Poema 505: Atravesando el Atlas

Atravesando el Altlas

Al Atlas se accede siguiendo un río

teñido de rojo intenso;

–Un río de sangre–, diría con sorna gallega

la joven sentada a mi izquierda en el microbús.

Llueve desaforadamente,

el agua percute en la trinchera de la carretera nueva

provocando el desprendimiento de moles de piedra.

Aguanieve en el paso de los dos mil metros,

roca viva que se va cubriendo de blanco.

La luz del sur asoma en el descenso,

aldeas disimuladas en la tierra arcillosa,

un minarete que domina un valle, cabras,

la tradición sobrevive apegada a los ancestros.

Cesa la lluvia absolutamente,

la montaña húmeda se convierte en desierto,

arenisca ventosa de colinas onduladas:

la sombra de las nubes crea paisajes fantasmales.

El terreno yermo se rompe súbito por un río estacional,

un oasis, ya turístico, en el que nos detenemos,

viento cargado de fina arena cegadora,

palmeras y modestas construcciones que ocultan

la maravillosa kasbah cinematográfica,

un lugar onírico a la puerta del Sáhara,

la destructiva búsqueda de la nada en el Cielo Protector.

Ait Ben Haddou, adobe, tierra, paja, madera,

callejuelas laberínticas, tinta secreta, índigo, té, azafrán,

zumo de limón calentado con soplete.

El castillo es una ruina castigada por el viento,

rotos fotogénicos en una humilde muralla,

el lugar perfecto desde el que se atisba la planicie.

Un caftán rojo rompe la monotonía del barro

en la cuesta ascendente dentro del laberinto;

la mujer que lo portaba se coló en la fotografía

saliendo de la nada fantasmagórica del decorado:

color de contraste, como la nieve en las cumbres

durante el retorno peligroso a la plaza de la Unesco.

Poema 504: Recuerdos, marzo, primavera

Recuerdos, marzo, primavera

Me asomo a la ventana y parece que fue ayer

cuando reinaba el silencio.

Ya no hay grúas en el horizonte cercano,

apenas se ve el campo tan ansiado entonces,

apenas queda un recuerdo agridulce.

Resuenan broncas políticas sobre comisiones,

sobre decisiones polémicas de gestión de la muerte,

un porcentaje pequeño de la vida,

un oasis en la voraz velocidad del mundo.

El olvido va dejando crecer su musgo en las grietas,

las flores son un trampantojo delicioso,

apenas quedan ya sensaciones de confinamiento.

Solo algunos paisajes descubiertos tras la salida,

en los que aspirábamos toda la naturaleza de golpe,

la feraz vegetación que siguió su curso natural,

la lluvia, el sol, el viento, fuerzas primigenias,

nos hicieron conscientes del concepto de reclusión.

Hoy el caminar es lo usual, mirar con intensidad

cuanta belleza nos rodea,

sentir el viento y la luz poderosa del sol en el rostro,

dejar flotar el vago recuerdo de aquella oscuridad.

Poema 503: Oter de fumos

Oter de Fumos

Mi abuelo recorrería estas calles a diario

durante muchos años,

guardaría sus secretos de tiempos convulsos,

guerra, odio, hambre, un incendio,

cuidaría sus majuelos y haría vino,

fumaría sus Celtas Cortos sin filtro,

daría de comer a sus animales,

frecuentaría las bodegas de sus amigos;

quizás en algunos días de primavera

ascendiera al otero del castillo,

observaría la planicie de Tierra de Campos

tal y como yo la vi ayer,

identificaría las pequeñas tierras de labranza,

inspiraría el aire aún fresco de marzo

y a pesar de todo sentiría la pujanza de la vida en él.

He corrido por esas calles, sin resuello,

en una vida mucho más cómoda,

bien alimentado, con tiempo para cultivarme,

casi medio siglo después de su muerte.

Poema 502: El día Pi

El día Pi

El día Pi pasó inadvertido

salvo para un grupo de frikis diletantes.

Las matemáticas no son tan importantes

en el desconocimiento general del mundo,

un ente incomprendido, lleno de símbolos

y de misterios indescifrables.

Alguien mostró una camiseta con un dibujo espiral

de múltiples e incontables cifras decimales;

otra persona propuso buscar su fecha de nacimiento

entre la secuencia infinita de guarismos.

¿Para qué sirve este número tan abierto?

¿Será solución de una ecuación con coeficientes enteros?

La luz brilló en los ojos del adolescente:

–Pi es la esencia de la circunferencia–, dijo,

como si fuera un pitagórico de hace veinte siglos.

–No es para cualquiera esa belleza–, observé,

ni las trabajadas fórmulas que aceleran su cálculo,

una construcción humana excelsa

para esta constante que parece permanecer

desde el origen explosivo de los tiempos.

La coincidencia con los idus de marzo

y las resonancias con el asesinato juliano

abrieron los ojos en la oscuridad algebraica

de cuantos lo escuchaban.

Poema 501: Casa a medio hacer

Casa a medio hacer

La casa está a medio hacer,

un trampantojo, un monumento abierto,

colorido, sin parte de atrás,

está inclinada y fue un monumento al cine,

ese que entró en tantos proyectos

y continúa deslavazadamente a trompicones.

La ciudad de cine se desvanece,

nunca fue tal, –esa era mi tesis–,

la SEMINCI fue un oasis cultural en la dictadura,

un desgajarse de la Semana Santa,

una prolongación turística de honda religiosidad.

La escultura de Oppenheim está descuidada,

nadie reparó los plásticos de la base,

algunas piedras de desalmados han dejado secuelas,

necesitaría limpieza y restauración.

