Doscientas ventanas
Hay doscientas ventanas encendidas al anochecer,
miles de muertos por la pandemia vírica,
el aire sin ruido debido al confinamiento.
Una pequeña urraca vuela hacia el alero
desde donde observa mi rostro en el alféizar.
Hay margaritas asomándose con timidez
a esta primavera sin gente en las calles.
Hay una voz que apenas me llega,
no atraviesa los nodos digitales,
pero sigo llamándola y aguzando el oído.