Poema 430: Penuria poética

Penuria poética

Por alguna razón que no comprendo

estoy enganchado a un libro

que no me convence ni eleva,

poemas de los que no extraigo

si no la levedad lectora vertiginosa,

algunos giros sorpresivos indignos,

la elongación triste de mi rostro en el espejo.

Lo combino con otro extravagante,

casi pornográfico,

en el que se adivina prostitución pasada,

la lujuria en su esplendor juvenil

una y otra vez, como un martillo que repica,

inagotable,

que recuerda las manchas de la edad en las manos,

el fin próximo de los días amorosos.

Melancolía de los textos jugosos,

abiertos, expansivos,

esos que producen luz e impulsan, impúdicos

la velocidad escritora y la lentitud lectora.

Bajo esta cúpula marciana llena de presagios,

de temperaturas ascendentes,

de ausencia de lluvia, de una guerra que no cesa,

contemplo los párpados caídos de un verso

que no remonta,

desahogos poéticos personales

alejados de la belleza, de la sorpresa aprendiz

de quien moldea, hiende, altera o distorsiona.

Me sorprendo a mí mismo en mi disgusto,

sin poder cambiar el aura lectora,

alejado del optimismo levitante propio,

de esa búsqueda incesante del lado hermoso.

Poema 420: Balance y final

Balance y final

Y la guerra es un bulbo,

exportable, lozano, un oscuro tubérculo

que arraiga en cualquier lodo.

                                    Aurora Luque en “Un número finito de veranos

Empezó el año con el mar

y unas temperaturas nunca esperadas.

Después fue El Viaje,

prepararlo, rememorar veinticinco años atrás,

planos, lugares, el Danubio.

Aún no había viaje, pero ya estaba viajando.

Entre tanto hubo música, conciertos, variaciones,

un pianista arrebatado,

una visita importante que se plasmó en el poema

sobre los pájaros que huyen del lúpulo.

Corrimos entre los pinos y la amistad una vez más.

Los castillos del Loira nos invitaron a soltar mascarillas,

a enmudecer ante el lujo y la magnificencia.

Despertaba la primavera y con ella la guerra,

el horror tan cerca, la incongruencia,

el beneficio de pocos y el desastre de todos.

En mayo descubrí los Zumacales, la magia

de un enterramiento prehistórico, el lugar sagrado,

la naturaleza en el valle de las Batuecas,

los pequeños eremitorios diseminados por la montaña.

Toda la naturaleza se llenó de amapolas y calor;

leí Como guardar ceniza en el pecho,

un festín literario lleno de feminismo y resistencia.

El Rey León en el que actuaba mi hija

creció lleno de baile y color.

Safo en Mérida entre el calor asfixiante

me llegó como un relato lleno de deseo y amor.

Hubo lesiones, fiebre, permanencia,

y sin pausa aparecieron las bicicletas rojas y amarillas,

la consciencia del viaje multitudinario,

días felices en los que todo salía mejor de lo planeado.

Permanecí en agosto mirando cielos, ruinas romanas,

ríos en los que apagar el calor inconmensurable,

un teatro y otra vez el mar nudista entre brezos violetas.

Hubo muertes mediáticas y cambios en el paisaje,

de nuevo la Amistad del corredor poema atemporal,

conversaciones sobre futuros inciertos, música india,

una campana y llegó, luctuosa, La herida matemática.

Noviembre fue un mes de belleza extrema en el Otoño Mágico,

lleno de acontecimientos, de ruido político, de poesía vital y setas.

Se termina el año con arte, con cielos, con fútbol,

lecturas, documentales que son una maravilla de hitos culturales.

Todo se sostiene por hilos invisibles, emoción poética,

formas que son miradas por ojos enfocados y atentos,

las sorpresas de cada día y la esperanza optimista

de fuerza incalculable, inmerecida y deslumbrante.

Poema 350: Lectura

Lectura

Leo a una poeta truculenta,

magnífico el ambiente y los giros inesperados,

historias condensadas en un poema.

No hay felicidad en ella,

Se acerca siempre a un abismo que atisba,

nos lo muestra y antecede,

una sombra, una metáfora.

Me hace pensar, abre hilos e ideas

reafirma mi cariño por las personas amadas,

me muestra la cara oculta de cada risa

de cada instante feliz.

Puedo encontrar resonancias de otras lecturas,

narraciones bíblicas o mitológicas,

puedo imaginar su vida sentimental,

sus dudas, sus caídas,

evaluar el daño irreparable;

observo como amasa todo ello y lo convierte

en palabras, en ritmos, en elipsis.

La poeta tiene el oficio y la suficiencia

de muchas arrugas y mucha introspección;

me llama pidiéndome explicaciones

a tanta tranquilidad en medio de la incertidumbre,

a tanto optimismo en medio de la pandemia.

Poema 147: Algunos días

Algunos díasIMG_7731

Algunos días las cosas no salen bien

y llega la superstición,

los números (sean cuales sean)

se encadenan y ofrecen escenas dantescas

en la imaginación desmesurada

de quien conjura miedo y soledad

con juegos numéricos y alegorías.

 

Algunos días llega el dolor de cabeza,

el optimismo intangible se apaga,

todo se vuelve gris,

mas una vez superado, el mundo se abre

a la innovación, a la mirada poética;

se abren inopinadamente múltiples caminos,

vuelves a observar con devoción

el bidón encendido cuya llama rasga la niebla.

 

Algunos días el cansancio te abruma,

apenas puedes distinguir la solución correcta

en una maraña de datos,

la madurez te enlentece y derrota,

pero ya sabes que no tienes nada que perder:

sigues descubriendo e imaginando,

puedes escribir un poema cifrado

o imaginar la potencia de la luz en un viaje.

