Poema 233: En la burbuja

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Los tejados llenos de antenas reflejan

el agua de la llovizna.

 

Hay un cielo gris precioso repleto de gradaciones.

El aire es húmedo y afilado.

 

La mujer del cuadro salió esta mañana a pasear.

Hay avispas revoloteando sobre los helados.

He visto unas siluetas conocidas pasar fugaces.

 

No hay molinos que absorban el viento,

los árboles no aciertan a retener en sus ramas

las voces de la naturaleza.

 

El sonido horrísono de los coches

acalla el murmullo de voces jóvenes en la noche.

 

No recuerdo ya los libros que hojeé en la librería,

ni el poema que he leído hace un rato.

 

El ambiente es eléctrico como en un fin del mundo.

 

Un personaje del libro me ha saludado atentamente:

fumaba en pipa y llevaba la bragueta desabrochada.

 

Ella pasa cada mañana con el mismo vestido;

nos indica si vamos tarde o no al colegio.

 

La vida es una suma de pequeñas oscilaciones sensoriales.

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Poema 113: Velocidad de la luz

Velocidad de la luz

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Viajar,

¿tú dónde irías?

¿Dónde te ha gustado más?

¿Un paisaje o una catedral,

un objeto de museo,

una emoción subjetiva

o el reconocimiento universal

de la belleza y la magnitud?


Viajas a la velocidad de la luz

en tu mente, en mi mente,

viajo a una emoción en un instante,

a una sensación o un olor,

a las puestas de sol

en el perfil rocoso de Creta

desde la fortaleza veneciana.


Viajas a los ojos de jade

de una figura animal,

a una playa pedregosa y solitaria,

quizás nudista, sol y calor,

un mundo predispuesto

a aparecer en tu sueño.


Viajas en la lentitud enorme

de tus reflejos y reflexiones,

vórtice en el tiempo,

desde isla Mauricio

a las playas cálidas de Puket.


Viajas de un museo a otro,

de una capital atestada de turistas

a la Venecia dieciochesca,

del deseo de visitar Samarkanda

a la luz de Cacilhas frente a Lisboa,

de los Jerónimos a Lanzarote.


Highlands, fiordos, auroras boreales

en el norte,

calor y luz en el sur,

playas y mar,

cultura, una maravilla de la antigüedad,

sal y cocina mediterránea,

todo cabe en el ansia imaginativa.


Eres tú el viaje y tú la velocidad,

versos de La Ciudad de Cavafis,

en ti está la esperanza y la ilusión,

nada existe más allá de tu imagen mental,

ora recuerdo, ora deseo,

eres tú y tu poderosa mente viajera en fusión.

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Poema 100: Sensaciones

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Algunos detalles, imágenes, se introducen

con fuerza entre mis circunvoluciones cerebrales.

Ya no son las mismas,

las he reelaborado y mitificado,

he difuminado ciertos fragmentos y ensalzado otros.


Si buceo con intensidad en el recuerdo

aparecen ellas, las sensaciones,

la angustia del abandono o la soledad,

la alegría infinita del sol y el mar,

la libertad de pedalear en tierra extraña.


Ante esos recuerdos sonrío

o me encojo aún temeroso y mínimo,

el olor de la cebada en la era,

vagar desorientado por lugares conocidos,

el dolor intenso de una luxación.

 

La experiencia me dicta, en medio del recuerdo

inspirar profundamente y detener el tiempo,

registrar ese instante de plenitud,

ojos, cara, sonrisa, el viento cargado de aromas,

el último beso que le di a mi abuela.


Muerte, sudor, infinito cansancio en la media maratón,

la película mejicana en el cine una noche lejana,

un roce de labios, unas manos enlazadas,

el llanto de un niño recién nacido,

un viaje en tren tras un día espléndido.


Recuerdo una multitud especiada

en el zoco de fez, laberinto y mercado,

un juego de escondite infantil temblando

bajo un abrigo con la niña que te gustaba,

el ciervo de Font de Gaume que lame a su hembra herida.


Hierba recién cortada en un minifundio,

un río helado y los tojos que pinchan,

el fútbol en el cruceiro,

el mazazo del anuncio de la muerte,

mi hija llena de cables en una incubadora.


Podría evocar versos tristes y alegres noticias,

infancia y adolescencia,

la madurez magnífica o el dolor insoportable,

pero me quedo en la repetición constante

de mi sonrisa en el espejo cada mañana.

