Mes: julio 2020
Poema 282: Noche de julio
Noche de julio
La soprano granadina reposa en la penumbra
semioculta por la sombra centenaria
de una columna helicoidal;
el joven moreno y apuesto desgrana
notas de Debussy en su arpa legendaria;
la estampa es bellísima: palacio, noche, música,
la serenidad calurosa del mes de julio.
Presiden el patio unas gárgolas enhiestas,
tracerías góticas y filigranas absorben la mirada,
mientras ella deja flotar en el aire canciones de Falla.
Rostros enmascarados detienen el tiempo,
aguzan el oído ante una nana;
la artista ha calentado su voz, y su sonrisa
flota con sonidos armónicos demorados
que viajan por el patio hasta fundirse con la piedra.
Voz, arpa y silencio,
aplausos nítidos y alegría comunal en la música:
el público henchido de gozo eleva la vista
a la bóveda mudéjar;
artesonado o heráldica, flores de lis o semiesferas
la vista encantada no descansa.
Poema 281: Cuerpo
Cuerpo
Habitas en un cuerpo que solo tú conoces,
sabes de sus carencias y fortalezas,
escuchas cada uno de sus síntomas,
hallas en él un equilibrio inestable
suficiente para la vida cotidiana.
Repasas los cambios en el espejo,
tienes una visión de ti diferente
a la del resto de la gente que te mira,
eres esclavo y a un tiempo dueño,
te perdonas o no cada exceso y cada falta.
Estás orgulloso de esto o de aquello
detestas aquella parte que una vez fue señalada
y magnificas aquella ensalzada;
estás hecho de sombras,
de luces poéticas que alcanzaron tu ego.
Cada parte de ti tiene una historia íntima,
cada arruga ha sido merecida en el campo de batalla,
a veces no concuerda tu físico con tu idea de ti,
o tal vez coadyuva a tu miseria;
eres un todo inestable e impecable.
Tu cuerpo mide cada rayo de sol y reacciona,
se encoge y ensordece, o se agranda
en pecho henchido o en sonrisa profunda;
un dedo es suficiente para una tormenta
y es necesario todo el vello de punta en la alegría.
Habitas una estructura muy compleja,
la cuidas y administras cada día
acoplándote a sus cambios y dolencias,
eres un huésped necesario e intransigente,
una simbiosis afinada y sin fisuras.
Poema 280: Memoria del verano
Memoria del verano
Cada verano es un plano inexistente
que se superpone a otros planos
imágenes, sudor, playa, bicicleta,
pantalones cortos y sandalias
una puesta de sol en el mar.
Las láminas más lejanas
son transparentes,
apenas pinceladas en la memoria,
una playa de río,
la brecha de mi hermano contra una puerta,
un periódico con Suárez en la portada,
las ciruelas rojas y enormes en Gandía.
Luego hay ya una tormenta de imágenes:
hoy saldrá alguna por azar,
una bicicleta roja apoyada en un árbol
al que nos hemos subido,
tirar piedras a un lavajo con ranas,
un monasterio en ruinas en Aquitania,
leer un tebeo escondido a la hora de la siesta.
La superposición de planos no es nítida,
ni hay un camino temporal por el que seguir;
la presencia de estímulos reconocibles
te lleva a unos u otros recuerdos,
hilos de los que extraes vivencias
modeladas a tu conveniencia adulta,
sin aristas, ni sudor, ni agotamiento.
Las canciones del verano del ochenta y dos,
conviven con partidos de fútbol en una era
a la que vuelves subido en un trillo
cuando apenas habías cumplido cuatro años,
tras el sombrero de paja de tu abuelo.
Antes de la pandemia el verano era estructura,
viajes, vivencias, museos, arte y belleza, naturaleza;
ahora es una lucha mental de continuidad,
un cúmulo de pequeñas acciones
para soslayar el extraordinario peligro,
dotar de normalidad la herida física y mental
ante la incertidumbre de los meses futuros.
Este verano dejará imágenes extraordinarias
aplicado como estás en la búsqueda de belleza,
en el orden armónico dentro del desorden,
en la risa que aparece inesperada,
en una suma de ilusiones renovadas:
palabras, lecturas y ojos que brillan al mirarlos.
Poema 279: Campo de julio
Campo de julio
El campo en julio es de una belleza inusitada,
los labradores se afanan
en extraer todo el producto posible de la tierra:
hay pacas de paja, patatas a punto de florecer,
girasoles hermosos y amarillos,
un lavajo lleno por las últimas tormentas;
incluso el río Trabancos lleva algo de agua.
Desde la bicicleta se observa todo con detalle,
rastrojos, viñedos, pinares,
algunos centenos aún no cosechados,
nunca he visto tantas aves como este año,
en el camino apenas hollado no hay rastro del virus.
Algunas cosechadoras levantan nubes de polvo,
hay cultivos que no identifico,
plantaciones de almendros y otros frutales,
remolacha, maíz, garbanzos,
mecanización y riego, una cierta normalidad.
Las tormentas alteran el ritmo del trabajo,
nada que ver con otros tiempos:
ya no hay hoces ni levantarse a las cinco de la mañana,
no se trilla ni aventa la parva,
no hay bueyes ni mulas, ni cuadrillas de sol a sol.
Huele a manzanilla y a la paja recién cortada,
busco en la soledad de los caminos
no encontrarme con otros humanos;
miro al cielo y veo la revolución de las nubes,
al menos tanta belleza como la reproducida en el campo.
Poema 278: Un día idílico
Un día idílico
Acontece que todo lo quieres realizar,
el agua pura y cristalina
la marea baja y el fondo arenoso
verde, verde, verde de toda tonalidad,
cuerpos desnudos,
ansia de aire, luz, sol,
capturas fotografías sin medida,
no haces prisioneros,
simulas libertad durante unos minutos,
un baño con prisa entre las algas al anochecer,
la mirada perpleja de los confinados,
el libro en el que posas los ojos
pero no procesas más allá de unas líneas,
todo es provisional y nada te pertenece,
rozas la maravilla sin penetrar en ella.
Dulce día de julio,
sed de la ebriedad de la brisa,
de la mecánica del paseo y el olor
a ráfagas fugaces de polen y hierba de los prados,
arena y sal en la piel,
terapia y placer,
el conocimiento y la pausa
en días de madurez que evocan tu infancia.