Poema 380: La luna enciende la cebada

La luna enciende la cebada

La luna enciende la cebada

recién regada por la tormenta.

Tras la lluvia, huele a cereal espigado,

hay mucha feracidad en las plantas.

Algunos árboles del paseo están huecos

pero han brotado sus hojas de un verde intenso.

El viento hace ondular las espigas

y la luz del anochecer crea una atmósfera mágica.

Solo, en medio del campo, me pregunto por esta belleza

por la singularidad de este momento

en el que mis sentidos aprehenden cuanto abarcan;

también por la soledad y la despoblación,

al igual que días atrás en las Batuecas

me preguntaba por la vida en los eremitorios,

consciente de que el lunes

soportaría los ruidos y la contaminación urbana,

el gris opaco del asfalto en los ojos

impregnados de verde y trasparencia en ese instante.

Cada estación, añoro más la vida al aire libre

el riesgo y la soledad

frente a la seguridad socio-sanitaria de la ciudad;

la meditación y el éxtasis

frente a las prisas compulsivas y las adicciones tecnológicas.

Vuelvo envuelto en mi propia nube,

en el placer renovado de los sentidos,

de nuevo domesticado y cómodo

al mundo aséptico de horarios y sentidos limitados.