Poema 516: Los acontecimientos

Los acontecimientos

Se suceden eventos, celebraciones, efemérides,

la lucha de la memoria por sostener

unos recuerdos por encima del largo olvido.

Cuando se difuminan las imágenes y sensaciones

queda un poso difuso, etéreo, amalgamado,

de un gran peso específico en la vida,

un escudo magnético protector

capaz de generar auroras boreales bellísimas.

El lamento surge de la velocidad exponencial

de la acumulación de odiseas narrativas efímeras,

de la levedad con que habitas tu biografía.

La belleza es una gran enemiga,

satura tu retina, te hace henchir el pecho de gozo

y te desarma frente al pensamiento crítico:

un campo verde y feraz, los caprichos de las nubes

en una espléndida puesta de sol,

la sensación de potencia en las piernas al pedalear,

todas esas cumbres, cúspides, apoteosis,

alabean tu futuro recuerdo, introducen pesos

capaces de deformar la sencilla apariencia.

Un acontecimiento eclipsa a otro

en una sucesión ficticia y absurda, veloz,

que necesitaría de una absorción logarítmica

cargada del sosiego de un número áureo,

una convergencia necesaria en la escala humana.

Poema 423: Instantes robados

Instantes robados

Inconsciencia de juventud o prisa

esa niebla austera del Pisuerga

luz oculta promesa de fuego en la tarde

escarcha matinal esqueletos vegetales

en su ciclo de regeneración

un violín pura maravilla dentro de la norma

del circuito de las obras canónicas

o esa historia del canto castrato

la Giuditta es otra maravilla

una sucesión de belleza en la rutina

el cielo el río

la bandada de pájaros migrantes

voces dolor y acinesia

desigualdad cromática de los días

un relato absorbente y prohibido

mi incapacidad para permearlo todo

permanencia y lentitud

el rayo de sol de un amanecer rosado

categorías vitales fugitivas

pereza lectora de ritmo voraz

desorden en libros incógnitos

vaga esperanza de un futuro sin anclas

esa risa que surge del encuentro

de la gracia en estado libre

 pormenores importantes seductores

alicientes de futuro incierto

el entretenimiento virtual

tiempo de uso maquinaria alienante

deja resquicios en cada sentido

por los que entra la cuña del placer

el sueño organizador tan indicativo

la geometría del segundo plano intuitivo

esa corriente subterránea que te guía

Poema 420: Balance y final

Balance y final

Y la guerra es un bulbo,

exportable, lozano, un oscuro tubérculo

que arraiga en cualquier lodo.

                                    Aurora Luque en “Un número finito de veranos

Empezó el año con el mar

y unas temperaturas nunca esperadas.

Después fue El Viaje,

prepararlo, rememorar veinticinco años atrás,

planos, lugares, el Danubio.

Aún no había viaje, pero ya estaba viajando.

Entre tanto hubo música, conciertos, variaciones,

un pianista arrebatado,

una visita importante que se plasmó en el poema

sobre los pájaros que huyen del lúpulo.

Corrimos entre los pinos y la amistad una vez más.

Los castillos del Loira nos invitaron a soltar mascarillas,

a enmudecer ante el lujo y la magnificencia.

Despertaba la primavera y con ella la guerra,

el horror tan cerca, la incongruencia,

el beneficio de pocos y el desastre de todos.

En mayo descubrí los Zumacales, la magia

de un enterramiento prehistórico, el lugar sagrado,

la naturaleza en el valle de las Batuecas,

los pequeños eremitorios diseminados por la montaña.

Toda la naturaleza se llenó de amapolas y calor;

leí Como guardar ceniza en el pecho,

un festín literario lleno de feminismo y resistencia.

El Rey León en el que actuaba mi hija

creció lleno de baile y color.

Safo en Mérida entre el calor asfixiante

me llegó como un relato lleno de deseo y amor.

Hubo lesiones, fiebre, permanencia,

y sin pausa aparecieron las bicicletas rojas y amarillas,

la consciencia del viaje multitudinario,

días felices en los que todo salía mejor de lo planeado.

Permanecí en agosto mirando cielos, ruinas romanas,

ríos en los que apagar el calor inconmensurable,

un teatro y otra vez el mar nudista entre brezos violetas.

Hubo muertes mediáticas y cambios en el paisaje,

de nuevo la Amistad del corredor poema atemporal,

conversaciones sobre futuros inciertos, música india,

una campana y llegó, luctuosa, La herida matemática.

Noviembre fue un mes de belleza extrema en el Otoño Mágico,

lleno de acontecimientos, de ruido político, de poesía vital y setas.

Se termina el año con arte, con cielos, con fútbol,

lecturas, documentales que son una maravilla de hitos culturales.

Todo se sostiene por hilos invisibles, emoción poética,

formas que son miradas por ojos enfocados y atentos,

las sorpresas de cada día y la esperanza optimista

de fuerza incalculable, inmerecida y deslumbrante.

Poema 417: El arte

El arte

El arte está más allá de los sentimientos.

A veces son un motor de inspiración.

Otras veces el desencadenante es la inconsciencia,

la temeridad sin freno ni censura.

El miedo es una sentencia cierta.

Los días grises permanecen como una condena mental.

Duelen y atenazan.

Te encadenan a rutinas inesquivables.

La inteligencia puede convertir la nube en dragón,

el respirar aún, en una micro oportunidad única.

Hormigas en las calles siguen a sus teléfonos móviles,

hipnotizadas por la luz.

Por las noticias insignificantes amplificadas.

