Poema 511: La mujer desnuda

La mujer desnuda

La fotografía me impactó por la sordidez

y la belleza,

el cuerpo no escalado con el bidé ni el lavabo,

el espejo del rostro cansado

y la rotundidad del desnudo trasero.

Ni el fotógrafo ni la modelo vivirán ya;

todas las preocupaciones o las alegrías

pertenecen a un pasado olvidado

y quizás a nadie importen.

Posiblemente hacía frío fuera,

el pequeño radiador bajo el lavabo

da un toque de calidez a la estancia.

Las sombras y el juego de la luz

dotan al cuerpo de gran potencia:

claroscuro deseable, intimidad, reflexión

de manos apoyadas en el borde de la pila,

pies flexionados en el apoyo, oscuridad

frente a unas cortinas claras de primoroso ganchillo.

Al fotógrafo solo le importó el instante,

quizá la predisposición del rostro, la luz, el ángulo,

los reflejos de otras fotografías.

El espectador de la exposición de Crister Strömholm

podrá tal vez imaginar una historia

ya perdida para siempre.

Poema 311: Seda

Seda

Aquella chica que lee acurrucada en el sofá

al lado de la chimenea

mientras todos duermen en la casa

está creando una imagen idílica para siempre.

No importa el libro, aunque lo memorizará

en su mitificación,

importa el lugar y la circunstancia, la belleza

el bienestar que está sintiendo,

lo singular que ella es en ese grupo y en cualquier otro.

Ya no es una chica, es una mujer

y se ha arreglado para tomar un café conmigo.

Casi solo existen sus ojos que devoran palabras,

enhiestas pestañas que los agrandan;

hace preguntas clave y con ellas crea un mundo

lo desarrolla en una maqueta

construye gruesos cimientos bien soportados

duda, y en esa duda está toda su energía.

La luz intimista de la chimenea dota de continuidad

a las palabras fabuladas,

después vendrá el esfuerzo, la evaluación

el gusto innato por aprender cada mecanismo.

La literatura ha amortiguado la competitividad.

Poema 132: Orlando

Orlando IMG_20170821_205928

Orlando tuvo que haber sido, fue;

era un hombre y era una mujer después,

era admirador de poetas y se enamoró,

durmió varias veces siete días

cual divinidad que se expande por los siglos,

despertó

inflamado en identidades múltiples,

en un palacio con tantos dormitorios como días

tiene el año no bisiesto.

Se enamoró y no fue correspondido al extremo,

y la Historia lo bordeaba como si fuera un baúl

una reliquia, un elemento invariable.

Orlando tuvo que haber sido,

más allá del hielo y el deshielo y de la corte turca,

más allá de las fiestas de sociedad,

de los poetas mediocres o geniales:

hombres banales, estultos, insignificantes.

Orlando tuvo que haber sido

un culmen de estética y belleza,

una mujer sensible y erudita,

el viento del sudoeste fin último y principio de libertad,

amor a la naturaleza,

olvido del pasado y mirada siempre hacia delante.

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