Poema 595: Ascensos y descensos

Ascensos y descensos

La suma de incomodidades diarias

no está exenta de momentos brillantes.

El niño de apariencia frágil y pocos amigos

se ha convertido en un adolescente fuerte,

con gran personalidad, integrado en el mundo.

Desfilan ante mí –cuando todo se me olvida

imágenes cíclicas de abrazos, despedidas y reencuentros.

Inundaciones, soluciones a problemas diversos,

sobrevivir, por encima de todos los demás asuntos,

encajar, lesionarme, expandirme y correr,

ascender a un volcán o al pico Pinajarro,

esa suerte que me acompaña como un aura,

el miedo que se oculta tras una sonrisa

y el delicado equilibrio del agotamiento.

Y casi siempre la anécdota o el momento estelar,

esos que la apisonadora del tiempo va aplanando,

pero que superpuestos son ya cumbre y apogeo.

Cientos de poemas, casi nunca banales para mí,

me muestran esos cielos de auroras y ocasos,

el esfuerzo y el tesón, el enfoque en cada asunto,

la búsqueda de soluciones óptimas

y la minimización de los desastres inesperados.

Se pasa la vida y se pasan algunas oportunidades

de otros modus vivendi, otras cosmogonías,

una vida menos pública o el riesgo del éxito o fracaso.

El Universo expande tu mota de polvo cósmica

durante un instante infinito hasta desparecer.

Poema 594: Rutinas de la mañana

Rutinas de la mañana

Despedir a mis hijos camino del instituto

desde la ventana panorámica

es el acto más importante de cada mañana.

En ese observar unos minutos la calle

atisbo el caminar indolente de dos bancarios

en busca de su primer café,

la masa imponente del río Pisuerga

cargado por las lluvias y la nieve del norte,

otros escolares bajo el peso de sus mochilas,

la procesión de automóviles ruidosos en el semáforo.

Hay días en que aún la luna no se ocultado,

otros en los que llueve o hace un viento gélido;

hay días que invitan a no salir demasiado de casa

y otros en los que la luz se expande e incita a la exploración.

Los minutos siguientes en los que leer un poema,

escribir en pocas líneas las sensaciones matinales,

organizar los asuntos pendientes del día a día,

recoger la cocina y acaso cocinar algo sencillo,

constituyen una base de la felicidad cotidiana

que solo la enfermedad o el malestar perturban.

Algún día terminará esta sucesión indefinida de presentes,

las rutinas serán otras, las expectativas también.

Ahora buscaré entre las fotos azarosas o premeditadas

alguna con la que publicar esta especie de poema

en el blog que se acerca a las seiscientas entradas.

Después el trabajo me absorberá por completo

y ya la vorágine docente-administrativa

engullirá cualquier forma de pensamiento baladí.

Poema 593: Gatos tomando el sol

Gatos tomando el sol

Perviven aún entre nosotros vestigios

de casas molineras, tejados abandonados,

pueblos dentro de la ciudad

antiguo extrarradio hoy solares cotizados.

Los gatos se reúnen sobre la viga del caballete,

alcanzan a atisbar el sol tras días húmedos,

se secan contemplando la hora mágica.

El encuadre permite aislarlos, enfocarlos:

gatos henchidos tomando el sol,

ajenos a las vicisitudes nimias de quienes vocean

en ondas o en redes o en conversaciones pareadas.

Hace meses explotó cerca una vivienda,

todos los gatos anduvieron días alborotados,

hubo desaparecidos, felinos volanderos,

el efímero transitar por entre gigantes,

ora violentos, ora protectores aleatorios.

La sinfonía del tejado va a comenzar:

cantan los niños el lenguaje minino

dirigidos por Rossini desde el más allá.

Poema 592: Bufones del mundo

Bufones del mundo

Los bufones del mundo han emergido,

siempre han estado ahí,

a veces avergonzados por su propia ignorancia,

otras, sujetos por la masa convencional.

Cíclicamente salen del círculo

hostigan e instigan,

asaltan todo el cuadrante de la estupidez

–según Cipolla–.

Machos exploradores de su adrenalina,

sin atender a las consecuencias previsibles,

simplificadores de toda idea elaborada.

Sin complejos transitan entre seguidores ridículos,

aquellos más manipulables

desfavorecidos por la inteligencia y el esfuerzo,

merodeadores del sistema en busca de fallas.

Su infame síntesis suele destruirlo todo:

para renacer de sus cenizas cual ave Fénix

te dirán los más avezados ideólogos,

una huida hacia delante nefasta y lúgubre,

purificadora, dirán ellos.