Detrás de los prunos floridos, la vista es magnífica,

alegra el ánimo en medio del bulevar,

es un Guggenheim a pequeña escala,

arte para sortear los grises días castellanos.

Poema 500: Quinientos poemas

Quinientos poemas

¿A un día de verano compararte?

William Shakespeare

Siete años y medio de poemas,

mil quinientas fotografías, algunas ya perdidas,

la pandemia en la mediana del tiempo.

Un puñado de lectores

–amplificado puntualmente–

apenas repercusión en mi vida diaria.

Un proyecto que era un juego

del que me siento muy satisfecho,

forma libre de expresión, huella futura.

Una forma de narrar el mundo, mi mundo,

los mundos a los que accedo,

una forma de mirar todo lo que me rodea.

Fructíferos momentos, estados de ánimo,

deporte, lecturas, ideas,

la clasificación temática pendiente de hacer.

Un espejo más, un reflejo, emociones,

instantes de mucho placer lector, escritor,

fórmula mágica del equilibrio cotidiano.

Periodos de sequía y otros de aventura continua,

la nada de cada día y el todo de un amanecer,

cielos, amistad, arte, la cúpula de gran belleza.

Hay una sombra de otros poetas,

de estados de ánimo y de conversaciones profundas,

madurez del pensamiento aún joven.

Quinientos poemas es un hito festejable

en medio de un mundo convulso,

una luz en mi ánimo, una sonrisa.

Poema 499: Matemáticas electorales

Matemáticas electorales

La semilla la puso Ramírez en Santander,

en aquella Menéndez-Pelayo ya mítica

hará unos veinte años.

El Cantábrico en septiembre es una delicia:

nos bañábamos de noche en El Camello;

de día, Victoriano, sembró una luz desconocida.

Conservaba los apuntes y algunas anécdotas

que he ido reorganizando durante semanas,

métodos electorales, circunscripciones,

la potencia suma de las matemáticas.

Veo el rostro asombrado del alumnado,

también del profesorado que me escucha,

un abanico inmenso de posibilidades,

de cómputos dirigidos por intereses muestrales.

Reproduzco instantes épicos, paradojas,

alcanzar el poder disimuladamente con fórmulas,

suma de propiedades deseables que nunca se cumplen,

teoremas de imposibilidad,

el intento de acercarse a la proporcionalidad obtenida.

La elección social es mucho más subjetiva,

cualquier candidatura podría ganar,

comparaciones, Borda, Condorcet,

una lucha desigual entre connaisseur y votante.

El éxito en la exposición recompensa el trabajo de días,

la búsqueda incesante del método

y la constatación empírica de todas las contingencias.

Poema 498: Espectáculo natural

Espectáculo natural

No sé si es un pescador o un suicida

en la orilla opuesta del Duero.

Desafían las nubes el reflejo en el agua

y los patos se dejan llevar lateralmente.

Permanece en la orilla mirando hipnótico

la corriente de aguas turbias,

la crecida de un río que anega ya las riberas.

El espectáculo natural es enorme:

las aguas habitualmente verdosas y calmas

se expanden entre remolinos y oquedades

a una velocidad asombrosa.

Si no fuera por una prenda de abrigo llamativa

que ha posado en los juncos ribereños

diríase metamorfoseado con el gris de la orilla.

Imagino lo que yo haría si el hombre salta:

gritar, llamar, señalar, nunca emular.

Si no fuera su intención abandonar el mundo

sentiría envidia del paisaje a pie de caudal que percibe,

de la fuerza fluvial penetrando en cada sentido,

de esta mañana de invierno aún cruda y luminosa

 mimetizado con la divinidad milenaria de las aguas.

Poema 497: Lucha y belleza orquestal

Lucha y belleza orquestal

El nivel sonoro es magnífico,

el director parece mover los arcos de cuerda

al unísono,

un mar de espigas, ya Fantasía Bética orquestada,

ya comparsas del viento metal en las réplicas al piano

sobre el que Quasimodo se eleva sobre su sombra,

iguala y supera la intensidad orquestal en velocidad,

manos erizadas, vertiginosas, excelsas,

todo él actuación y síntesis, foco y virtuosismo.

Los aplausos y los “bravos” son entusiastas,

se suceden con continuidad durante infinitos minutos.

Desde mi ángulo del once de la fila once,

contemplo al hermoso segundo violinista entusiasmado,

a la bella joven de la cuarta fila de violines:

no parecen dar tregua al pianista entregado

que no se rinde.

Hay apoteosis y una propina esperada,

antes de que llegue el frío nórdico del Kalevala.

Pienso en lo sublime de la música en directo,

en todas las almas apasionadas que lo disfrutamos.

Poema 496: Ruta inaugural

Ruta inaugural

Refulge el amanecer a mi espalda

camino del occidente:

jirones de niebla siguen la senda del Pisuerga

en una mañana de gran hermosura.

Las bicicletas están esperando junto al templo;

pugna el sol con la bruma en los primeros kilómetros,

hay corriente en el cauce fluvial del Trabancos,

gran arenera desde hace medio siglo al menos.

Maravillados por el agua cantarina en su correr

asistimos atónitos al vuelco del ciclista guía

en el trance de atravesar el curso fluvial:

emerge cual Neptuno dominador de las aguas.

El barro y el sol nos acompañarán ya

hasta completar la ruta circular tan preparada,

habrá un buey que se cruce en el camino,

y un pastor de ovejas churras que precede a su jumento.

Las risas y la confraternidad se prolongan

hasta bien entrada la tarde:

comida opípara y paseo ermitaño,

conversaciones amenas en la hora del ocaso.