Poema 431: Lugar de retiro

Lugar de retiro

En medio de la jungla vacacional

corretean niños en la plaza turística,

el templo, frío y solemne, se abre sin candado,

nave enorme de días de gloria y prédica,

socorro de quienes salieron a faenar

y volvieron diezmados y exhaustos.

Apenas hay ruido, quizás rumor

de las olas lejanas, bruma y condena,

clima insano de escasos extremos,

pajarillos que se hacen oír cuando cesa el tráfico,

parejas añosas que desgranan sus días infértiles.

El cielo dibuja nubes, claros, monumentos,

una puesta de sol roja e instantánea,

el verde que se cuela por los ojos

al igual que el olor a hierba segada penetra

en el torrente sanguíneo.

–No resistirías–, te dice una voz íntima.

Hay una falsa quietud y unos códigos

que aún no has comprendido, piensas.

El mar puede agotarte, y el encierro

en estas cuestas, tascas, jolgorio, prados,

se puede tornar irrespirable.

El nivel del mar, un huerto, la naturaleza viva,

–Otros lo hicieron antes que tú–,

sosiego, frente a bullicio y desmadre,

ir a la contra del turismo de masas

y esperar la luz, esa que no llega todos los días,

podrían iluminar cada instante de duda.

Cada lugar conocido, traspasada la costra

del trampantojo viajero

se presta al análisis etéreo del deseo y la realidad,

alma errante, ansiosa de todos los lugares y ninguno,

viajero que busca la paz en el viaje.

Poema 430: Penuria poética

Penuria poética

Por alguna razón que no comprendo

estoy enganchado a un libro

que no me convence ni eleva,

poemas de los que no extraigo

si no la levedad lectora vertiginosa,

algunos giros sorpresivos indignos,

la elongación triste de mi rostro en el espejo.

Lo combino con otro extravagante,

casi pornográfico,

en el que se adivina prostitución pasada,

la lujuria en su esplendor juvenil

una y otra vez, como un martillo que repica,

inagotable,

que recuerda las manchas de la edad en las manos,

el fin próximo de los días amorosos.

Melancolía de los textos jugosos,

abiertos, expansivos,

esos que producen luz e impulsan, impúdicos

la velocidad escritora y la lentitud lectora.

Bajo esta cúpula marciana llena de presagios,

de temperaturas ascendentes,

de ausencia de lluvia, de una guerra que no cesa,

contemplo los párpados caídos de un verso

que no remonta,

desahogos poéticos personales

alejados de la belleza, de la sorpresa aprendiz

de quien moldea, hiende, altera o distorsiona.

Me sorprendo a mí mismo en mi disgusto,

sin poder cambiar el aura lectora,

alejado del optimismo levitante propio,

de esa búsqueda incesante del lado hermoso.

Poema 429: La Guerra

La guerra

La mañana de escarcha y helada

se ve perturbada por los misiles radiofónicos,

ondas de la judicatura y la política,

humanos enfebrecidos en su razón supremacista,

ruido y bombas sobre las ruinas

pacientemente reconstruidas y veladas

sin contraataque posible:

destruid sin piedad que llegaremos nosotros,

todo lo reconstruiremos

por un módico precio, unas ayudas

y la ganancia de tu trabajo peón.

Divide a las hordas femeninas,

se ha hecho toda la vida, que no se unan,

tenemos a algunas de nuestra parte,

gritan sotovoce los gurús tóxicos embriagados

de los gritos guturales grupales masculinos,

clubes y sociedades,

cofradías y consejos de administración.

Devastación, liquidación de la disidencia,

los más brutos y torpes en primera línea,

incapaces de jugar a la ocultación del plan,

marionetas irracionales con armas bárbaras,

al gran guerrero avant garde

no se le puede pedir además discreción e inteligencia.

Disparan las francotiradoras, guerrilleras incansables,

a veces se disparan entre facciones afines,

no está bien considerada la tibieza, es la guerra,

hiere la palabra cuando hiende en el sistema:

pequeños drones tratan de encapsular ideas,

argumentos, voces de asalto.

Las batallas se libran en podcasts y en pasquines,

en manifestaciones duramente reprimidas

por las hordas mediáticas,

ojalá que venza la inteligencia equitativa,

la luz del pensamiento y la concordia igualitaria.