La magia del campo
Llueve, sale el sol, viento,
ni un alma en los caminos que llevaban a las eras
colonizadas por casas con persianas bajadas.
Huele a cebada espigándose, a flores en las cunetas,
limpios los campos, uniformizados
por el efecto de los selectivos herbicidas.
Se ondulan las colinas en esta perspectiva
sobre el valle ancestralmente habitado,
algunos árboles, caminos, divisiones humanas,
al fondo los elevados edificios de la ciudad.
Camino solitario en medio de la belleza,
de la luz de un sol que se filtra entre los pinos,
a escasos minutos de la música,
de la gran autopista exportadora de ruido infame.
Soy un punto minúsculo en el vasto espacio,
heredero de los domeñadores de la tierra,
en una tarde azarosa de primavera.