Poema 511: La mujer desnuda

La mujer desnuda

La fotografía me impactó por la sordidez

y la belleza,

el cuerpo no escalado con el bidé ni el lavabo,

el espejo del rostro cansado

y la rotundidad del desnudo trasero.

Ni el fotógrafo ni la modelo vivirán ya;

todas las preocupaciones o las alegrías

pertenecen a un pasado olvidado

y quizás a nadie importen.

Posiblemente hacía frío fuera,

el pequeño radiador bajo el lavabo

da un toque de calidez a la estancia.

Las sombras y el juego de la luz

dotan al cuerpo de gran potencia:

claroscuro deseable, intimidad, reflexión

de manos apoyadas en el borde de la pila,

pies flexionados en el apoyo, oscuridad

frente a unas cortinas claras de primoroso ganchillo.

Al fotógrafo solo le importó el instante,

quizá la predisposición del rostro, la luz, el ángulo,

los reflejos de otras fotografías.

El espectador de la exposición de Crister Strömholm

podrá tal vez imaginar una historia

ya perdida para siempre.

Poema 333: Día de playa


Día de playa

No hace sol, es un día nublado de agosto.

Los hombres desnudos se mimetizan con la arena.

Hay pocas mujeres.

Con la marea baja puedes caminar decenas de metros

dentro del agua.

De camino a la playa has visto a las vacas tumbadas rumiando.

Una joven con el torso desnudo

trata de hacer malabares con unas mazas.

No lo consigue, es un desastre.

Una pareja en bañador entrecruza sus cuerpos sobre la toalla.

He seguido el planear de dos gaviotas,

una se ha posado en el mar y allí permanece como una boya;

la otra vigila atentamente desde una roca cercana.

Una mujer de apariencia musulmana

desciende los doscientos escalones de acceso a la playa;

se despoja del vestido. 

Ya desnuda, se quita con cuidado el pañuelo del cabello.

No hay dos personas iguales. Tampoco dos distintas.

El caracol que viste a la ida ya no está cuando vuelves.