleno de feminismo y resistencia.

El Rey León en el que actuaba mi hija

creció lleno de baile y color.

Safo en Mérida entre el calor asfixiante

me llegó como un relato lleno de deseo y amor.

Hubo lesiones, fiebre, permanencia,

y sin pausa aparecieron las bicicletas rojas y amarillas,

la consciencia del viaje multitudinario,

días felices en los que todo salía mejor de lo planeado.

Permanecí en agosto mirando cielos, ruinas romanas,

ríos en los que apagar el calor inconmensurable,

un teatro y otra vez el mar nudista entre brezos violetas.

Hubo muertes mediáticas y cambios en el paisaje,

de nuevo la Amistad del corredor poema atemporal,

conversaciones sobre futuros inciertos, música india,

una campana y llegó, luctuosa, La herida matemática.

Noviembre fue un mes de belleza extrema en el Otoño Mágico,

lleno de acontecimientos, de ruido político, de poesía vital y setas.

Se termina el año con arte, con cielos, con fútbol,

lecturas, documentales que son una maravilla de hitos culturales.

Todo se sostiene por hilos invisibles, emoción poética,

formas que son miradas por ojos enfocados y atentos,

las sorpresas de cada día y la esperanza optimista

de fuerza incalculable, inmerecida y deslumbrante.

Poema 419: Hilo Cultural

Hilo cultural

Suspendido en el aire el edificio social

asimila el futuro arquitectónico,

luz en el cielo torvo, nubes amenazantes.

La espita del hilo que abre la mente

llegó desde un cartel en una red social,

el boca-oreja moderno,

el documental erudito, elegante y culto,

un redescubrimiento: María Lejárraga.

El terrible atraso de la dictadura en lo social,

cultural, científico, igualitario.

La sensibilidad se propaga en los días húmedos.

Cada nombre genera un mundo de posibilidades

trabajo ingente de alto nivel amplificado por la televisión.

Otra voz mediatiza lecturas, escuchas, visionados,

somos el producto final de muchas historias.

¿Con quién puedes hablar sobre un poema?

Inesperadamente recuerdo la película lacrimógena

sobre la vida de El Poeta.

Unas palabras de un hispanista llevan al abuelo

de otro insigne poeta: la familia, el instante de partida.

El hilo se retuerce y se expande,

llega a la pila de libros que atesoro sin leer.

Ahí me estimula y a un tiempo me angustia.

Casi deseo otro confinamiento.

La nube de conocimiento y de placer

ha derramado unas gotas fertilizantes

que me apresuro a recoger, recrear, transformar

en el cuenco prolífico de mi memoria.

Poema 417: El arte

El arte

El arte está más allá de los sentimientos.

A veces son un motor de inspiración.

Otras veces el desencadenante es la inconsciencia,

la temeridad sin freno ni censura.

El miedo es una sentencia cierta.

Los días grises permanecen como una condena mental.

Duelen y atenazan.

Te encadenan a rutinas inesquivables.

La inteligencia puede convertir la nube en dragón,

el respirar aún, en una micro oportunidad única.

Hormigas en las calles siguen a sus teléfonos móviles,

hipnotizadas por la luz.

Por las noticias insignificantes amplificadas.

Cualquier movimiento más allá de la rutina es arte.

Produce placer.

Te eleva un instante cual trampantojo de hermosura.

Somos conscientes del camino de luz.

Y por él transitamos sin esperanza.

La sabiduría consiste en saber que la oportunidad llega.

En soportar el trabajo duro de cada día.

Aparecerá la risa o el encuadre inesperado,

esa luz en el cielo más compleja que toda creación humana.

Una historia que supera a la tuya en tristeza.

O la emoción de un verso en medio de las tinieblas.

Poema 411: La vida es poesía

La vida es poesía

Los hechos son menos relevantes que las consecuencias.

Sin los frenos de la experiencia

llega el desastre,

la vida comunicada por grafos invisibles

amplifica o desconcierta:

no vivo en un cenobio como desearía a veces.

Y sin embargo

la vida es poesía.

