Poema 262: Desesperanza

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Cunde la desesperanza, el viento

ha cambiado de dirección

sigue el silencio

las acciones de los vecinos son más lentas

las rutinas del confinamiento se han asentado.

 

Los datos son agotadores en la cabeza del matemático

tendencias y análisis, curvas predictivas

nadie garantiza nada aún

por más que sepas el destino y el final lejano

de la restricción de movimientos.

 

Cada cual encuentra su lugar en sus tareas

el placer en cada pequeño acto diario

la poesía de amasar el pan autosuficiente

los rayos de sol buscados con ahínco en la ventana.

 

Hay menos llamadas, más interiorización del encierro

demasiados caminos por recorrer dentro de cada cual

mundos que manteníamos ocultos

o enterrados por la vorágine aleve de la vida.

 

La curva de la esperanza obedece ciega

a los canales de comunicación mediáticos

a las estrategias políticas diseñadas por psicólogos

a las luces que puedan aparecer lejanas en el túnel.

 

La crueldad poética del mes de abril

pondrá a prueba la resistencia cómoda del hogar

del que quizás no querremos salir en un tiempo

descubiertas las musas del bello reposar.

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Poema 261: Duerme la ciudad

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Duerme la ciudad, silente, detenida;

se hace aún extraño abrir la ventana

a la noche fresca ya de primavera

y no escuchar el ruido de los coches.

Se escuchan chirridos metálicos

que no consigo identificar,

imagino pájaros enjaulados o una veleta

que gira con el viento.

La noche se ha vuelto turbia,

el entendimiento opaco y la brisa

del pesimismo absorbe la energía restante.

Nada queda por hacer, salvo esperar,

contemplar el silencio.

El flujo de comunicación es gris oscuro

y una extraña emoción me oprime el pecho,

nada nos falta y todo nos es superfluo.

En la balanza del confinamiento se pesan

los libros con los paseos limitados,

la música con el aroma del campo.

Descansan las conciencias

tras todo el día chateando,

millones de conversaciones tal vez banales

se retuercen en las ondas invisibles.

La música de Copland me va sumiendo lentamente

en el sueño del que despertaré con júbilo en la calle,

victoria contundente o precaución respiratoria,

aún es pronto para vislumbrarlo.

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Poema 260: Doscientas ventanas

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Hay doscientas ventanas encendidas al anochecer,

miles de muertos por la pandemia vírica,

el aire sin ruido debido al confinamiento.

Una pequeña urraca vuela hacia el alero

desde donde observa mi rostro en el alféizar.

Hay margaritas asomándose con timidez

a esta primavera sin gente en las calles.

Hay una voz que apenas me llega,

no atraviesa los nodos digitales,

pero sigo llamándola y aguzando el oído.

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Poema 259: Aplausos al anochecer

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Cada tarde el espectáculo es inmenso,

decenas de luces, aplausos, siluetas,

cánticos y algunas proclamas excesivas

provocan sonrisas y ánimo

en el confinamiento recién comenzado.

 

La sobreinformación nos llena los días,

desanima o hace reír durante unos minutos,

consumimos el tiempo y las pantallas

al ritmo de la modernidad exigente,

protegidos y seguros en el aislamiento familiar.

 

Hay una emoción en la colectividad,

el reconocimiento de la soledad acompañada,

la confluencia de mentes concertadas

bajo la luz protectora de la atmósfera vecinal,

pospuestas las rencillas o diferencia de voluntades.

 

La escena pudo ser hace miles de años así:

trogloditas paleolíticos en sus casas cueva

suspendidos en una pared rocosa

aullando a la luna cada anochecer,

libres un día más del peligro salvaje en sus guaridas.

 

Necesitamos la sencillez de la contemplación

del vecino tan aislado como tú,

de la concertación espontánea de ideas,

de la esperanza de que todo permanezca

y el aplauso sincero para quienes arriesgan sus vidas.

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Poema 258: Cuadrado Lomas

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Qué maravilla de aire, campo, tierra, paisaje,

pintura en unas líneas firmes

extraídas de una mirada limpia y profunda,

la cámara se pasea por todos los senderos

que tantas y tantas veces transito en bicicleta.

 

Ansia de caminar, de pedalear, de salir del encierro

en estos días extraños de vida confinada,

la luz, los almendros que ya florecieron y apenas entreví,

el despuntar de los sembrados que dibujan

los caminos ocres como ríos que percuten en el cuadro.

 

El pintor es un héroe estático, un transmisor

de su inteligencia visual al público que lo admira

y desconoce y con la mirada hilvanada

no se detiene a interiorizar la geometría necesaria

la vida y el estudio, la potencia intrínseca del dibujo magistral.

 

Al contemplar las imágenes del campo fundidas con la pintura

evoco temperatura y olor, la fuerza en las piernas al pedalear,

el aire libre que ahora nos falta en el horizonte,

la libertad de una tarde de la estación que sea

de poder recorrer cada camino al ritmo perfecto de la bicicleta.

