
Ascensos y descensos
La suma de incomodidades diarias
no está exenta de momentos brillantes.
El niño de apariencia frágil y pocos amigos
se ha convertido en un adolescente fuerte,
con gran personalidad, integrado en el mundo.
Desfilan ante mí –cuando todo se me olvida–
imágenes cíclicas de abrazos, despedidas y reencuentros.
Inundaciones, soluciones a problemas diversos,
sobrevivir, por encima de todos los demás asuntos,
encajar, lesionarme, expandirme y correr,
ascender a un volcán o al pico Pinajarro,
esa suerte que me acompaña como un aura,
el miedo que se oculta tras una sonrisa
y el delicado equilibrio del agotamiento.
Y casi siempre la anécdota o el momento estelar,
esos que la apisonadora del tiempo va aplanando,
pero que superpuestos son ya cumbre y apogeo.
Cientos de poemas, casi nunca banales para mí,
me muestran esos cielos de auroras y ocasos,
el esfuerzo y el tesón, el enfoque en cada asunto,
la búsqueda de soluciones óptimas
y la minimización de los desastres inesperados.
Se pasa la vida y se pasan algunas oportunidades
de otros modus vivendi, otras cosmogonías,
una vida menos pública o el riesgo del éxito o fracaso.
El Universo expande tu mota de polvo cósmica
durante un instante infinito hasta desparecer.


















