Poema 445: Bendita Felicidad

Bendita felicidad

Él duerme.

Toca el piano con soltura,

se llena de memoria y de notas,

se mide conmigo cada día.

Ella se relaciona,

queda bien con todo el mundo,

empatiza hasta el tuétano de sus huesos.

Veo pasar sus momentos,

los días llenos de una felicidad muy alta,

repletos de acontecimientos.

Pienso, escribo, disfruto,

leo poco, pero pausado y consciente

del poder evocador de las palabras.

Atisbo la vorágine de cuanto sucede,

la gracia del olvido selectivo,

el engaño colectivo tan reiterado.

Bendita felicidad de libros acumulados,

de conocimiento y belleza,

de contacto intenso con la naturaleza.

No hay tantas rutinas placenteras,

ni tantas extravagancias exquisitas,

solo el cultivo sosegado del bienestar.

No dejo pasar el instante, ni la ocasión efímera,

ni tan siquiera un poema vislumbrado,

ni esa risa –rara avis– tan amiga.

Existen las oscuridades y el dolor,

algunos presagios difíciles de ignorar,

el fin absoluto de los tiempos en que vives.

Y sin embargo suena la música,

coexisten las bellas palabras

con miradas llenas de energía y pasión.

El tiempo nunca dura suficiente,

ni la belleza, ni los rituales, ni el amor,

solo el amplio instante perdura inmarcesible.

Poema 379: Destellos

Destellos

Destellos de felicidad, verdor, despreocupación,

de una vida intensa en la naturaleza,

pura ficción:

estás en un relato impresionista

en el que tú construyes con tu conciencia la historia,

limas y descartas, minimizas el mal tiempo

o las carencias y el aburrimiento.

También el dolor.

Sobrevaloras la soledad, pagado de ti mismo,

lleno de una salud que no durará mucho.

Sin embargo esos destellos tienen consecuencias,

han sembrado dudas teóricas y duendes silenciosos

hacen un trabajo constante de zapa ante la fealdad,

la prisa, las prescindibles acciones de cada día.

Vano caudal de luces y canto de pájaros,

asombro ante la belleza de la jara en flor,

fotografías de un intenso verdor primaveral,

un baño en aguas frías, puras, cristalinas,

diluidas por el tiempo voraz y veloz,

ese que vas a gastar rodeado de ruido,

de una nube tóxica invisible cuando estás en ella.

La conciencia tapa y adormece, ensalza y eleva

las necesarias acciones para la supervivencia

en un medio social hostil con apariencia protectora.

Solo los destellos del arte, de la poesía, de la música,

te mantienen erguido y con cierta esperanza futura.

Poema 364: Los pájaros invisibles

Los pájaros invisibles

Los pájaros son invisibles en la ciudad,

si acaso al atardecer en la plaza de los ciegos

revolotean inquietos buscando acomodo.

La bandada de estorninos es casi invisible

en esos eternos minutos que dura el crepúsculo.

Las tardes crecientes de febrero son muy hermosas,

hacen pedalear al ciclista observándolo todo

con ojos de halcón.

Aún con lágrimas en los ojos

recuerdas el minuto de silencio.

El flujo de conciencia trae al verso, un lucero

un dolor y un insomnio.

Leíste unas doscientas páginas del Ulises

y ahí lo tienes abandonado con su marca páginas.

Continúa el dolor y también las incógnitas,

dónde, cómo, por qué.

Me han llamado ingenuo por tercera vez

como si no conociera la maldad de los hombres

o sus perturbaciones y trastornos.

Aunque haya psicópatas sueltos

la vida está llena de gente generosa

y a veces lo más sencillo explica asuntos complicados.

Los pájaros también fueron invisibles en el campo.

Poema 336: Descenso

Descenso

Un día te quedas solo

con esas reflexiones tan importantes;

pierdes el control de tu cuerpo

ese que tanto has moldeado

las manos aún bronceadas

tu rostro marcado por los desastres de la vida.

Desciendes.

