Poema 511: La mujer desnuda

La mujer desnuda

La fotografía me impactó por la sordidez

y la belleza,

el cuerpo no escalado con el bidé ni el lavabo,

el espejo del rostro cansado

y la rotundidad del desnudo trasero.

Ni el fotógrafo ni la modelo vivirán ya;

todas las preocupaciones o las alegrías

pertenecen a un pasado olvidado

y quizás a nadie importen.

Posiblemente hacía frío fuera,

el pequeño radiador bajo el lavabo

da un toque de calidez a la estancia.

Las sombras y el juego de la luz

dotan al cuerpo de gran potencia:

claroscuro deseable, intimidad, reflexión

de manos apoyadas en el borde de la pila,

pies flexionados en el apoyo, oscuridad

frente a unas cortinas claras de primoroso ganchillo.

Al fotógrafo solo le importó el instante,

quizá la predisposición del rostro, la luz, el ángulo,

los reflejos de otras fotografías.

El espectador de la exposición de Crister Strömholm

podrá tal vez imaginar una historia

ya perdida para siempre.

Poema 507: Paisajes de África

Paisajes de África

Arenisca,

suaves ondulaciones del viento,

la alargada sombra del atardecer

hace enormes los camellos turísticos.

Hay cárcavas olvidadas,

un paisaje desértico, arrasado y estéril,

sobre el que las nubes dibujan a sus anchas,

formas y sombras inquietantes.

El imponente Atlas nevado todo lo preside,

regula el clima extremo,

permite oasis de aprovechamiento intenso

y algunos cursos de agua estacionales.

Me siento ridículo y mínimo ante la vastedad

del horizonte difuminado por el viento arenoso.

¿Qué vida sobrevive ahí, quién caza o es cazado?

La caída del sol es un espectáculo de color,

ruidos agudos que anticipan la noche,

fogatas, sombras, gruñidos inidentificables,

tapias de barro erosionadas,

leves protecciones temporales, integradas,

un mínimo rebaño de cabras,

extrema pobreza exenta de las necesidades modernas.

La vida, al igual que el barro, se aúna al paisaje,

lentitud, morosidad, gasto mínimo de energía,

siempre transitando las mismas sendas ancestrales.

Poema 428: La Ciudad

La Ciudad

Ciudad sucia, deslavazada,

granito sobre el que se ocultan sombras,

figurantes de la urbe,

despojos humanos perseguidos.

Churretones, pises, el suelo poético hundido

por el peso del tráfico,

sin apenas mobiliario urbano donde sentarse.

Ruido y obra permanente,

un templo del neoliberalismo salvaje.

Algunas florecillas como reclamo:

un musical, una exposición culta,

restaurantes temáticos,

lugares donde monetizar al turista.

Se reúnen cinco jóvenes ciclistas:

son repartidores alegres al lado de Ópera,

sobreviven en esta jungla,

saltan de liana en liana y sonríen

listan sus cuitas y sus rutas de servicio

para no terminar siendo sombras.

La policía a caballo es un reclamo turístico:

largas porras, enormes animales,

el suelo rugoso retumba bajo las herraduras.

Artistas de tercera fila son desplazados,

la cultura vive en otros barrios, exiliada,

más allá del anillo contaminado.

Franquicias y mercados ocultan

pequeñas librerías amistosas,

lugares en los que se reúnen los desterrados,

un submundo oculto a la vista basta,

a los movimientos salvajes crematísticos.

La vida renace en los intersticios del granito,

de las losas sepulcrales de la ciudad:

entre el ruido de las taladradoras

se eleva un Nessun Dorma tenor

en el corazón mismo de la Puerta del Sol.

Poema 370: La calima

La calima

No veo todo lo que debiera de ver,

hoy la metáfora es el polvo sahariano

pero ocultas están las ondas, los silbos

en frecuencias inaudibles para mi edad,

algunas sombras en horarios imposibles,

o el trino de los pájaros en árboles desnudos

silenciados por el ruido de los coches.

No escucho las bombas de racimo,

ni los gritos indignados e impotentes

de los ucranios sitiados, peones de un tablero

en el que sienten que alguien les mueve

o les expulsa de la partida sin permiso.

