Poema 486: Como cada día

Como cada día

Como cada día, leo un poema de Safo

y otro de Fosse.

Como cada día, leo la prensa, y procuro

escuchar la risa cantarina de Laura Barrachina.

Como cada día escucho el Poema de la Pasión,

y miro con intensidad y concentración

a ver si atisbo el bidón encendido.

Como cada día procuro mirar el río,

caminar por una u otra pasarela fluvial.

Como cada día ando varios kilómetros,

miro el podómetro en el móvil y sonrío.

Como cada día consulto mi dispositivo personal

unos centenares de veces o más.

Como cada día, trato de escribir alguna frase

o de hacer una fotografía bonita.

Como cada día atisbo el amanecer

en la percepción de quien me observa y se mofa.

Como cada día hago la cena con primor,

anhelo el tiempo propio de soledad.

Como cada día llego a mi cama agotado y dormido,

anoto un día más en los que me ha tocado vivir.

Poema 349: El Camino

El Camino

La lluvia resalta la belleza del otoño,

brillan las hojas,

las agujas marrones del pino

resurgen cobrizas en el suelo,

solo la música rivaliza en belleza

desde el interior del automóvil.

Cada mañana revisito mis obsesiones:

la fugaz visión del río y su cauce salvaje,

el bidón en el que arden maderas en el aserradero

antes blanco, y renovado y ya quemado,

la casita con columpios en medio del pinar,

lo que yo llamo, pretenciosamente, tierras altas,

unas glicinias que asoman por un balcón

igual y distinto a los otros en una fila de cuatro

casas iguales y distintas.

Millones de sinapsis se cruzan en mi cerebro

en medio de todos estos hitos observables:

una sentencia, una estadística, una noticia,

el enfoque y los minutos iniciales de la clase

que impartiré dentro de unos minutos.

El camino es un ritual presente cada día

una forma de estar en el mundo con la seguridad

de una cierta inmutabilidad mientras todo cambia;

anclajes de seguridad mientras sigo escalando.

Poema 339: Destellos de luz

Destellos de luz

Algunas señales son destellos de luz

una combinación favorable de semáforos,

el vuelo sagital de pájaros migratorios,

el bidón cuya llama se adelanta al frío

o este veranillo conocido pero inesperado.

Observas anonadado el volcán,

la corriente roja de lava en la noche,

el contacto tremendo con el mar.

Llevas contigo el libro de poemas

difíciles de entender pero mágicos

en su sencillez aparente:

poemas descriptivos en los que hay sombra

y hay luz y erotismo,

vidas enteras recordadas,

otros mundos que ya no existen.

Me obsesionan las grúas al amanecer,

gigantes de quietud nocturna

que chirrían en la dura jornada laboral.

En la penumbra del ocaso resplandece

un horizonte muy conocido;

abro la ventana y el ruido cíclico de los coches

encuentra el silencio de los intersticios.

Nada dura mucho tiempo,

ni siquiera la reflexión gozosa

sobre la explosión anaranjada de luz.

Poema 303: Ajenos

Ajenos

El operario que quema la madera cada mañana

es totalmente ajeno a la alegría

que provoca en mí el fuego en el bidón cortado,

la llamarada en medio de la niebla,

una guía en la ribera del Duero,

un símbolo en el viaje estructurado.

Una señora solitaria lanza piedras a las urracas

que picotean alegremente en la pasarela

para poder pasar por allí,

ajena a que es observada y juzgada como demente

por dos matemáticos corriendo por el canal.

Ajeno era el trompetista que da titulo al blog

cuando en una pradera junto al río Órbigo

interpretó su tractor amarillo,

ensayó su mejor saludo al auditorio natural vacío

y se fue en su Renault ocho derrapando.

Ella, ya entrada en años y carnes, espera,

mascarilla bajada, mirando sin mirar a la pared,

en medio de una calle anodina

a ser recogida por un coche tan verde oliva como ella,

ajena a la mirada del paseante con periódico.

La pareja mundana y atractiva, saluda efusivamente

a sus amigos, en la puerta del bar recién reabierto,

tiempos navideños icónicos,

olvido pandémico y ansia de vivir

conforme a los estándares de éxito evolutivo.

