Poema 504: Recuerdos, marzo, primavera

Recuerdos, marzo, primavera

Me asomo a la ventana y parece que fue ayer

cuando reinaba el silencio.

Ya no hay grúas en el horizonte cercano,

apenas se ve el campo tan ansiado entonces,

apenas queda un recuerdo agridulce.

Resuenan broncas políticas sobre comisiones,

sobre decisiones polémicas de gestión de la muerte,

un porcentaje pequeño de la vida,

un oasis en la voraz velocidad del mundo.

El olvido va dejando crecer su musgo en las grietas,

las flores son un trampantojo delicioso,

apenas quedan ya sensaciones de confinamiento.

Solo algunos paisajes descubiertos tras la salida,

en los que aspirábamos toda la naturaleza de golpe,

la feraz vegetación que siguió su curso natural,

la lluvia, el sol, el viento, fuerzas primigenias,

nos hicieron conscientes del concepto de reclusión.

Hoy el caminar es lo usual, mirar con intensidad

cuanta belleza nos rodea,

sentir el viento y la luz poderosa del sol en el rostro,

dejar flotar el vago recuerdo de aquella oscuridad.

Poema 460: Llover, leer

Llover, leer

Llueve,

tras más de dos meses llueve,

huele a lluvia;

aquel calor del verano ya se ha olvidado.

En mis ojos llovió casi toda la mañana;

estuve leyendo,

hacía meses o años que no llovía así.

Y en medio de toda esta lluvia interna y externa

algún mecanismo intrínseco empezó a analizar,

a recordar, a interpretar,

a buscar modelos de aprendizaje que imité,

a intentar entender mis miedos y los de los demás.

La lluvia vista y olida desde casa

me recordó el confinamiento,

las horas asomado al balcón o a la ventana,

el silencio de los coches que no pasaban,

el sordo golpeteo en el asfalto del agua,

la feracidad que provocó en el reino vegetal

aquella primavera.

Eché de menos la calma humana,

sin griterío,

sin alterar con gestos exagerados el curso del tiempo:

sin violencia a la vista, sin egoísmos en directo.

Surgen decenas de preguntas tras la lectura,

¿Estaré repitiendo patrones machistas?

¿De quién he aprendido? ¿Cuánto miedo tengo?

¿Estoy a gusto con mi vida? ¿Están a gusto conmigo?

La lluvia aporta la permanencia, la reflexión, cierta nostalgia:

gris profundo instalado en el cielo, verde fulgor

en las copas de los árboles, en el césped,

un rumor: tráfico lejano, algunas voces de adolescentes

que pasan mojados por la acera,

la masa de agua haciendo espuma sobre el suelo.

Cada cuál posee silencios, evidencias de discrepancias,

dolor, luchas de poder que ni sabe que existen.

Cada uno tiene su propia novela familiar,

anécdotas, toboganes vitales, tristeza y más miedo.

Pasan más adolescentes caminando, capuchas negras,

pañuelos, indiferentes a la lluvia o a la humedad;

sus preocupaciones están en otros sitios;

sus modelos somos nosotros, padres, adultos,

feministas reconvertidos por puro razonamiento.

Se comban por humedad, los libros dispuestos en montaña,

libros que son como el cuerpo:

los observas cada día, quieres leerlos, poseer su sabiduría,

los miras, como te miras las manos,

las piernas, los antebrazos:

reconoces la belleza de tu piel, el bronceado.

Casi todos poseen alguna marca de lectura,

esa impronta que te dejarán marcada si los terminas.

Arrecia la lluvia, anunciada, proclamada, avisada,

todo se detiene, también tú te detienes.

Poema 274: El final de la escalada

El final de la escalada

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Hordas de gente en la hora límite

pasean como si estuvieran de vacaciones

y el caminar fuera el objetivo máximo

en el que interaccionar socialmente,

en el que echar un cigarro adolescente con unos amigos

escondidos tras un montículo y la vegetación.

 

La dignidad la otorga una mascarilla,

con la que proteger a los otros,

también a aquellos que con cacerolas y banderas

sacan su rabia de sabios y expertos a pasear,

ruido y entretenimiento en días tan cambiantes

de la lluvia y el chubasquero al cielo azul y la camiseta.

 

Esta poesía descriptiva y testigo del coronavirus

ya no da más de sí,

será un testimonio al que acudir en el futuro,

ese que nadie se atreve a pronosticar con claridad,

si será una vuelta a la vida deseada ahora

o un tiempo nuevo de precaución y distanciamiento.

 

En estos días de confinamiento se han abierto los sentidos,

la mirada en cámara lenta desde las ramas esqueléticas

a las frondosas copas de los árboles que ocultan el río,

desde los caminantes absortos con la mirada perdida,

hasta las alegre chácharas didácticas en familia.

 

Ahora que se vislumbra el final del quédate en casa,

entre fases y desescaladas, entre inmunes y miedosos,

solo queda mirar hacia delante, avanzar,

tratar de vivir la vida con lo aprendido en estos meses,

limpiar la atención de las cosas que hemos sentido innecesarias.