 

Algunos días callas, otros navegas aquí y allá

sin caminos ni guía,

hasta que un detalle te despierta,

el juego de la vida, con apariencia aleatoria,

estructuras y caminos, patrones y evolución,

la oculta matemática que todo preside.

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Poema 73: Fragmento automático

                                                                              Fragmento automático

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Inútil el pensamiento elaborado, la vaga sombra de recuerdos, la vida misma, el hecho aislado de un movimiento mecánico, la edad, el dolor envenenado de las articulaciones ante la ausencia de movimientos, vaga edad, vaga sensación, moroso permanecer, frente a la pujanza de la ausencia de vida, de tiempo vital, de energía, uno observa su don quijote más próximo y siente el vacío de un abismo físico o mental que terminará por llegar; permanecer a costa de lo que sea, aprovechar cada instante, vislumbrar emociones, la ilusión de cada día, de centrarte en las pequeñas alegrías, de valorar el beso de tu hijo al despedirse de ti en el colegio sin preguntarte (demasiado) ¿cuánto durará?, sombra libre de precauciones, sale el sol y ella se extiende, se encoge o se elonga, en virtud de la posición del astro, mecánica, vorágine de datos, pesimismo gubernamental, nadie afloja más allá de sus propias ideas egocéntricas o de su cálculo futuro a medio plazo en un espacio necesitado de optimismo, de posibilidades, de pequeños cambios y seguridades, una primavera política que no aparece, tantos palos, y tantos desengaños, y tanta búsqueda de la riqueza personal o del ensalzamiento de unos pocos, cambio de cromos, todo gris, sorprende cualquier atisbo de belleza, cualquier sensación de libertad o de soledad, el poder escribir a uña de caballo sin detenerte en consideraciones logísticas o de conveniencia o de quién leerá tus desatinos y tus desvaríos, una novela, un poema repetitivo cargados de fotos del cielo, de sensaciones optimistas las más de las veces, pero no siempre, festejo de la vida o lamento dulce del amor que aún perdura, colateral y diáfano, besos y caricias, y el desatarse del deseo en una umbría carnal, erótica, fuente de vida, fuente de estimulación mental, vorágine, permanencia, vitalidad sin cálculo, orden de tu universo, renovador, elegíaco, transversal; observo la triste condición de un limpiacristales, ropa enorme para su cuerpo, las circunstancias sobrevenidas, malas decisiones, suerte adversa, nadie está libre de esas circunstancias; el rictus de mi cara o la acidez de mi comentario en una tertulia improvisada junto al café con magdalena, pesimismo, la vida observada sin filtros, sin serotonina, una sucesión de acontecimientos o de maldades o de falta de inteligencia colectiva, y sin embargo la experiencia, las lecturas, el aguante físico y emocional del ser humano, dicen que estos estados colectivos e individuales amainan, que se suceden toboganes, que uno es susceptible de renacer a la esperanza y a la ilusión cuando parece más hundido, y que las botellas lanzadas al vacío, a veces son recibidas por alguien comprensivo; quizás eche a andar una novela o una historia en tu imaginación o te sientas orgulloso de un poema o seas capaz de resolver el problema que te ha surgido en una de tus clases, o te sientas bien acogido en el seno de cualquier colectivo; el desorden entonces se vuelve sosiego o desasosiego permanente, la voracidad del tiempo que antes parecía eterno alcanza un protagonismo mental que te excluye de pequeños placeres mundanos, el dorado de tu dedo convierte en maravillosa cualquier cosa que tocas, magia, lujuria de días en los que la fortuna te sonríe, en los que la mirada se vuelve penetrante y aprecias la estructura de cada objeto emergente en tu campo de visión, eres singular y al mismo tiempo participas de desórdenes colectivos, de estados de ánimo sociales, de proyectos, de menciones en una red social; búsqueda continua de tu poema, de tu lugar, de tus posibilidades reales; surge sin embargo de repente un agujero negro, torbellino en el que aparece la muerte, en el que te sumerges sin saber qué es lo que vas a encontrar, sin saber si saldrás de ahí, si seguirás viendo abril como un mes de apertura de flores y plantas de destape corporal, de vitamina solar o por el contrario será el mes cruel de Elliot, el mes en el que la tristeza es más profunda por el contraste con la luz, con la alegría de la naturaleza; uno es sensible a cada minúscula partícula de soledad o a la lágrima que contempla en ojos ajenos, enrojecidos, ojos amados de los que has extraído tantas sonrisas, tanto alimento; eres un ser vertical y anónimo, paseas tu silueta sin ton ni son por la vida, rozas otras esferas y a veces ese leve roce produce puntos singulares, catástrofes funcionales que no lo son, perturbaciones desproporcionadas, incógnitas para ti, muestra de la matemática difusa, de lo inesperado, de convulsiones encadenadas de las que fuiste el iniciador y no lo has sabido, ídolo de quien no conoces, crítico hasta la náusea contigo mismo, voraz consumidor de belleza, depositario de palabras y de sensaciones; en medio de todo eres capaz de soltar esa lágrima reprimida, postergada, de leer un fragmento en voz alta y maravillarte de tu propia tonalidad, de la inflexión de tu voz, de la seguridad aparente con que recitas, frente a tu propia consideración, no hay dioses ni hay idea que no pueda ser transformada en literatura, la ficción es más real que la propia realidad, la convicción lo es todo, es el arte de perdurar, es la belleza instantánea que se perderá dos nubes más allá, es el soniquete rítmico de percusión en una orquesta en la que eres el director y decides cuando entra el timbal, cuando el cántico apoteósico de un barítono ilumina todo tu derredor, taumaturgo y erudito, capaz de sumar momentos de gloria.

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