Poema 194: El fuego

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El fuego bello que en la mañana

ilumina mi rostro, transmuta

la orientación del pensamiento.

Llega la llama tras el verde incógnito

los charcos sobre la arcilla,

la maravilla de producción infinita.

 

El fuego me produce sosiego,

anticipa el curso escondido del Duero,

el desvío ya inevitable hacia las Maricas.

Deshago el camino, el físico

para instalarme en un mundo de ideas,

voz, imagen o relato.

 

El fuego es la alegría y el júbilo,

es calor en medio de la niebla o la helada,

una llama maderera,

también es ya la Tenoria de mi relato,

un día corriendo bajo la niebla,

es noviembre y la luz violácea de la mañana.

 

Cuando muera, el fuego seguirá tal vez,

unas manos ateridas lo alimentarán;

será la señal de vida y humanidad

en un mundo aséptico de futuro.

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Poema 187: Documentos

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Los documentos absorben toda la energía,

permutan el orden natural de preferencias,

antes o después ya no servirán para nada.

 

El bidón encendido es la señal de la niebla

del frío matinal en la ribera del Duero,

es la llama que enciende mi sonrisa en otoño.

 

El espectáculo de las hojas decolorándose,

o un crepúsculo de resonancias africanas

son documentos que perdurarán algo más.

 

Todo lo importante es relativo,

salvo los instantes de felicidad de cada día,

ahí está el motor y la serenidad y la gracia.

 

Poeta, cámara de fotos, degustador visual,

olfativo, táctil,

dueño de un imaginario atrofiado por la realidad.

 

Los documentos absorben tiempo y materia,

silencian el canto de los pájaros,

convierten cada día en un rectángulo gris.

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Poema 147: Algunos días

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Algunos días las cosas no salen bien

y llega la superstición,

los números (sean cuales sean)

se encadenan y ofrecen escenas dantescas

en la imaginación desmesurada

de quien conjura miedo y soledad

con juegos numéricos y alegorías.

 

Algunos días llega el dolor de cabeza,

el optimismo intangible se apaga,

todo se vuelve gris,

mas una vez superado, el mundo se abre

a la innovación, a la mirada poética;

se abren inopinadamente múltiples caminos,

vuelves a observar con devoción

el bidón encendido cuya llama rasga la niebla.

 

Algunos días el cansancio te abruma,

apenas puedes distinguir la solución correcta

en una maraña de datos,

la madurez te enlentece y derrota,

pero ya sabes que no tienes nada que perder:

sigues descubriendo e imaginando,

puedes escribir un poema cifrado

o imaginar la potencia de la luz en un viaje.

 

Algunos días callas, otros navegas aquí y allá

sin caminos ni guía,

hasta que un detalle te despierta,

el juego de la vida, con apariencia aleatoria,

estructuras y caminos, patrones y evolución,

la oculta matemática que todo preside.

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Poema 106: Amanece

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Amanece. Seca helada,

un planeta naranja en el oscuro azul.

Los figurantes se reúnen en torno al bidón encendido.

Disfraces, jubones, calzas, gorgueras,

un chándal tres tallas más grande.


Frotan las manos esperando su turno,

voz engolada y chulesca:

tenorios, mejías, ciuttis,

ineses, brígidas, doñanas,

el desafío de la imaginación en el torneo.


En cada ronda se enfrentan dos poetas,

todos los demás aplauden o silencian.

Los gorrillas sucumben ante los jubones,

batalla de gallos, duelo singular,

voz, aplomo, improvisación, elegancia.


La fuerza visual del atuendo

parece acompañar al verbo florido,

ripios, rimas, fuerza interpretativa,

más actores que poetas, más rufianes

de gesto amplificado y sonrisa burlesca.


En la ronda final, la palabra precisa

de una dama hermosa

desmonta verbo a verbo cada bravata:

con firmeza sostenida, elimina, altera,

desconcierta al petulante y lo humilla.


Vencedora por aclamación, sonríe

y su sonrisa colorea el entorno;

nadie ha grabado la batalla,

victoria efímera de autoafirmación,

un escalón de ascenso vital.

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