El rostro sonriente entre la multitud de vehículos

en el atasco,

un verso suelto en medio de la crispación

tensa mis músculos faciales

perturba la rigidez de mis pensamientos

reinicia la búsqueda positiva de vías de escape.

La desinhibición alegre es irracional:

durante generaciones he debido concentrarme

en la subsistencia;

ahora soy un iluminado en reposo,

todas mis artes detenidas,

llega hasta mí el maleficio evangélico

de quien no aprovecha sus talentos.

Cada día terminan por filtrarse en las filas racionales

los mensajes pesimistas del fin del mundo,

el cuanto peor mejor,

la rigidez estricta del análisis lingüístico.

Y otra vez sin embargo

la vida es poesía.

Poema 379: Destellos

Destellos

Destellos de felicidad, verdor, despreocupación,

de una vida intensa en la naturaleza,

pura ficción:

estás en un relato impresionista

en el que tú construyes con tu conciencia la historia,

limas y descartas, minimizas el mal tiempo

o las carencias y el aburrimiento.

También el dolor.

Sobrevaloras la soledad, pagado de ti mismo,

lleno de una salud que no durará mucho.

Sin embargo esos destellos tienen consecuencias,

han sembrado dudas teóricas y duendes silenciosos

hacen un trabajo constante de zapa ante la fealdad,

la prisa, las prescindibles acciones de cada día.

Vano caudal de luces y canto de pájaros,

asombro ante la belleza de la jara en flor,

fotografías de un intenso verdor primaveral,

un baño en aguas frías, puras, cristalinas,

diluidas por el tiempo voraz y veloz,

ese que vas a gastar rodeado de ruido,

de una nube tóxica invisible cuando estás en ella.

La conciencia tapa y adormece, ensalza y eleva

las necesarias acciones para la supervivencia

en un medio social hostil con apariencia protectora.

Solo los destellos del arte, de la poesía, de la música,

te mantienen erguido y con cierta esperanza futura.

Poema 291: Premio Nobel

Premio Nobel

Prefiero el texto a la biografía,

un abrazo de un cuerpo desnudo a una imagen,

puede que los atardeceres, pero por pura costumbre,

al amanecer hace más frío

pero en las escasas ocasiones en que subo a la montaña,

el olor de la naturaleza al despertar,

el rocío y el aire renovado en el rostro

me acercan a los infrecuentes amaneceres de mi infancia

cuando iba a recolectar caracoles con mi padre.

Prefiero la versión original del poema

o el poema traducido por un poeta que lo hace suyo,

Trasntrömer no era él, era Mascaró evidentemente,

ahora no se quién será Louise Glück.

He escuchado una semblanza vital, académica

bajo la que se podían adivinar algunos versos,

una atmósfera de un saxo bajo

una rapsoda nada afectada, sencilla,

el elogio semipolítico de una escritora admirada

capaz de transmitir su emoción durante un viaje en coche.

Llega el ansia, en medio de tanta lectura: Vallejo, Reverte, Larkin,

de repente esta autora me distraerá

de la horrible traducción de Emily Dickinson,

de la sonoridad retórica de Lostalé.

Anhelo volver a la montaña en este puente del calendario,

sentir el frío amanecer, la luz elevándose reflejada

en el lejano pantano de Gabriel y Galán,

los colores ya amarillentos de la masa arbórea,

el placer que debió sentir cada pastor

al ascender con sus animales por la ladera

cada día de su vida, igual al anterior y tan diferente.

La poesía me renueva cada día, me proporciona el tono vital,

el deseo y la rutina, el rictus o la risa

musa indiferente, atenta a sus propios dolores intrínsecos,

un verso me redime y alienta o me despoja

de toda la protección acumulada durante décadas

cual tesoro adquirido para poder sobrevivir.

Y de repente ahí está la explosión mental,

la asociación de ideas que te conmueve y perturba,

que crea en ti un estado emocional parecido al nirvana

una luz suave y filtrada, pátina relativizadora,

alegría sutil de fondo, como una droga de bienestar

un encendido navideño de todos tus sentidos,

carnalidad y humanismo, la luz dorada de la poética.