Poema 507: Paisajes de África

Paisajes de África

Arenisca,

suaves ondulaciones del viento,

la alargada sombra del atardecer

hace enormes los camellos turísticos.

Hay cárcavas olvidadas,

un paisaje desértico, arrasado y estéril,

sobre el que las nubes dibujan a sus anchas,

formas y sombras inquietantes.

El imponente Atlas nevado todo lo preside,

regula el clima extremo,

permite oasis de aprovechamiento intenso

y algunos cursos de agua estacionales.

Me siento ridículo y mínimo ante la vastedad

del horizonte difuminado por el viento arenoso.

¿Qué vida sobrevive ahí, quién caza o es cazado?

La caída del sol es un espectáculo de color,

ruidos agudos que anticipan la noche,

fogatas, sombras, gruñidos inidentificables,

tapias de barro erosionadas,

leves protecciones temporales, integradas,

un mínimo rebaño de cabras,

extrema pobreza exenta de las necesidades modernas.

La vida, al igual que el barro, se aúna al paisaje,

lentitud, morosidad, gasto mínimo de energía,

siempre transitando las mismas sendas ancestrales.

Poema 484: Paisaje desde mi ventana

Paisaje desde mi ventana

Las últimas hojas de los plátanos se resisten a caer

ya no son doradas, ni amarillas, no brillan con el sol,

tienen un color cobre decadente y mate

a la espera de una nevada o del viento del norte

que las haga por fin parte del compost y de la tierra.

Esa es mi visión de cada día en un paisaje con continuidad,

el abeto infiltrado entre las ajadas copas platanáceas

está a punto de ser devorado como lo fueron los almendros;

la masa incalculable de hojas oculta las grúas redivivas,

aquellos edificios blancos de terrazas crecientes

hijos de la reclusión pandémica y de la fábrica alcoholera.

Lejana y oculta queda ya la silueta del centro comercial,

el punto geodésico que visite con mis hijos hace años,

esa pequeña visión agreste de libertad.

Paseantes con perros que buscan los parvos rayos de sol

completan la visión matinal surgida del frío y de la noche,

permiten que mi vista se expanda más allá del ladrillo

y de los periódicos semáforos reguladores del tráfico.

Poema 439: Viaje en globo

Viaje en globo

El aire frío anuncia el amanecer,

hay una lona estirada y un cestillo de medio lado,

mi amigo Gus llega sin dormir.

Unos ventiladores llenan el globo de aire

antes de que los quemadores lo enderecen.

Los viajeros nos reunimos en torno al piloto

que comienza su explicación.

Ascendemos sin apenas darnos cuenta

salvo por el tamaño de quienes quedan en tierra,

sale el sol al otro lado de la ciudad.

La vista cenital se esfuerza por localizar

los hitos conocidos de la urbe:

identifico decenas de lugares, parques, plazas,

vías terrestres de escape.

Cada cual se afana en fotografiar y grabar

fijar el instante en su objetivo,

olvidarse de la fragilidad aparente del cestillo

suspendido por una tela rellena de aire caliente.

El fuego de los quemadores calienta la piel

como si estuviésemos al pie de una chimenea,

tanto que se agradece la brisa en el cogote.

Volar es una sensación maravillosa,

cancela el tiempo y cualquier otro pensamiento,

salvo la belleza colorida del paisaje,

la sombra inclinada del propio artefacto

y la alegría profunda de sentirte vivo.

Aterrizamos con calma: la pericia segura del piloto

descarta opciones y atisba barbechos y baldíos,

nos conmina a la postura de seguridad

mientras brega y se posa con sapiencia.

Poema 137: Sequía

SequíaIMG_7267 (1)

Las tierras altas calizas, aparecen descarnadas,

hay urracas famélicas:

asustadizas de natural, apenas se mueven.

 

El suelo cruje cuando avanzas campo a través,

los lavajos están cuarteados:

una vez hubo agua de lluvia aquí.

 

Docenas de palomos picotean el césped ralo,

en las aceras, regateras y orines se suceden,

una cierta pestilencia lo invade todo.

 

Aún hay belleza en la luz y en el cielo,

los árboles se decoloran deshojándose,

un riachuelo moribundo serpentea en el ocaso.

 

El arado se desvanece en una cortina de polvo,

cuesta respirar,

los ojos se secan sin alcanzar el horizonte.

 

Sigue saliendo agua del grifo,

ignorantes, olvidamos conductas preventivas,

la historia de la lucha por la subsistencia.

IMG_20171028_193049

Poema 129: He ascendido

He ascendidoIMG_20170815_105717

He ascendido hasta lo alto

de la Cañada Soriana Occidental.

El ascenso es vertiginoso,

cubierto de sudor escalo por las rocas.

 

Estas piedras ya existían, no el embalse

espejo minorado por la sequía,

sí estas y otras zarzamoras,

las ovejas darían buena cuenta de ellas.

 

El roble bajo el que me siento.

cobija una gran piedra-mesa;

es en realidad un balcón al valle del Ambroz

y a la sierra que corona el Pinajarro.

 

El día está caliginoso y no se ve más allá,

escucho centenarias esquilas irreales,

el grito rudo de los pastores, silbos y gruñidos,

veo el brillo de la navaja que corta el queso.

 

Moscas en torno al sudor, debió haberlas a millones,

huele a hierba de los prados colindantes,

un jilguero y un gallo lejano engañan al sonido de la autovía,

pueblos blancos entre la masa arbórea.

 

Un vacío histórico y una soledad placentera

me causan sensaciones contradictorias,

me siento minúsculo y a un tiempo inflamado de ideas

de deseos, del esplendor de la edad madura.

IMG_20170815_105749