Coincide que la luz ese día es grisácea,

apenas puedes ver más allá de tu declive.

Te afanas en tareas cotidianas,

repetitivas, rutinas que has hecho mil veces.

Te has fijado en esas flores marchitas

atadas a una valla en la calle;

has pensado: ahí hubo un accidente terrible,

imaginas a quien puso las flores

recordando una y otra vez la escena.

Tienes varios recordatorios en el móvil,

fotografías a cuál más hermosa,

ausentes de ellas quienes recorrieron otros caminos;

te quitas las gafas,

en tu miopía observas todos los detalles en la pantalla,

cuánta hermosura de color y como duele.

Abres los brazos y los cierras nadando a braza

los ojos bien abiertos tras las gafas esféricas

con las que abarcas todo el fondo de la piscina;

esa imagen parece sacada de una peli de Almodóvar,

entonces recuerdas a los amigos que no pueden nadar.

La decadencia es inevitable,

tanto como el desgaste de los zapatos que más te gustan.

Entrecierras los ojos para tener aún menos luz,

oyes el ruido del tráfico y el viento en la enredadera.

Poema 221: Las líneas de la felicidad

Las líneas de la felicidadIMG_2930 (1)

Las líneas de la felicidad son débiles,

nada dura más allá del instante o la sensación.

 

Puedes etiquetarte en un estado emocional satisfactorio

capaz de ocultar los problemas estructurales subyacentes,

cual capa de tierra superficial que se lleva el viento.

 

Vuelve la arena, el simún del desierto

descubre tu carne viva, la zurce y desgarra.

 

Hay días sin augurio ni horizonte.

 

Esperas pacientemente, te distraes con un pájaro

o lees más desgarro y más dolor.

 

El equilibrio tarde en regresar, te desequilibras aún más.

 

Las líneas de la felicidad pierden peso,

se difuminan en una puesta de sol bellísima,

en el cálido atardecer de junio, tan ansiado.

 

La vida pasa y no te espera.

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Poema 159: Idus de marzo

Idus de marzoIMG_20180309_202920

Llueve, hace viento,

nada te afecta ni distrae,

la lluvia externa complementa

tu inundación interior.

 

El parque está mojado,

huele a brotes de primavera,

a aire limpio y frío,

charcos enormes, quietud.

 

Dolor, impotencia,

un puñal afilado en las vísceras,

levantas la vista, ya nublada,

empiezas a confundir las sombras.

 

Mañana no estarás y pasado mañana

ya no serás recordado,

vagas luces,

animula, vagula, blandula…

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Poema 73: Fragmento automático

