Poema 431: Lugar de retiro

Lugar de retiro

En medio de la jungla vacacional

corretean niños en la plaza turística,

el templo, frío y solemne, se abre sin candado,

nave enorme de días de gloria y prédica,

socorro de quienes salieron a faenar

y volvieron diezmados y exhaustos.

Apenas hay ruido, quizás rumor

de las olas lejanas, bruma y condena,

clima insano de escasos extremos,

pajarillos que se hacen oír cuando cesa el tráfico,

parejas añosas que desgranan sus días infértiles.

El cielo dibuja nubes, claros, monumentos,

una puesta de sol roja e instantánea,

el verde que se cuela por los ojos

al igual que el olor a hierba segada penetra

en el torrente sanguíneo.

–No resistirías–, te dice una voz íntima.

Hay una falsa quietud y unos códigos

que aún no has comprendido, piensas.

El mar puede agotarte, y el encierro

en estas cuestas, tascas, jolgorio, prados,

se puede tornar irrespirable.

El nivel del mar, un huerto, la naturaleza viva,

–Otros lo hicieron antes que tú–,

sosiego, frente a bullicio y desmadre,

ir a la contra del turismo de masas

y esperar la luz, esa que no llega todos los días,

podrían iluminar cada instante de duda.

Cada lugar conocido, traspasada la costra

del trampantojo viajero

se presta al análisis etéreo del deseo y la realidad,

alma errante, ansiosa de todos los lugares y ninguno,

viajero que busca la paz en el viaje.

Poema 375: Viajar

Viajar

Existe un abismo entre lo que percibes,

lo que sientes, lo que otros te cuentan:

existe la belleza en el campo,

el trino de los pájaros,

la luz del atardecer o la creación artística.

Frente a esto hay ruido, contaminación,

comisionistas, políticos que gestionan a su favor,

una caterva de personajes inútiles,

capaces de entretener a los demás en minucias.

La vida no suele dar tregua: amor, desamor,

desconfianza, injusticia.

Hay incluso una vida virtual

en la que se replican los problemas de la vida real.

Viajas y observas, luz dorada, diversión,

cultura a borbotones, cierta ecología,

aprendes y transmites y fotografías

y ese poso enciende caminos interiores

te perturba y te conmociona y te aprieta,

sientes un deseo desbocado de abrirte a todo

antes de que la realidad finita y acotada

te obligue a asumir pequeños actos y grandes obligaciones.

Te abres a la idea de muchas lecturas imposibles:

tendrás que elegir, descartar, hacer prospecciones

mientras estás ilusionado por un cúmulo de posibilidades

y esa ilusión te propulsa y eleva

te vuelve pedante y te encierra en una burbuja

tan irreal como todo lo que existe.

El viaje te ha devuelto estímulos y análisis,

una sensación de infinitud en el vuelo

antes de que el laberinto de cada día te absorba

hasta dejarte incapacitado en el quehacer diario.

Poema 55: París

                   París

Ocho años y medio sin apenas viajarIMG_20140813_001001

el peaje de la paternidad,

universos recreados, un perímetro

de seguridad en torno al turista:

te asomas a una librería de un barrio

de París, allí reposan libros escolares,

estantes de altura patagona,

el sol de una mañana de agosto

en la que rescaté en medio de la vorágine

un instante precioso de soledad.

 

Un libro de haikus, otra inmersión

en la vida cotidiana de los que bailan

bajo el Trocadero, academia festiva

de movimiento sexual, un paseo en la noche

del Sena, en los botellones a la sombra

de la gigantesca torre Eiffel,

ratas que cruzan por el parque,

el anverso del tapiz de lujo opíparo.

 

Prisa, la masa vertiginosa posa sus ojos

un instante en la sonrisa davincciana,

flashes, fotos, un cambio drástico

en la permisividad reproductiva,

uno y nadie viajan en la luz al dieciocho,

Revolución, esa libertad agotada

en tiendas de souvenirs, en pasos comunes,

en un puente repleto de candados

sobre el que reposas un instante.

 

Haces fotos aquí y allá, desmitificas

otras visitas, acuchillas la pátina

mágica, el agotador caminar por la Isla,

fuera mapas, fuera guías, un mercadillo

de fruta y verdura en Montparnasse;

aún no ha llegado el Terror,

pero ya estuvo aquí, ya rodaron cabezas,

en nombre de la libertad.

 

¿Quién pintará estos días?

La cicatriz se suma a la oferta turística,

el miedo provee de adrenalina cuántica,

la masa elevada al cuadrado visitará

la sala Bataclan, Le Pétit Cambodge,

Le Carillon, una cierta banalidad curiosa,

impactos de bala, el inolvidable terror.

 

Los adoquines aún resuenan al paso

de las tropas nazis; uno lee y recuerda,

las esquinas mimetizan cada porción de Historia,

por allí pasó Rimbaud joven, aquí

se fotografió Jacqueline Kennedy,

en este otro lugar hubo una gran barricada.

 

Uno viaja y no viaja, escribe y no escribe,

recuerda historias escuchadas o sentidas,

no quiere mirar, pero mira, siente,

almacena y regurgita porciones estelares

de humanidad decadente, de pulsiones

execrables, arte contemporáneo nihilista.

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