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Poema 272: Se terminan los aplausos

Se terminan los aplausos

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Casi han pasado dos meses de confinamiento,

la oscuridad del anochecer invernal a las ocho

ha dado paso a una luz primaveral de mayo,

apenas aplaude algún vecino nostálgico y solitario.

 

Las franjas del paseo y de los niños

han aliviado la estancia en casa de semanas,

la solidaridad ha cambiado cada día,

ya no suena Resistiré en los balcones.

 

Algunos conocidos son insolidarios:

caminan sin mascarilla, se reúnen sin distancia

o juegan al fútbol en el césped comunal;

hay detalles que no vamos a olvidar.

 

El sábado una banda de cinco adolescentes

recorría el pinar el bicicleta,

todo el mundo se lanzó en masa

a invadir el pulmón de la ciudad con ansia.

 

Los aplausos también fueron cohesión vecinal,

apoyo mutuo en días que se hacían largos,

la campana monástica que nos regulaba las horas,

el momento social más importante del día.

 

En el anonimato de la semioscuridad,

nos asomábamos al foro de ventanas y balcones interiores,

hasta que cacerolas, himnos y otras reivindicaciones

sembraron cizaña y discordia.

 

Hoy apenas suenan aplausos sanitarios,

el desconfinamiento lento ha comenzado,

la primera batalla contra el virus está siendo vencida,

en un rumor de datos, héroes y silencio.

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Poema 271:Primavera con mascarilla

Primavera con mascarilla

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La naturaleza está desbordada,

mucho más de lo que se ve desde la ventana,

gatos y ocas reaccionan al movimiento

apretados por el hambre del confinamiento.

 

El olor de las flores, los almendrucos,

la humedad, ascienden desde un suelo

que parece virgen tras el descanso

de una cuarentena tan lluviosa.

 

Hay una alegría por algo tan cotidiano

como un paseo con los niños,

hay miedo y precaución,

todos cubiertos con mascarillas preventivas.

 

Unos restos ajados de lilas y el color

intenso de unas amapolas

redescubren los ojos sometidos a pantallas,

a luces artificiales en el hogar.

 

Somos seres anónimos hasta para los amigos:

no te detengas, no contamines,

no desperdicies la ventana temporal de tu paseo,

aprehende cada brizna de hierba en el camino.

 

Cada uno es su isla familiar, su entorno reducido,

los libros que ha leído y la música del confinamiento,

algunas canciones de resistencia,

y los aplausos a las ocho que ya van decreciendo.

 

El pinar huele a limpio y solo se escucha el ruido

de pájaros y corredores hollando los caminos;

enmascarados vuelven al hogar en embudo

a las diez en punto de la mañana conforme lo ordenado.

 

La vida se filtra, y se escapa y desborda por los pliegues

de un sistema que trata de ordenar el caos;

aún es pronto para saber si podremos mostrar

en primavera nuestro verdadero rostro.

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Poema 268: Cuando todo pase

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No hay lilas, ni abril desde mi encierro,

todo el mundo anda pensando

en como será la nueva normalidad,

tomo el sol a ratos en la ventana

mientras leo versos en inglés

las margaritas que fueron cercenadas la semana pasada

vuelven a brotar desde sus semillas.

 

No hay espárragos para recolectar

o están todos pero florecerán a su aire

la mano del hombre no llega ahí

no hay abrazos entre amigos

ni apenas olores de primavera.

 

En algunos momentos ves imágenes terribles,

escuchas las risas de los niños

que juegan con otros niños en la distancia,

es la magia de la vida, el ocio de la novedad.

 

Un predicador está solo en su aula,

un vendedor de mercancías inusables

se lamenta en la medianoche en programas basura,

no hay teatro en la hierba, ni excesos,

la noche ha dejado de ser un camino oscuro.

 

La comida te atrae como un imán,

los gestos comunitarios, los aplausos, los saludos,

perdida la primavera quizás te encuentres a ti mismo,

uno y trino, múltiple, inabarcable para ti mismo,

eres un ser silente unas veces, otras obstinado,

y las más transmites opiniones que no son tuyas.

 

Puedes seguir con tu poema en inglés,

con esa rutina intelectual que te has montado,

ofrecer tu mejor cara a los que te sufren cada día,

salir del confinamiento con ansia de vida, de luz

de energía para compartir y disfrutar.

 

No hay paseantes solo para ti, para tu mirada,

todos llevan ahora un propósito utilitario,

la cadena pesa pero no ahoga,

molesta el ruido de una máquina o un coche

que no debería de estar circulando.

 

No puedes sumergirte en el silencio de una piscina

ni observar las aguas del río

solo ves a través de los ojos de las cámaras

hueles a través de tus recuerdos

y sientes pieles amigas en un universo paralelo

al cual ansías volver cuando todo pase,

sea esto cuando sea.

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Poema 265: Geometrías del confinamiento

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La línea del renglón se inclina hacia abajo

como lo hace la señora que camina por la calle

con su bolsa de la compra repleta de alimentos.

 

Se cruza con una encapuchada de un azul tenue

que marcha veloz y silenciosa, en línea recta.

