Confinamiento
El confinamiento doméstico es una oportunidad vital,
pararnos a pensar en la futilidad diaria
de cada cosa tan importante que hacemos;
es una visita a la prisión mental de cada uno.
La calle está desierta salvo un patinador septuagenario,
y ancianos paseando mostrando su relativismo,
la gente viene y va, diligente con su bolsa de pan,
y aún el susto en el cuerpo de una situación impensable.
Hay insolidarios, gente indeseable, algunos políticos opinando,
el virus es feroz y cruel pero no habrá justicia poética,
hay quien no se ha preocupado hasta que era tarde,
y sin embargo estamos orgullosos de la mayoría de nosotros.
La belleza continúa ahí, hay sol, las urracas lo invaden todo
a sus anchas, se posesionan de lo alto del árbol majestuoso,
el silencio de los pocos vehículos es aterrador
acostumbrados ojos y oídos a la vorágine diaria.
Hay un hilo conductor que aún funciona,
continuidad laboral en sectores estratégicos,
muchos libros por leer y el desfase temporal de cada uno
presto para ser reducido con paciencia.
Algo cambiará al final del confinamiento:
sospechas y rencillas acumuladas en el recuerdo,
el orgullo de haber sobrevivido en comunidad,
la minimización relativa de cada problema futuro.