Lucha y belleza orquestal
El nivel sonoro es magnífico,
el director parece mover los arcos de cuerda
al unísono,
un mar de espigas, ya Fantasía Bética orquestada,
ya comparsas del viento metal en las réplicas al piano
sobre el que Quasimodo se eleva sobre su sombra,
iguala y supera la intensidad orquestal en velocidad,
manos erizadas, vertiginosas, excelsas,
todo él actuación y síntesis, foco y virtuosismo.
Los aplausos y los “bravos” son entusiastas,
se suceden con continuidad durante infinitos minutos.
Desde mi ángulo del once de la fila once,
contemplo al hermoso segundo violinista entusiasmado,
a la bella joven de la cuarta fila de violines:
no parecen dar tregua al pianista entregado
que no se rinde.
Hay apoteosis y una propina esperada,
antes de que llegue el frío nórdico del Kalevala.
Pienso en lo sublime de la música en directo,
en todas las almas apasionadas que lo disfrutamos.