Poema 513: Corren tiempos que vuelan

Corren tiempos que vuelan

Corren tiempos que vuelan,

verdean las hojas,

feminismo a flor de piel

en lecturas con poso reflexivo instantáneo.

Justificaciones varias en asuntos banales,

ir quitándonos cosas de encima

muy placenteras o a veces no tanto

como quien sella o firma automáticamente:

un concierto excepcional o una comida deliciosa,

una compañía en un instante que no volverá,

la intensidad que solo aparece un momento

y se disipa por pura avaricia de los sentidos

o por el pragmatismo de aprovechar los recursos

con el mínimo esfuerzo posible.

La secuencia de los patos en un estanque turbio

es una metáfora de la fascinación

de cualquier detalle cuando se potencia

cuando hay una suma de fuerzas mentales.

Somos débiles en una sociedad encarrilada

por siglos de costumbres y de imposiciones

de fuerza muscular y colectiva.

La palabra y el pensamiento son difíciles de encajar

en discursos rítmicos y simples,

en formas destructoras de toda inteligencia sutil.

La primavera frondosa por la lluvia

dejará paso a un calor insoportable y a una sequía

en la que la memoria impondrá su peso agónico.

Solo una comunión de pensamiento y sentimiento

crea una burbuja de luz y de placer emocional,

lector, observador, analista,

una escala helicoidal y compleja

por la que acceder a una luz única y preciosa.

Poema 509: Malher

Malher

La soprano de frágil apariencia,

–Hera vestida de tul azul–,

resiste sentada, concentrada,

toda la sinfonía.

El desorden aparente del primer movimiento

en el que los cascabeles hacen renacer la melodía,

no permite disidencias en la escucha,

atentos al instrumento solista insospechado.

La coordinación de la orquesta es admirable,

un trabajo de relojería artesana,

para conseguir un maravilloso sonido.

La voz de la soprano coreana surgió potente

en el movimiento final de la sinfonía malheriana,

me hizo imaginar campos primaverales ondulados,

florecillas cual manchas impresionistas,

un corretear por la pradera disfrutando del sol, de las nubes,

de las aguas cristalinas de un riachuelo vivaz.

El silencio sostenido, aun vibrando la delicada voz

en la consumación sinfónica,

logró un instante efímero de misticismo colectivo.

Poema 504: Recuerdos, marzo, primavera

Recuerdos, marzo, primavera

Me asomo a la ventana y parece que fue ayer

cuando reinaba el silencio.

Ya no hay grúas en el horizonte cercano,

apenas se ve el campo tan ansiado entonces,

apenas queda un recuerdo agridulce.

Resuenan broncas políticas sobre comisiones,

sobre decisiones polémicas de gestión de la muerte,

un porcentaje pequeño de la vida,

un oasis en la voraz velocidad del mundo.

El olvido va dejando crecer su musgo en las grietas,

las flores son un trampantojo delicioso,

apenas quedan ya sensaciones de confinamiento.

Solo algunos paisajes descubiertos tras la salida,

en los que aspirábamos toda la naturaleza de golpe,

la feraz vegetación que siguió su curso natural,

la lluvia, el sol, el viento, fuerzas primigenias,

nos hicieron conscientes del concepto de reclusión.

Hoy el caminar es lo usual, mirar con intensidad

cuanta belleza nos rodea,

sentir el viento y la luz poderosa del sol en el rostro,

dejar flotar el vago recuerdo de aquella oscuridad.

Poema 437: Cuatro gotas

Cuatro gotas

Se espesa el aire delicadamente oscuro,

la premonición de una lluvia ausente,

el caminar presuroso de pensamientos turbios,

gris, azul, negro, nubes sin fecundar,

el tiempo gastado en banalidades

más allá de cópulas desesperadas,

de la muestra del deseo blando

susurros y palabras de amor,

el tiempo cíclico, repetido y anárquico.

Existe una sequía real y otra mediática,

la insistencia día tras día

en el asunto en que enfocan las agencias:

ayer Cataluña o cualquier derecho social,

hoy la sequía pertinaz

capaz de oscurecer cualquier futuro:

la cultura del pesimismo se filtra en mis neuronas,

¡Cómo voy a correr con veintidós grados en abril!

Y sin embargo con cuatro gotas caídas esta noche

–nocturnidad y alevosía–

huele a primavera llena de amapolas.

Conversan dos hombres calvos y orondos

con enérgico movimiento de manos,

posiblemente unos “enterados” de los noticiarios,

–la ideología social está acabando con el planeta–, dirán.

Cualquier pronóstico puede fallar,

incluso los más catastróficos.

La vida no depende de esos presagios,

quizás sí de las pequeñas vicisitudes personales,

rituales de confianza, alguna caricia,

esa risa que compartiste por una broma inescrutable.

Poema 435: Primavera veloz

Primavera veloz

Un escritor presenta su libro

–largamente esperado–,

el fruto de años de silencio poético,

y rápidamente pasa y apenas permanece.

Somos el tiempo que nos queda,

–dijo Bonald-,

y ese tiempo no es lineal:

acelera en primavera, se contrae

en las tardes cortas y oscuras de invierno.

Suceden –pues todo llega–, acontecimientos

percibidos como lejanos en su planificación,

decisiones, alegrías fugaces,

esas canas y arrugas que asumes con humildad,

el fulgor de las estaciones, la luz.

