Poema 463: Belleza natural

Belleza natural

Belleza, esa hora de luz mágica, girasoles

nada hay ya hermoso en el campo

pero me apego a él como un don,

esa ebriedad del poeta zamorano,

el fresco que desprende la tierra en el ocaso.

La luz ilumina un parque, lo llena de color

ya sin la vida que tuvo hace unos minutos,

paseantes, parejas otoñales, carritos de bebé,

las almendras amargas que nadie quiere,

las arcas reales como vestigio arqueológico.

Solitarios exploradores ascienden a una cueva,

cuelgan sus fotografías de valles perdidos

como si fuera el trofeo conquistado con paciencia,

caminantes jubilados, henchidos de gozo.

Perdí la oportunidad de ver salir la luna llena,

imposible fotografiar el encuadre del satélite

entre los tirantes del puente sobre el Pisuerga,

lo efímero se volatiliza entre los móviles.

El mundo ha cambiado con el covid pandémico,

también con las aplicaciones de los teléfonos:

el acoso de los tiktokers,

la búsqueda de un nicho original en las ondas.

La Gran Belleza se mantiene intacta,

Jep Gambardella visita lugares mágicos o míticos,

la música abre los poros de la absorción de imágenes,

la mezcla total de los géneros.

Solo el dolor evita la absorción de la belleza natural,

desordena las terminaciones nerviosas,

desquicia el pensamiento racional,

compite con cualquiera de las lacras del tiempo.

El instante ha pasado y queda una cierta quietud,

unas picaduras de mosquito en las piernas,

el imposible silencio roto por las bicicletas,

el recuerdo futuro de hermosas fotografías.

Poema 315: Silencio

Silencio

El silencio lo rompe el réquiem por Sigfrido,

entonces imagino mi muerte

y esa música tremenda que desgarra la tarde,

proporcionando tal vez un momento de belleza

en quienes lo escuchen

como otros funerales lo hicieron en mí.

El silencio lo rompe el canto de un mirlo

mientras leo sentado en el banco de un parque

en este falso inicio de primavera,

y ese canto me lleva a un patio de Córdoba

en el que leía El cielo de Lima,

antes de escuchar El mirlo del pruno,

que es un gran trovador.

El silencio me desgarra como el sol poniente

desgarra esas nubes en el horizonte,

antes de que coloque el disco de Amancio Prada

recitando el Cántico Espiritual de San Juan

capaz de encender en mi espíritu el mismo color

naranja-intenso de la puesta de sol.

El silencio es un bien escaso en la ciudad

al igual que la forma de salir de él

llena de sorpresas e incertidumbre:

los murmullos crecientes en la terraza de un café,

el agua que cae en la cascada junto al molino

y te hace evocar la nieve y el deshielo.

Poema 287: Un día en el lago

Un día en el lago

El fuego del cielo es solo una medida,

existen muchas otras:

un castillo de formas rectangulares,

un problema de geometría entretenido,

bañarte en un lago entre risas infantiles,

observar la dinámica vital de una pareja joven,

la cantidad de tatuajes que llevan los bañistas,

y cerrar el ciclo otra vez con las nubes anaranjadas.

 

Sin mucho esfuerzo, olvidas la pandemia,

disfrutas de tu cuerpo al sol,

lanzas piedras que rebotan en la superficie

sin apenas olas del embalse,

una ardilla o un petirrojo son una novedad

en el mundo increíble de los niños.

 

El camino que rodea el agua tiene la forma de un ojo,

pescadores, parejas solitarias y adolescentes

ocupan su nicho en cada cala,

los peces zigzaguean en el agua transparente de la orilla,

los grupos de homínidos se refrescan;

el día transcurre de forma atemporal en la sombra.

 

Baile, movimiento, formas geométricas,

son simplificaciones, clasificaciones mentales

para poder transitar de forma ordenada por la vida,

casi todas las sensaciones se procesan por eliminación

de datos superfluos, idealización o demonización.

 

El castillo había sido destruido para convertirlo en silo,

la circunstancia que lo hizo posible es Historia,

tras siglos de conversiones religiosas y puritanismo,

el lago ha recobrado su pujanza de turismo interior,

allí mirando la superficie dinámica del agua

reconsideras el sentido inercial de todas tus decisiones.

 

 

 

 

 

Poema 283: Días especiales

Días especiales

Días especiales, sol, verano, amplias vistas,
el recuerdo de una lechuza de caza en la noche anterior,
un baño en la mañana con cierto frescor,
los pájaros que pían en el jardín de las delicias,
todo confluye en la armonía de las esferas.
 
Pedaleo por caminos que he recorrido muchas veces,
siento cada bache y cada rodera,
reconozco uno tras otro los paisajes,
las plantas sembradas en el terruño,
las manchas verdes de los pinares.
 
Conozco el lugar exacto para ver la puesta de sol,
algunos árboles a los que subí de joven,
cada era en la que antaño se aventaba el grano,
casas y personas a las que saludo de forma rutinaria,
lavajos y pequeños manantiales de verdor perimetral.
 
Camino por calles con casas conocidas,
algunas desembocan en la plaza o en la iglesia,
puede que esta noche calurosa de julio
los escasos habitantes saquen sus sillas al fresco,
comenten sus andanzas del día o saluden al paseante.
 
Hay un cine de verano como hace muchos años,
entonces eran comediantes o tal vez artistas de un circo,
cada espectador aporta su silla,
los ruidos de la noche se solapan con la megafonía,
es una vuelta al pasado en tiempos de crisis.
 
El jardín de la casa solariega es un oasis de frescor,
destellos de rosas cuya fragancia no dejas pasar,
un delirio de colores, una suma de manchas armónicas,
la vida aquí es sencilla entre riegos y barbacoas,
es un fluir leve del tiempo interior de cada cual.

Poema 213: Metapoema

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Atonía de espacios abiertos llenos de luz,

demasiada luz,

cerebro y flores demasiado expuestos,

ángulo agudo al despertar del sueño

de media tarde.

 

Voy en el coche conduciendo,

leo un poema de Simic en un semáforo;

–esto no puedes escribirlo, alguien te denunciará–,

pero podría habérmelo inventado,

–¿qué estás diciendo que mientes en tus poemas?

¿Toda tu poesía es mentira?–

 

Reviso los doscientos doce poemas de mi blog,

quizás he inventado historias en algunos,

quizá en todos…

 

Acabo de despertar, soñaba

con vecinos que tendían la ropa en los columpios.

Era bonito, parecía un barco con velas remendadas,

un colorido de espantapájaros,

el sonido del viento deshidratando la colada,

–eso lo has visto en una película china–

 

–Este poema terminará en tu blog–

no hay problema, no lo lee apenas nadie,

puedo poner mi sueño y decorarlo

con una puesta de sol sobre una ría

o con flores amarillas de tojo en un sendero.

 

–Demasiada luz–.

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