Paisajes de África
Arenisca,
suaves ondulaciones del viento,
la alargada sombra del atardecer
hace enormes los camellos turísticos.
Hay cárcavas olvidadas,
un paisaje desértico, arrasado y estéril,
sobre el que las nubes dibujan a sus anchas,
formas y sombras inquietantes.
El imponente Atlas nevado todo lo preside,
regula el clima extremo,
permite oasis de aprovechamiento intenso
y algunos cursos de agua estacionales.
Me siento ridículo y mínimo ante la vastedad
del horizonte difuminado por el viento arenoso.
¿Qué vida sobrevive ahí, quién caza o es cazado?
La caída del sol es un espectáculo de color,
ruidos agudos que anticipan la noche,
fogatas, sombras, gruñidos inidentificables,
tapias de barro erosionadas,
leves protecciones temporales, integradas,
un mínimo rebaño de cabras,
extrema pobreza exenta de las necesidades modernas.
La vida, al igual que el barro, se aúna al paisaje,
lentitud, morosidad, gasto mínimo de energía,
siempre transitando las mismas sendas ancestrales.