Poema 424: Crepúsculo

Crepúsculo

Es la hora mágica de asomarse a la ventana

y decir: el mundo es pura luz

la hermosura del crepúsculo, el dolor

anaranjado o rosáceo del frío,

el día que se resiste a dejar paso a la penumbra

en la que aflora el poder oculto,

todos los trapicheos vergonzosos,

la fealdad que no se puede mostrar en el día.

Las siluetas y los dibujos del cielo

para quien pueda asomarse, son como un mar,

un momento evanescente de lucidez,

un oasis en la monotonía del azul anticiclónico,

la mente en blanco y el frío dentro de los huesos.

Algún antepasado prehistórico debió de adorar

esa luz menguante, ese aturdimiento bello

el silencio con el que cae a plomo la cortina helada,

momento de refugio y fuego, de tareas interiores,

de narrar historias o invocar a los espíritus.

La soledad traspasa el alma y la encumbra,

petrifica al observador entre fusco y lusco,

le llena los pulmones de anhelos

muestra el final de un ciclo y le urge a irse

a postergar esa contemplación tan igual y distinta,

la prisa, la urgencia por vivir otras luces, otros dolores.

Ninguna puesta de sol es idéntica a otra,

una nube, un color, cualquier perturbación,

incluso el estado de ánimo y la predisposición:

el ánimo se ablanda o endurece

surgen palabras o recuerdos o personas,

y el olvido se fusiona en negro con el obturador

antes de que se prolongue el oeste en minutos

inconmensurables, de medición variable y ninguna.

Nadie aguanta la contemplación virginal,

ni el aullido de un perro en lontananza,

ni el rumor de las sombras que acechan;

el cuerpo pide su retirada a la caverna caliente

cómoda, llena de sonidos familiares,

de una protección construida y meditada.

Ya no hay fotografía posible, solo el camino oscuro

la presencia y el ánimo para soportar la soledad

y los pasos en tinieblas, cegado por el fulgor

de la escena más hermosa y hierática del día.

Poema 364: Los pájaros invisibles

Los pájaros invisibles

Los pájaros son invisibles en la ciudad,

si acaso al atardecer en la plaza de los ciegos

revolotean inquietos buscando acomodo.

La bandada de estorninos es casi invisible

en esos eternos minutos que dura el crepúsculo.

Las tardes crecientes de febrero son muy hermosas,

hacen pedalear al ciclista observándolo todo

con ojos de halcón.

Aún con lágrimas en los ojos

recuerdas el minuto de silencio.

El flujo de conciencia trae al verso, un lucero

un dolor y un insomnio.

Leíste unas doscientas páginas del Ulises

y ahí lo tienes abandonado con su marca páginas.

Continúa el dolor y también las incógnitas,

dónde, cómo, por qué.

Me han llamado ingenuo por tercera vez

como si no conociera la maldad de los hombres

o sus perturbaciones y trastornos.

Aunque haya psicópatas sueltos

la vida está llena de gente generosa

y a veces lo más sencillo explica asuntos complicados.

Los pájaros también fueron invisibles en el campo.

Poema 220: Gatos

GatosIMG_20190519_223053

La luz a esta hora invita al recogimiento,

aún no hace buen tiempo,

brillan las luces de la ciudad en el río

despiertan soledades olvidadas.

 

Una docena de gatos posa en el parque infantil

hay pocos transeúntes que los amedrenten

miran embobados esperando su comida

esa que a diario alguien les acerca.

 

Asomado al balcón del río observo la corriente

una mujer que pasea a su perro me observa

quizás me compadece o me ignora,

tendrá ya sus propios problemas intrínsecos.

 

Los gatos podrían atacarme si estuvieran hambrientos,

no creo que saliera bien parado del asalto,

mi presencia altera sus posiciones:

se alejan sin alejarse.

 

La fuerza del río es un imán para la conciencia,

el destello de la luz sobre la pasarela

y las sombras del mermado crepúsculo

estimulan los centros neurálgicos de la belleza.

 

He recordado al gato tuerto y a otros gatos:

en esa colonia de apacible apariencia

habrá luchas de poder, de vida y sexo,

morrongos descarriados que se asoman

a la oscura corriente del río.

IMG_3408 (1)

 

Poema 187: Documentos

DocumentosIMG_20180801_170931

Los documentos absorben toda la energía,

permutan el orden natural de preferencias,

antes o después ya no servirán para nada.

 

El bidón encendido es la señal de la niebla

del frío matinal en la ribera del Duero,

es la llama que enciende mi sonrisa en otoño.

 

El espectáculo de las hojas decolorándose,

o un crepúsculo de resonancias africanas

son documentos que perdurarán algo más.

 

Todo lo importante es relativo,

salvo los instantes de felicidad de cada día,

ahí está el motor y la serenidad y la gracia.

 

Poeta, cámara de fotos, degustador visual,

olfativo, táctil,

dueño de un imaginario atrofiado por la realidad.

 

Los documentos absorben tiempo y materia,

silencian el canto de los pájaros,

convierten cada día en un rectángulo gris.

IMG_20181022_170448

 

Poema 181: Ayer creí ver

Ayer creí verIMG_20180822_205822

Ayer creí ver una luna dentro de la luna,

observé el hormigón debajo del asfalto,

una ventana que no da a ningún sitio,

una ausencia de árboles en el descampado.

 

Luego ya observé el crepúsculo de nubes azuladas,

la silueta de la torre en el cielo revuelto,

un barullo de palomas asustadas por el ruido,

una cierta fealdad de adobe a la intemperie.

 

Cachivaches, fotografías de otra época

en las que el contexto anula a los personajes,

bailes y exceso de tecnología actual,

un pequeño edén de agua y plantas aromáticas.

 

Ayer creí ver una red de colaboración altruista,

personajes despojados de su rol,

la franqueza de una vuelta a los orígenes,

trabajo sin orden y sin presión.

 

Más tarde reconocí escenas repetidas,

esas que a veces calman el espíritu por conocidas,

las que no admites fuera del lugar y la circunstancia,

trampantojo y disimulo fuera del tiempo.

IMG_20180823_220656