Noche de julio
La soprano granadina reposa en la penumbra
semioculta por la sombra centenaria
de una columna helicoidal;
el joven moreno y apuesto desgrana
notas de Debussy en su arpa legendaria;
la estampa es bellísima: palacio, noche, música,
la serenidad calurosa del mes de julio.
Presiden el patio unas gárgolas enhiestas,
tracerías góticas y filigranas absorben la mirada,
mientras ella deja flotar en el aire canciones de Falla.
Rostros enmascarados detienen el tiempo,
aguzan el oído ante una nana;
la artista ha calentado su voz, y su sonrisa
flota con sonidos armónicos demorados
que viajan por el patio hasta fundirse con la piedra.
Voz, arpa y silencio,
aplausos nítidos y alegría comunal en la música:
el público henchido de gozo eleva la vista
a la bóveda mudéjar;
artesonado o heráldica, flores de lis o semiesferas
la vista encantada no descansa.