Desearías amanecer en medio del campo,

verde, fresco y húmedo, oloroso,

corriente de aromas entrecruzados

en una forma helicoidal cromosómica

a la que asignas colores.

Te impregnas de ellos, tocas, acaricias

la tierra, quizás un cuerpo amado,

antes de gritar a pleno pulmón tu presencia,

primate convertido en autócrata,

pergeñador de versos bucólicos,

íntegramente satisfecho por la fusión

con una naturaleza ancestral y mítica.

Las nubes cubren el sol, lo tamizan;

desde tu observatorio urbano sopesas

la comodidad, –litúrgica y lectora–,

contra el ejercicio incierto y agotador,

los lances del campo a través salpicado de alimañas,

el polvo ya roña en tu piel aseptizada.

–Reducción de la disonancia cognitiva–,

te dirán con convicción profesional,

ese desencuentro con la pérdida y la memoria,

una cuenta atrás vital,

que te hermana con las plantas y las rocas,

temeroso desde siempre

de cuanto se mueve de forma autónoma y animal.

El placer básico de ver amanecer desde un teso,

Mambla, Cuchilla, Cerro, Pinajarro,

tan difícil de conseguir en la veloz rutina,

en los días verdes de un abril a punto de fugarse.

Poema 381: Los Zumacales

Los Zumacales

Era un nombre mítico que una vez memoricé,

un lugar aún sin imágenes,

el caminar con mirada pintora de Cuadrado-Lomas.

Y estaba ahí, cada día lo visitan decenas de personas

que buscan un atisbo de espiritualidad,

conocer el mágico lugar de enterramiento

desde el que se observan colinas, valles, un río caudaloso,

toda la primavera parcelada de cereal.

Aquel túmulo era un lugar sagrado

en el que se honraba a los ancestros:

meditar, sentir, asumir la propia identidad,

una forma de cohesión social

y una ordenación del territorio a ese lado del Pisuerga.

Hace cuatro mil años todo el clan se unió

en la descomunal tarea de arquitectura funeraria,

un gasto energético ajeno a la supervivencia

o quizás fundamental para la convivencia serena.

Hoy contemplo con reverencia esas piedras,

el lugar elegido, casi centro de peregrinación secreta,

expuestos los huesos y la industria lítica en un museo,

rodeado el paraje de un halo legendario.

Soy un poco más minúsculo que ayer,

integrado en esta tierra de supervivencia,

en esta maravilla conservada y excavada a conciencia,

heredero de espíritus que aullaron al viento desde aquí.

Poema 276: Lentitud

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El lujo no es la velocidad si no la lentitud,

la ausencia de prisa, un paseo en bicicleta

acompañado por tus hijos,

las pequeñas cosas de la vida detenida

en la que todo se ha apreciado mucho mejor.

 

La feracidad de la primavera que solo traía el viento,

o el ruido de voces en una terraza de verano,

son las sorpresas ocultas que no estaban

en el radio que alcanzaban tus sentidos,

esa bola de la que no te has movido en tantos días.

 

Extraer quirúrgicamente las preocupaciones

del centro de tu procesador de ideas,

convertir esos huecos en banalidades cotidianas,

es la tarea del psicoanalista en estos días

ahora que el mundo se mueve otra vez tan deprisa.

 

Otra vez se me escapan los libros entre los dedos,

los días se acortan irremediablemente,

el cansancio se apodera de todas mis neuronas,

la belleza de la estación solo me roza al pasar

y los números crecen hasta ocultar la puesta de sol.

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Poema 271:Primavera con mascarilla

Primavera con mascarilla

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La naturaleza está desbordada,

mucho más de lo que se ve desde la ventana,

gatos y ocas reaccionan al movimiento

apretados por el hambre del confinamiento.

 

El olor de las flores, los almendrucos,

la humedad, ascienden desde un suelo

que parece virgen tras el descanso

de una cuarentena tan lluviosa.

 

Hay una alegría por algo tan cotidiano

como un paseo con los niños,

hay miedo y precaución,

todos cubiertos con mascarillas preventivas.

 

Unos restos ajados de lilas y el color

intenso de unas amapolas

redescubren los ojos sometidos a pantallas,

a luces artificiales en el hogar.

 

Somos seres anónimos hasta para los amigos:

no te detengas, no contamines,

no desperdicies la ventana temporal de tu paseo,

aprehende cada brizna de hierba en el camino.

 

Cada uno es su isla familiar, su entorno reducido,

los libros que ha leído y la música del confinamiento,

algunas canciones de resistencia,

y los aplausos a las ocho que ya van decreciendo.

 

El pinar huele a limpio y solo se escucha el ruido

de pájaros y corredores hollando los caminos;

enmascarados vuelven al hogar en embudo

a las diez en punto de la mañana conforme lo ordenado.

 

La vida se filtra, y se escapa y desborda por los pliegues

de un sistema que trata de ordenar el caos;

aún es pronto para saber si podremos mostrar

en primavera nuestro verdadero rostro.

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Poema 260: Doscientas ventanas

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Hay doscientas ventanas encendidas al anochecer,

miles de muertos por la pandemia vírica,

el aire sin ruido debido al confinamiento.

Una pequeña urraca vuela hacia el alero

desde donde observa mi rostro en el alféizar.

Hay margaritas asomándose con timidez

a esta primavera sin gente en las calles.

Hay una voz que apenas me llega,

no atraviesa los nodos digitales,

pero sigo llamándola y aguzando el oído.

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