                                                                              Fragmento automático

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Inútil el pensamiento elaborado, la vaga sombra de recuerdos, la vida misma, el hecho aislado de un movimiento mecánico, la edad, el dolor envenenado de las articulaciones ante la ausencia de movimientos, vaga edad, vaga sensación, moroso permanecer, frente a la pujanza de la ausencia de vida, de tiempo vital, de energía, uno observa su don quijote más próximo y siente el vacío de un abismo físico o mental que terminará por llegar; permanecer a costa de lo que sea, aprovechar cada instante, vislumbrar emociones, la ilusión de cada día, de centrarte en las pequeñas alegrías, de valorar el beso de tu hijo al despedirse de ti en el colegio sin preguntarte (demasiado) ¿cuánto durará?, sombra libre de precauciones, sale el sol y ella se extiende, se encoge o se elonga, en virtud de la posición del astro, mecánica, vorágine de datos, pesimismo gubernamental, nadie afloja más allá de sus propias ideas egocéntricas o de su cálculo futuro a medio plazo en un espacio necesitado de optimismo, de posibilidades, de pequeños cambios y seguridades, una primavera política que no aparece, tantos palos, y tantos desengaños, y tanta búsqueda de la riqueza personal o del ensalzamiento de unos pocos, cambio de cromos, todo gris, sorprende cualquier atisbo de belleza, cualquier sensación de libertad o de soledad, el poder escribir a uña de caballo sin detenerte en consideraciones logísticas o de conveniencia o de quién leerá tus desatinos y tus desvaríos, una novela, un poema repetitivo cargados de fotos del cielo, de sensaciones optimistas las más de las veces, pero no siempre, festejo de la vida o lamento dulce del amor que aún perdura, colateral y diáfano, besos y caricias, y el desatarse del deseo en una umbría carnal, erótica, fuente de vida, fuente de estimulación mental, vorágine, permanencia, vitalidad sin cálculo, orden de tu universo, renovador, elegíaco, transversal; observo la triste condición de un limpiacristales, ropa enorme para su cuerpo, las circunstancias sobrevenidas, malas decisiones, suerte adversa, nadie está libre de esas circunstancias; el rictus de mi cara o la acidez de mi comentario en una tertulia improvisada junto al café con magdalena, pesimismo, la vida observada sin filtros, sin serotonina, una sucesión de acontecimientos o de maldades o de falta de inteligencia colectiva, y sin embargo la experiencia, las lecturas, el aguante físico y emocional del ser humano, dicen que estos estados colectivos e individuales amainan, que se suceden toboganes, que uno es susceptible de renacer a la esperanza y a la ilusión cuando parece más hundido, y que las botellas lanzadas al vacío, a veces son recibidas por alguien comprensivo; quizás eche a andar una novela o una historia en tu imaginación o te sientas orgulloso de un poema o seas capaz de resolver el problema que te ha surgido en una de tus clases, o te sientas bien acogido en el seno de cualquier colectivo; el desorden entonces se vuelve sosiego o desasosiego permanente, la voracidad del tiempo que antes parecía eterno alcanza un protagonismo mental que te excluye de pequeños placeres mundanos, el dorado de tu dedo convierte en maravillosa cualquier cosa que tocas, magia, lujuria de días en los que la fortuna te sonríe, en los que la mirada se vuelve penetrante y aprecias la estructura de cada objeto emergente en tu campo de visión, eres singular y al mismo tiempo participas de desórdenes colectivos, de estados de ánimo sociales, de proyectos, de menciones en una red social; búsqueda continua de tu poema, de tu lugar, de tus posibilidades reales; surge sin embargo de repente un agujero negro, torbellino en el que aparece la muerte, en el que te sumerges sin saber qué es lo que vas a encontrar, sin saber si saldrás de ahí, si seguirás viendo abril como un mes de apertura de flores y plantas de destape corporal, de vitamina solar o por el contrario será el mes cruel de Elliot, el mes en el que la tristeza es más profunda por el contraste con la luz, con la alegría de la naturaleza; uno es sensible a cada minúscula partícula de soledad o a la lágrima que contempla en ojos ajenos, enrojecidos, ojos amados de los que has extraído tantas sonrisas, tanto alimento; eres un ser vertical y anónimo, paseas tu silueta sin ton ni son por la vida, rozas otras esferas y a veces ese leve roce produce puntos singulares, catástrofes funcionales que no lo son, perturbaciones desproporcionadas, incógnitas para ti, muestra de la matemática difusa, de lo inesperado, de convulsiones encadenadas de las que fuiste el iniciador y no lo has sabido, ídolo de quien no conoces, crítico hasta la náusea contigo mismo, voraz consumidor de belleza, depositario de palabras y de sensaciones; en medio de todo eres capaz de soltar esa lágrima reprimida, postergada, de leer un fragmento en voz alta y maravillarte de tu propia tonalidad, de la inflexión de tu voz, de la seguridad aparente con que recitas, frente a tu propia consideración, no hay dioses ni hay idea que no pueda ser transformada en literatura, la ficción es más real que la propia realidad, la convicción lo es todo, es el arte de perdurar, es la belleza instantánea que se perderá dos nubes más allá, es el soniquete rítmico de percusión en una orquesta en la que eres el director y decides cuando entra el timbal, cuando el cántico apoteósico de un barítono ilumina todo tu derredor, taumaturgo y erudito, capaz de sumar momentos de gloria.

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