El frío se cuela por la ventana abierta

como símbolo de una debilidad energética

vulnerando la estructura mental de seguridad

construida con paciencia, ilusamente,

por varias generaciones democráticas.

Un espectroscopio sería lo más apropiado,

o la lucidez suficiente para entender

el perverso y aséptico juego de esa partida

en la que nadie gana, observado todo

desde el punto de vista, a ras de suelo,

de quienes son movidos por autómatas impasibles.

La calima marrón que todo cubre

muestra la fragilidad superficial de un mundo

más inseguro y limitado de lo imaginado.

Poema 368: Amanecen los gallos

Amanecen los gallos

Amanecen los gallos, y las sombras

se van desvaneciendo en la montaña.

Hace frío y no se oyen aviones ni artillería,

quizás ha sido solo el sueño de la noche

o una película en la que los tanques avanzaban.

Tiembla la tierra por obra de Marte,

los puentes y caminos deberán ser reconstruidos,

las familias con hijos jóvenes no cicatrizarán.

Los olivos recién podados

absorben toda la energía de la tierra,

sangre, excrementos, abonos comprimidos;

sus hojas perennes son inmunes a los gritos,

al pasado, al futuro.

Arrastran sus maletas en la frontera

sin ánimo ni esperanza,

ajenos a los análisis concienzudos de los políticos,

enajenadas sus mentes, sobrepasadas

por hierros retorcidos y silbos constantes.

El agua cantarina transcurre entre las piedras

fría y trasparente;

alguien saciará allí su sed y aliviará el dolor

de sus botas desgastadas por las flores.

El bullicio del comercio sigue su curso

ignorante de la injusticia, del horror y de la guerra.

Poema 304: Polígono semiurbano

Polígono semiurbano

Las crisis del ladrillo más la pandemia

han llevado al polígono semiurbano a la ruina.

Permanecen las fachadas, como en la canción de Mecano:

la cara vista es un anuncio de Signal,

la cara oculta son cristales rotos,

okupas que pasan frío, ratas, maleza y desorden.

Hay cables que se cruzan aquí y allá,

Suciedad, muchas gasolineras sin que nadie las atienda.

Algunos atisbos de esperanza:

un cielo sacado de una película americana,

talleres, un rocódromo, dos hipermercados.

La ruina es el paraíso del fotógrafo

acostumbrado a flores y los colores del otoño.

Imaginas una chabola de madera

oculta en el edificio sin cristales,

sombras que se mueven en busca de electricidad,

un atlas de pequeños paraísos efímeros,

dolor y resistencia,

quizás los más preparados ante un desastre mundial.

Tratas de no verlos, como ocultas a tu mirada

las miles de cucarachas bajo la tarima impoluta

del suelo de tu casa.

Cuelga la ropa tendida en una cuerda catenaria

allá donde reverbera la vida.

Las sombras viven una Navidad diferente.

Poema 140: Parque de sombras

Parque de sombras IMG_7389

Parque de sombras, frío

luz tenue anaranjada,

el viento azota las hojas;

ella cruza veloz con paso firme,

observas encogido en tu pelliza

la belleza de la escena nocturna.

 

Soledad, contraste

con el verano aún presente,

bancos llenos de gente y murmullos,

oración humana,

seguridad colectiva y liviandad.

 

Escena cinematográfica, pandillera,

la necedad importada de América,

una cámara enfoca la brasa de un cigarrillo,

música que estremece y predispone,

vaho, humo exhalado, qué importa.

 

Dice el guion que el líder decide,

pueden salir zombis

o un guerrero experto en artes marciales;

aquí nada sucede,

su caminar humaniza el parque,

integra las sombras y destierra el miedo.

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Poema 130: Hojas amarillas

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Se cayeron las hojas de los árboles

antes del otoño,

torrentes horadaron la tierra,

dormiste dos días seguidos,

al despertar el polvo no dejaba respirar.

 

En el cielo atronaban aviones invisibles,

el ruido que emitía la radio

parecía la radiación cósmica de microondas,

hojas de papel volanderas

cubrían las calles, vacías de color.

 

Sombras humanas cruzaban deprisa,

embozadas y siniestras,

te sentías observado por ojos diferentes,

una luz intensa unía el día y la noche,

confusión y terror, quizá no estés vivo.

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