Lejano
Todo parece muy lejano en este final de abril,
el inadvertido quinto centenario comunero,
aquel día de ilusión en la cola de vacunación,
las primeras páginas del enorme libro que leo.
Ha pasado un año de bruma pandémica,
la naturaleza brota con mucha fuerza otra vez,
hay de nuevo grúas en cualquier horizonte urbano,
pero aún todo termina a las diez.
El terreno de juego ya no es presencial
y el miedo se va disipando en las mascarillas,
en cifras ya asumidas en su enormidad,
en una cierta esperanza que no parece completa.
La magia puede observarse en cualquier acto cotidiano,
basta con evocar los meses pasados,
o elevar la vista a los cielos que tanto miramos,
para sentir el contraste de una vitalidad en ebullición.
Lejos quedan piscinas, aplausos, carreras deportivas,
el contacto físico de un partido de futbito,
el vapor en las duchas comunales tras el esfuerzo,
aquella sala de cine a reventar en un estreno.
Más lejos aún quedan pequeños olvidos,
lastre necesario con que equilibrar los límites invisibles,
en una reeducación vital lenta, consistente y necesaria,
la forma básica de sumergirte en la esencia del presente.