 

El perro zigzaguea aleatoriamente,

los ojos envidiosos del observador trazan un camino,

seco y anguloso

el que une su balcón con el cono de luz del movimiento animal.

 

Los palomos se esparcen a sus anchas en la enredadera

planean siguiendo una curva suave de aterrizaje en el césped

plagado de margaritas.

 

Las ondas musicales tras el aplauso a las ocho de la tarde

reverberan en los edificios hasta extinguirse

se acoplan con otros reproductores en curva sinuidal.

 

Enfila recto el vehículo de la policía tan alborotada

por el estado de alarma tras veintisiete días.

 

Subo y bajo escaleras una y otra vez en un circuito helicoide

procurando no tocar las barandas,

concentrado en pulsaciones y tiempo de ascensión.

 

Las pelotas de ping-pong sobre la mesa del salón

describen parábolas invertidas

antes de chocar con los botes de tomate en conserva

que hemos colocado como red.

 

Las piezas del puzzle que hacen mis hijos forman un mapa

de fronteras coloreadas, cabos y golfos que se unen

en un rectángulo final de gran belleza.

 

Mi vista traza diagonales en la lectura de artículos de prensa,

a veces traza círculos en la difícil concentración de un párrafo

del tercer libro de lectura sofisticada.

 

El sol y las nubes diseñan formas caprichosas

vórtices de viento, conos invertidos,

un sumidero que parece absorber todas las almas encerradas.

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Poema 263: Nuevo Orden

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Los aplausos de las ventanas son ahora diurnos,

hay tanta luz que se ven los rostros antes anónimos,

han florecido los árboles y hemos cambiado de mes.

 

En las salidas de avituallamiento hay mascarillas,

guantes, distancia de seguridad,

y colas ordenadas a la puerta de los supermercados.

 

Se han parado las fábricas no esenciales,

mientras los muertos se disparan y los datos

muestran modelos matemáticos difíciles de encajar.

 

El tulipán se ha terminado de abrir,

los paseantes de perros son seres privilegiados

como algunos coches que escapan del confinamiento.

 

La vida se va a abrir paso entre los solitarios,

caminantes en busca de colores para sus ojos,

corredores ansiosos de sentir el sudor.

 

Todo el mundo se abrirá con precaución

como el azahar que teme a la helada,

como el caracol que se asoma desde su guarida espiral.

 

¡Quién sabe lo que cada cual echa en falta!

La belleza de un ser armonioso que despierta a la primavera,

o el bullicio de la calle con todo el comercio abierto.

 

El nuevo orden colocará al sanitario en la cúspide,

a las cajeras en un punto de heroicidad,

a los futbolistas en la nimiedad de un ocaso irrisorio.

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Poema 259: Aplausos al anochecer

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Cada tarde el espectáculo es inmenso,

decenas de luces, aplausos, siluetas,

cánticos y algunas proclamas excesivas

provocan sonrisas y ánimo

en el confinamiento recién comenzado.

 

La sobreinformación nos llena los días,

desanima o hace reír durante unos minutos,

consumimos el tiempo y las pantallas

al ritmo de la modernidad exigente,

protegidos y seguros en el aislamiento familiar.

 

Hay una emoción en la colectividad,

el reconocimiento de la soledad acompañada,

la confluencia de mentes concertadas

bajo la luz protectora de la atmósfera vecinal,

pospuestas las rencillas o diferencia de voluntades.

 

La escena pudo ser hace miles de años así:

trogloditas paleolíticos en sus casas cueva

suspendidos en una pared rocosa

aullando a la luna cada anochecer,

libres un día más del peligro salvaje en sus guaridas.

 

Necesitamos la sencillez de la contemplación

del vecino tan aislado como tú,

de la concertación espontánea de ideas,

de la esperanza de que todo permanezca

y el aplauso sincero para quienes arriesgan sus vidas.

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Poema 257: Confinamiento

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El confinamiento doméstico es una oportunidad vital,

pararnos a pensar en la futilidad diaria

de cada cosa tan importante que hacemos;

es una visita a la prisión mental de cada uno.

 

La calle está desierta salvo un patinador septuagenario,

y ancianos paseando mostrando su relativismo,

la gente viene y va, diligente con su bolsa de pan,

y aún el susto en el cuerpo de una situación impensable.

 

Hay insolidarios, gente indeseable, algunos políticos opinando,

el virus es feroz y cruel pero no habrá justicia poética,

hay quien no se ha preocupado hasta que era tarde,

y sin embargo estamos orgullosos de la mayoría de nosotros.

 

La belleza continúa ahí, hay sol, las urracas lo invaden todo

a sus anchas, se posesionan de lo alto del árbol majestuoso,

el silencio de los pocos vehículos es aterrador

acostumbrados ojos y oídos a la vorágine diaria.

 

Hay un hilo conductor que aún funciona,

continuidad laboral en sectores estratégicos,

muchos libros por leer y el desfase temporal de cada uno

presto para ser reducido con paciencia.

 

Algo cambiará al final del confinamiento:

sospechas y rencillas acumuladas en el recuerdo,

el orgullo de haber sobrevivido en comunidad,

la minimización relativa de cada problema futuro.

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