El mundo a tus pies
En la desapacibilidad de comienzos de mayo
una salida en bicicleta con mi hijo es algo mágico,
el esplendor del campo, el esfuerzo,
un silencio de pedalear e impregnarse de los colores
de esta primavera que me evoca la del confinamiento.
Soy consciente de la maravilla del instante,
de la conexión sin palabras, de la dualidad establecida,
una transmisión inmaterial de ideas, de movimiento,
el placer de triscar montes y sembrados,
de vislumbrar una combinación inesperada de flores,
de ascender a lo alto de un monte, sin resuello.
Todas las obligaciones diáfanas han desaparecido,
la vista abarca campos ondulados, árboles de hojas tiernas,
algunos senderos apetecibles, ocres entre el verdor;
también una sensación efímera de volatilidad:
después de este instante vendrá otro también irrepetible,
habrá otras felicidades que apenas podré fijar un instante
devoradas por la velocidad imparable de los acontecimientos.
El mundo a tus pies permanecerá en la retina,
elongará el tiempo más allá de mi tiempo y fortaleza.