Poema 505: Atravesando el Atlas

Atravesando el Altlas

Al Atlas se accede siguiendo un río

teñido de rojo intenso;

–Un río de sangre–, diría con sorna gallega

la joven sentada a mi izquierda en el microbús.

Llueve desaforadamente,

el agua percute en la trinchera de la carretera nueva

provocando el desprendimiento de moles de piedra.

Aguanieve en el paso de los dos mil metros,

roca viva que se va cubriendo de blanco.

La luz del sur asoma en el descenso,

aldeas disimuladas en la tierra arcillosa,

un minarete que domina un valle, cabras,

la tradición sobrevive apegada a los ancestros.

Cesa la lluvia absolutamente,

la montaña húmeda se convierte en desierto,

arenisca ventosa de colinas onduladas:

la sombra de las nubes crea paisajes fantasmales.

El terreno yermo se rompe súbito por un río estacional,

un oasis, ya turístico, en el que nos detenemos,

viento cargado de fina arena cegadora,

palmeras y modestas construcciones que ocultan

la maravillosa kasbah cinematográfica,

un lugar onírico a la puerta del Sáhara,

la destructiva búsqueda de la nada en el Cielo Protector.

Ait Ben Haddou, adobe, tierra, paja, madera,

callejuelas laberínticas, tinta secreta, índigo, té, azafrán,

zumo de limón calentado con soplete.

El castillo es una ruina castigada por el viento,

rotos fotogénicos en una humilde muralla,

el lugar perfecto desde el que se atisba la planicie.

Un caftán rojo rompe la monotonía del barro

en la cuesta ascendente dentro del laberinto;

la mujer que lo portaba se coló en la fotografía

saliendo de la nada fantasmagórica del decorado:

color de contraste, como la nieve en las cumbres

durante el retorno peligroso a la plaza de la Unesco.

Poema 318: Una palabra extraña comienza la historia

Una palabra extraña comienza la historia

Puede ser una planta exótica

o una estrella de la que no habías oído hablar,

o el nombre en clave de un puerto pirata,

quizás la maldición de un dios antiguo.

Tendrá un color dependiendo de sus vocales,

un sonido cercano a tu habla

una forma en la lengua que la moldeará.

Si fuera una estrella, sería un punto fijo

una guía para marinos o caravanas,

un divertimento en la noche de perseidas.

Si una planta, podría ser carnívora

o bien desecada un bebedizo, filtro amoroso,

pócima o elixir de una cierta juventud.

El puerto pirata sería un lugar aleatorio

en el que la muerte o la vida se jugarían a los dados,

una tierra efímera y efervescente.

El dios, me lleva a Egipto, de nuevo a la arena

de un desierto que tuesta la tez,

levanta tormentas de arena que ocultan la momia.

Las palabras moldean el mundo,

lo visten e iluminan, dan sentido a la vida,

o forman nubes y neblinas, lo oscurecen

a la espera de un viento suave y húmedo,

cálido y marino que despeje toda la tensión,

y resucite esperanza e ilusión del azul celeste.