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Poema 73: Fragmento automático

                                                                              Fragmento automático

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Inútil el pensamiento elaborado, la vaga sombra de recuerdos, la vida misma, el hecho aislado de un movimiento mecánico, la edad, el dolor envenenado de las articulaciones ante la ausencia de movimientos, vaga edad, vaga sensación, moroso permanecer, frente a la pujanza de la ausencia de vida, de tiempo vital, de energía, uno observa su don quijote más próximo y siente el vacío de un abismo físico o mental que terminará por llegar; permanecer a costa de lo que sea, aprovechar cada instante, vislumbrar emociones, la ilusión de cada día, de centrarte en las pequeñas alegrías, de valorar el beso de tu hijo al despedirse de ti en el colegio sin preguntarte (demasiado) ¿cuánto durará?, sombra libre de precauciones, sale el sol y ella se extiende, se encoge o se elonga, en virtud de la posición del astro, mecánica, vorágine de datos, pesimismo gubernamental, nadie afloja más allá de sus propias ideas egocéntricas o de su cálculo futuro a medio plazo en un espacio necesitado de optimismo, de posibilidades, de pequeños cambios y seguridades, una primavera política que no aparece, tantos palos, y tantos desengaños, y tanta búsqueda de la riqueza personal o del ensalzamiento de unos pocos, cambio de cromos, todo gris, sorprende cualquier atisbo de belleza, cualquier sensación de libertad o de soledad, el poder escribir a uña de caballo sin detenerte en consideraciones logísticas o de conveniencia o de quién leerá tus desatinos y tus desvaríos, una novela, un poema repetitivo cargados de fotos del cielo, de sensaciones optimistas las más de las veces, pero no siempre, festejo de la vida o lamento dulce del amor que aún perdura, colateral y diáfano, besos y caricias, y el desatarse del deseo en una umbría carnal, erótica, fuente de vida, fuente de estimulación mental, vorágine, permanencia, vitalidad sin cálculo, orden de tu universo, renovador, elegíaco, transversal; observo la triste condición de un limpiacristales, ropa enorme para su cuerpo, las circunstancias sobrevenidas, malas decisiones, suerte adversa, nadie está libre de esas circunstancias; el rictus de mi cara o la acidez de mi comentario en una tertulia improvisada junto al café con magdalena, pesimismo, la vida observada sin filtros, sin serotonina, una sucesión de acontecimientos o de maldades o de falta de inteligencia colectiva, y sin embargo la experiencia, las lecturas, el aguante físico y emocional del ser humano, dicen que estos estados colectivos e individuales amainan, que se suceden toboganes, que uno es susceptible de renacer a la esperanza y a la ilusión cuando parece más hundido, y que las botellas lanzadas al vacío, a veces son recibidas por alguien comprensivo; quizás eche a andar una novela o una historia en tu imaginación o te sientas orgulloso de un poema o seas capaz de resolver el problema que te ha surgido en una de tus clases, o te sientas bien acogido en el seno de cualquier colectivo; el desorden entonces se vuelve sosiego o desasosiego permanente, la voracidad del tiempo que antes parecía eterno alcanza un protagonismo mental que te excluye de pequeños placeres mundanos, el dorado de tu dedo convierte en maravillosa cualquier cosa que tocas, magia, lujuria de días en los que la fortuna te sonríe, en los que la mirada se vuelve penetrante y aprecias la estructura de cada objeto emergente en tu campo de visión, eres singular y al mismo tiempo participas de desórdenes colectivos, de estados de ánimo sociales, de proyectos, de menciones en una red social; búsqueda continua de tu poema, de tu lugar, de tus posibilidades reales; surge sin embargo de repente un agujero negro, torbellino en el que aparece la muerte, en el que te sumerges sin saber qué es lo que vas a encontrar, sin saber si saldrás de ahí, si seguirás viendo abril como un mes de apertura de flores y plantas de destape corporal, de vitamina solar o por el contrario será el mes cruel de Elliot, el mes en el que la tristeza es más profunda por el contraste con la luz, con la alegría de la naturaleza; uno es sensible a cada minúscula partícula de soledad o a la lágrima que contempla en ojos ajenos, enrojecidos, ojos amados de los que has extraído tantas sonrisas, tanto alimento; eres un ser vertical y anónimo, paseas tu silueta sin ton ni son por la vida, rozas otras esferas y a veces ese leve roce produce puntos singulares, catástrofes funcionales que no lo son, perturbaciones desproporcionadas, incógnitas para ti, muestra de la matemática difusa, de lo inesperado, de convulsiones encadenadas de las que fuiste el iniciador y no lo has sabido, ídolo de quien no conoces, crítico hasta la náusea contigo mismo, voraz consumidor de belleza, depositario de palabras y de sensaciones; en medio de todo eres capaz de soltar esa lágrima reprimida, postergada, de leer un fragmento en voz alta y maravillarte de tu propia tonalidad, de la inflexión de tu voz, de la seguridad aparente con que recitas, frente a tu propia consideración, no hay dioses ni hay idea que no pueda ser transformada en literatura, la ficción es más real que la propia realidad, la convicción lo es todo, es el arte de perdurar, es la belleza instantánea que se perderá dos nubes más allá, es el soniquete rítmico de percusión en una orquesta en la que eres el director y decides cuando entra el timbal, cuando el cántico apoteósico de un barítono ilumina todo tu derredor, taumaturgo y erudito, capaz de sumar momentos de gloria.

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