Poema 217: Lorca no descansa

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Lorca no descansa en Granada,

la ciudad le da la espalda,

vive para el turismo de la Alhambra.

 

Lorca tiene lectores extranjeros,

lenguas encendidas con sombrero,

hermosas muchachas que le velan

al pie de su centro viajero.

 

Turistas de las tapas admirados,

curiosos de cuentos alhambrinos,

contemplan el fulgor de cada ocaso,

se miran en ojos anodinos.

 

Lorca clama su obra en cada calle,

su vida truncada en cada esquina,

rosal, jardín, naranjo o mandarino,

honda amargura de piel mezquina.

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Poema 216: En los tejados de Granada

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En los tejados de Granada

hay una gran farsa de ruinas y antenas,

aires acondicionados y tejas desblanquiñadas;

también hay barro, cables, adobes y miradores.

 

Hay restos de construcciones árabes,

lavaderos y callejuelas, el abrigo del viento,

el ladrillo mudéjar.

 

Hay un aire de culpa en la muerte de Lorca.

Granada está colonizada por hordas de cristianos

vencedores, plazas de santos, beatos y conventos,

turistas pelirrojos y escotes de estudiantes aventureras.

 

Hay un centro escondido de Lorca,

tan oscuro como sus sonetos de amor

en esta ciudad volcada en la Alhambra.

 

Hay cuestas y frío y calor.

Pequeñas procesiones familiares y enormes

comandos limpiadores de cera,

limpios sepulcros pulidos en las aceras.

 

En los tejados de Granada refulge el sol

y la nieve de Sierra Nevada.

Granada tiene un aura de ciudad conquistada.

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Poema 215: La Mambla

La MamblaIMG_20190411_083040

El placer enorme de la subida matinal,

bruma, frescor, la luz refulge sobre el verde

animado de los campos,

la vasta vista se recrea en el sol tras la lluvia.

 

Hay algo animal y mágico en la ascensión,

una vuelta a los orígenes,

la fuerza de las piernas del cazador

presto a observar a sus presas.

 

Más tarde, la ascensión comunal

es una maravilla,

hay turnos para asomarse a la cima,

comandos que investigan la cueva

bailes, risas y carreras.

 

El día ha cumplido sus expectativas,

el monte mágico acumula seguidores:

aún no hemos perdido el contacto con la tierra,

por más que nuestra mirada atraviese el cosmos

para descubrir un agujero negro.

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Poema 214: Cambios

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Sonrisa desconfiada de un día de primavera,

los tulipanes aún no se han abierto,

hojas ralas despiertan de su letargo,

las rutas de los pájaros migratorios han cambiado

o yo no he mirado lo suficiente.

 

Voces y manipulaciones en la tienda de pollos

de enfrente, el silencio de una mañana de domingo,

el perro enorme campa a sus anchas entre las bombonas,

mientras me escucho leer en un inglés anémico

los últimos poemas del libro de Simic.

 

Fin de ciclo, de libro, de estado de ánimo,

dolor de tanta luz incrustada en un pecho invernal,

dos mil diecinueve, no me gustan los nueves,

ni la atonía de mi cuerpo en el cambio de hora,

remiro la pila de libros con mucha curiosidad.

 

Hay pequeñas cosas que me sostienen:

una canción con voz grave y segura,

acariciar un libro antes de abrirlo con devoción,

sostener mi cámara de fotos con una mano,

antes del disparo que fijará el ángulo hermoso.

 

Ciertas pequeñas ilusiones, la mirada poética

recuperada, una sonrisa incrustada en un texto,

la visera que impide ver más allá y protege,

continuidad y cierta esperanza fértil de lluvias,

son suficientes para empezar, confiado, un nuevo ciclo.

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