 

Una cierta angustia invade mi pecho ante tanta belleza inasible,

fuerzas oscuras convergen en mi mente,

el pasado y toda su hermosura rediviva, se confabula

para derrotar mi optimismo innato tan preciado

y me deja postrado e inactivo, cerrado a la espera de un milagro.

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Poema 257: Confinamiento

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El confinamiento doméstico es una oportunidad vital,

pararnos a pensar en la futilidad diaria

de cada cosa tan importante que hacemos;

es una visita a la prisión mental de cada uno.

 

La calle está desierta salvo un patinador septuagenario,

y ancianos paseando mostrando su relativismo,

la gente viene y va, diligente con su bolsa de pan,

y aún el susto en el cuerpo de una situación impensable.

 

Hay insolidarios, gente indeseable, algunos políticos opinando,

el virus es feroz y cruel pero no habrá justicia poética,

hay quien no se ha preocupado hasta que era tarde,

y sin embargo estamos orgullosos de la mayoría de nosotros.

 

La belleza continúa ahí, hay sol, las urracas lo invaden todo

a sus anchas, se posesionan de lo alto del árbol majestuoso,

el silencio de los pocos vehículos es aterrador

acostumbrados ojos y oídos a la vorágine diaria.

 

Hay un hilo conductor que aún funciona,

continuidad laboral en sectores estratégicos,

muchos libros por leer y el desfase temporal de cada uno

presto para ser reducido con paciencia.

 

Algo cambiará al final del confinamiento:

sospechas y rencillas acumuladas en el recuerdo,

el orgullo de haber sobrevivido en comunidad,

la minimización relativa de cada problema futuro.

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Poema 256: Coronavirus

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El mecanismo de la evolución acelerada

es un espectáculo fascinante,

la miseria y la avidez de algunos

frente a la dignidad mantenida de muchos,

miedo irracional y desconfianza ignorante,

frente a la calma científica y racional.

 

En la era de la información

cada cual crea una burbuja cerrada;

aún no se ha detenido el movimiento

y la amenaza invisible parece no existir aquí,

solo las precauciones y los memes de múltiples colores.

 

Las ocupaciones cotidianas se vuelven banales,

huye el dinero y las bolsas adelantan las fechas

en las que se atisba o no el final del contagio masivo,

nada es decisivo, nadie imprescindible,

solo los científicos aportan datos sostenibles.

 

La estructura del mundo está hilvanada,

sostenida por hilos frágiles e invisibles,

casi todas las certezas son banales,

salvo la lucha increíble de la supervivencia humana.

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Poema 255: Aguanieve

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El aguanieve de marzo cae sobre las flores

de los cerezos chinos de mi calle,

también sobre el árbol joven del que penden copos de algodón,

y del viejo, decrépito y aún florido almendro

que ha presidido toda la escolarización infantil y primaria de mis hijos.

 

El pino guía ha sido destronado por el viento,

poda natural, destino inevitable de la cruda selección natural

o quizás una aleatoriedad imprevisible;

atemoriza pensar en la ausencia de patrones

en la muerte y desaparición de algunas formas de vida.

 

En dos viajes sucesivos he visto el pino derribado,

la maquinaria del hombre atacando el cadáver,

carroña con motosierra que solo deja el tocón,

el esqueleto devorado por el depredador,

las virutas naranja de la savia aún portadora de vida.

 

Sonrío bajo las gotas densas que trae el viento,

estoy pensando en la sintonía de Cyrano de Bergerac

que suena a las nueve y media en Radio Clásica:

no dejo de tararear la cortinilla de fin del programa

ni de embeberme de las palabras de despedida.

 

Los cerezos han sobrevivido al aguanieve,

resplandecen en la tarde fría y soleada,

aún no han esparcido el olor de su polen,

serán fecundados por formas de vida invisibles

para la vista desacostumbrada del urbanita ocupado.

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Poema 254: Alegría

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En un momento de soledad al final del día

pincho en el altavoz la Oda a la Alegría,

el poema de Schiller incrustado en la novena de Beethoven,

la voz del tenor me sube el ánimo

me trae a la cabeza el olor de los almendros en flor.

 

La libertad de poder pensar y opinar,

ante la amenaza del coronavirus,

mantener la calma cuando cierta locura

se apodera de la gente y la envuelve

es una alegría intrínseca que no puede cantarse.

 

Hay otras alegrías que no pueden expresarse,

códigos internos o apenas compartidos,

bases de datos ocultas a las que nadie accede,

placeres prohibidos, vías de escape

del gris invernal con amenaza de virus.

 

La explosión de serotonina tras el ejercicio,

una fotografía bella de las que tanto abundan,

la risa desmesurada por un detalle inesperado

me devuelven la intensidad de la vida,

el recuerdo de todos los momentos alegres vividos.

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