Balance y final

Y la guerra es un bulbo,

exportable, lozano, un oscuro tubérculo

que arraiga en cualquier lodo.

                                    Aurora Luque en “Un número finito de veranos

Empezó el año con el mar

y unas temperaturas nunca esperadas.

Después fue El Viaje,

prepararlo, rememorar veinticinco años atrás,

planos, lugares, el Danubio.

Aún no había viaje, pero ya estaba viajando.

Entre tanto hubo música, conciertos, variaciones,

un pianista arrebatado,

una visita importante que se plasmó en el poema

sobre los pájaros que huyen del lúpulo.

Corrimos entre los pinos y la amistad una vez más.

Los castillos del Loira nos invitaron a soltar mascarillas,

a enmudecer ante el lujo y la magnificencia.

Despertaba la primavera y con ella la guerra,

el horror tan cerca, la incongruencia,

el beneficio de pocos y el desastre de todos.

En mayo descubrí los Zumacales, la magia

de un enterramiento prehistórico, el lugar sagrado,

la naturaleza en el valle de las Batuecas,

los pequeños eremitorios diseminados por la montaña.

Toda la naturaleza se llenó de amapolas y calor;

leí Como guardar ceniza en el pecho,

un festín literario lleno de feminismo y resistencia.

El Rey León en el que actuaba mi hija

creció lleno de baile y color.

Safo en Mérida entre el calor asfixiante

me llegó como un relato lleno de deseo y amor.

Hubo lesiones, fiebre, permanencia,

y sin pausa aparecieron las bicicletas rojas y amarillas,

la consciencia del viaje multitudinario,

días felices en los que todo salía mejor de lo planeado.

Permanecí en agosto mirando cielos, ruinas romanas,

ríos en los que apagar el calor inconmensurable,

un teatro y otra vez el mar nudista entre brezos violetas.

Hubo muertes mediáticas y cambios en el paisaje,

de nuevo la Amistad del corredor poema atemporal,

conversaciones sobre futuros inciertos, música india,

una campana y llegó, luctuosa, La herida matemática.

Noviembre fue un mes de belleza extrema en el Otoño Mágico,

lleno de acontecimientos, de ruido político, de poesía vital y setas.

Se termina el año con arte, con cielos, con fútbol,

lecturas, documentales que son una maravilla de hitos culturales.

Todo se sostiene por hilos invisibles, emoción poética,

formas que son miradas por ojos enfocados y atentos,

las sorpresas de cada día y la esperanza optimista

de fuerza incalculable, inmerecida y deslumbrante.

Deja un comentario