Cualquier movimiento más allá de la rutina es arte.

Produce placer.

Te eleva un instante cual trampantojo de hermosura.

Somos conscientes del camino de luz.

Y por él transitamos sin esperanza.

La sabiduría consiste en saber que la oportunidad llega.

En soportar el trabajo duro de cada día.

Aparecerá la risa o el encuadre inesperado,

esa luz en el cielo más compleja que toda creación humana.

Una historia que supera a la tuya en tristeza.

O la emoción de un verso en medio de las tinieblas.

Poema 416: Cielos de invierno

Cielos de invierno

Estos cielos fríos de diciembre son muy hermosos.

Pasamos de puntillas al lado de la felicidad y la belleza.

No conseguimos fijarlas ni un instante. Llegará ese momento en el recuerdo.

Allí estarán tus seres queridos, algunas palabras –que como jirones–

se enganchan en tu memoria; una sonrisa beatífica que repetiste.

Los cielos superpuestos de tantas fotografías, el día en que Messi

ganó el mundial en invierno.

El poema leído al amanecer me desasosiega:

olores de cada estación, fotografías, nostalgia de otros inviernos.

Soy un gran coleccionista de imágenes icónicas,

de un laúd muy antiguo, desafinado, azafranado a la luz de la chimenea,

aquella escalera con la que salíamos a buscar a los pajes reales…

La luz del sol desnuda los árboles y la escarcha matinal blanquea los tejados.

La melancolía me agarrota el pensamiento, detiene mis dedos.

El árbol navideño está repleto de viajes, mercadillos, bazares.

Los ritos son repetidos cada año para atenuar el dolor,

el rostro que deja entrever una tristeza sin fondo en el espejo.

Poema 322: Lejano

Lejano

Todo parece muy lejano en este final de abril,

el inadvertido quinto centenario comunero,

aquel día de ilusión en la cola de vacunación,

las primeras páginas del enorme libro que leo.

Ha pasado un año de bruma pandémica,

la naturaleza brota con mucha fuerza otra vez,

hay de nuevo grúas en cualquier horizonte urbano,

pero aún todo termina a las diez.

El terreno de juego ya no es presencial

y el miedo se va disipando en las mascarillas,

en cifras ya asumidas en su enormidad,

en una cierta esperanza que no parece completa.

La magia puede observarse en cualquier acto cotidiano,

basta con evocar los meses pasados,

o elevar la vista a los cielos que tanto miramos,

para sentir el contraste de una vitalidad en ebullición.

Lejos quedan piscinas, aplausos, carreras deportivas,

el contacto físico de un partido de futbito,

el vapor en las duchas comunales tras el esfuerzo,

aquella sala de cine a reventar en un estreno.

Más lejos aún quedan pequeños olvidos,

lastre necesario con que equilibrar los límites invisibles,

en una reeducación vital lenta, consistente y necesaria,

la forma básica de sumergirte en la esencia del presente.

Poema 318: Una palabra extraña comienza la historia

Una palabra extraña comienza la historia

Puede ser una planta exótica

o una estrella de la que no habías oído hablar,

o el nombre en clave de un puerto pirata,

quizás la maldición de un dios antiguo.

Tendrá un color dependiendo de sus vocales,

un sonido cercano a tu habla

una forma en la lengua que la moldeará.

Si fuera una estrella, sería un punto fijo

una guía para marinos o caravanas,

un divertimento en la noche de perseidas.

Si una planta, podría ser carnívora

o bien desecada un bebedizo, filtro amoroso,

pócima o elixir de una cierta juventud.

El puerto pirata sería un lugar aleatorio

en el que la muerte o la vida se jugarían a los dados,

una tierra efímera y efervescente.

El dios, me lleva a Egipto, de nuevo a la arena

de un desierto que tuesta la tez,

levanta tormentas de arena que ocultan la momia.

Las palabras moldean el mundo,

lo visten e iluminan, dan sentido a la vida,

o forman nubes y neblinas, lo oscurecen

a la espera de un viento suave y húmedo,

cálido y marino que despeje toda la tensión,

y resucite esperanza e ilusión del azul celeste.

Poema 267: Los cielos del confinamiento

Los cielos del confinamientoIMG_5280 (1)

Los cielos del confinamiento alojan belleza

luz inesperada, una geometría azarosa

llena de fractales, suaves transiciones,

exabruptos acolchados por el algodón sedoso de las nubes.

 

Reflejan esos cielos la ausencia de movimiento

en las otrora atestadas calles,

algunas luces de alarma refractadas

por el tránsito acuoso hacia la altura.

 

Formas caprichosas, colores extintos,

un huerto de verduras para comer con los ojos,

todo en el cielo es inhumano, inconmensurable,

los residuos de una guerra verbal en redes sociales.

 

La convergencia solar regia se retuerce

en escorzos republicanos, tricolores, maduros,

en fuga de beneficios de muchas empresas,

en tierra baldía a la manera de Eliot.

 

Nadie puede quitar la vista del vórtice cenital,

a la espera de un azul inmaculado

en el que el contagio se haya diluido

cual pastilla efervescente en agua de limones.

 

Será el mismo cielo con distintos pesos en cada balanza,

la misma miseria moral escondida en verdes

o en azules volanderos de gaviotas alteradas,

el contrapeso de la inteligencia valiente y combativa.

 

El cielo se puede condensar en un arcoíris semicírculo

o se puede rasgar en truenos y relámpagos,

en la cólera de dioses que no acuden

a rescatar a los heroicos sanitarios.

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