Lustros de inteligencia histórica y experiencia

han permitido sofrenar la pomposidad necia,

contener democráticamente las ocurrencias,

los delirios y el expansionismo de los privilegiados.

Sin embargo, el riesgo existe y aumenta:

eventual reacción en cadena según las circunstancias,

cúmulo de insatisfacciones globales,

inadmisión de resultados adversos.

El mundo está jugando con el fuego destructor.

Poema 591: El club de los vecinos muertos

El club de los vecinos muertos

La vida a veces dura una novela,

o menos.

Nos toleramos, nos queremos, nos acariciamos,

ese reconocimiento crea un hueco,

un espacio vital en el que leemos, razonamos,

nos reímos todo lo que podemos, ¡a veces tan poco!

La cultura o los proyectos, o las maquinaciones,

cada cual posee un motor más o menos contaminante.

El club de los vecinos muertos aumenta cada año:

reflexiono sobre mis recuerdos de ellos,

su voz, el impacto de su presencia, algunas frases,

la bondad o no de sus presupuestos.

–En este banco conversamos–, –el tiempo pasó volando–,

–siempre sonreía mientras hablábamos–,

–me lo crucé muchas veces, pero nunca intimamos–.

Un día desaparecieron y no lo supe hasta semanas después,

o meses, sin apenas circunstancias explicativas.

El club se extinguirá conmigo, como idea, como poema,

no la realidad de la muerte, no los huecos,

ni los espacios mentales o el rastro de las voces

grabadas en un subconsciente que tratamos de ignorar.

Mis descendientes no sabrán apenas nada de mí,

menos de lo que conocieron esos desaparecidos

a los que tangencialmente saludé o reconocí

en el paisaje diario, en la cordialidad vecinal.

Nada les importa ya, nada les concierne,

llega la insignificancia tras la apoteosis del sol poniente.

Poema 590: Frío impostado

Frío impostado

La tercera o cuarta noticia del día es el frío,

frío castellano, seco, intenso, intrínseco,

aprovechado secularmente para curar embutidos,

para cocinar el puchero en la lumbre.

Las agencias de noticias priman la esperanza,

la noticia que nunca llega:

la tregua parcial de los bombardeos sionistas

en el avispero del mundo.

El frío hace abrir nuevos albergues a orillas del Nervión,

estira las vidas miserables de los sintecho,

una buena noticia entre decenas de rencillas políticas,

discursos miserables, papanatas de la demagogia.

El frío mediático es más intenso que el real,

propicia ropa térmica, capas y capas de textil

y un apalancarse en el sofá, bien calefactado.

La escarcha en los tejados

tiene el mismo color que la luna diurna,

la escasa intensidad de un saludo de ascensor.

Se congela la ropa tendida en el canal

ávida del sol de la mañana,

colocada ahí solo para el disfrute del corredor.

Dice el periódico que mueren las plagas y renacen los virus,

alojándose en sus huéspedes de forma aleatoria.

La cuesta de enero ha llegado como llega siempre.

Poema 589: Mañana serena de enero

Mañana serena de enero

Mañana serena de enero,

canta una urraca en el silencio del semáforo,

le responde otra desde Venezuela.

El canto poético no atraviesa las ondas,

demasiado tráfico en el espectro,

silencio de quienes podrían aportar algo.

El mundo se expande en drones, IAs,

ataques indiscriminados con efecto terror,

temor propagandístico en las noticias.

El río a su paso por Tudela es un espejo verde,

con leves ondulaciones superficiales

causadas por el vórtice natatorio de los patos.

Silencio. Aguas abajo se escucha el salto eléctrico,

el crujir de una rama al soltar su palomo.

Reaparece la política tras las vacaciones,

también ese conocimiento sistemático

de forma didáctica: ecuaciones, estructuras,

decenas de ojos lógico-matemáticos.

La suma de los graves estudios en estos días

alimentará la amplificación mental anunciada.

Todo el mundo hace predicciones pesimistas,

en este tiempo del conocimiento democrático.

¡Agoreros del mundo, escuchad el silencio!

¡El tiempo cíclico sepultará la levedad!

Poema 588: Roscones

Roscones

Huele a masa de pan fermentando,

al horno que nos proporciona esa maravilla,

recetas ancestrales de trigos varios, de levaduras,

de mezclas patrimonio de la humanidad.

Las pilas de roscones artesanos son un espectáculo,

también el proceso para conseguirlos es prolijo:

Zahara distribuye con esmero según su cuaderno,

siempre amable, tranquila, armoniosa.

Amasen tiene clientes fieles de toda la ciudad,

gourmets del pan, eruditos del tritordeum,

del centeno, de la espelta, del trigo duro,

también vecinos asiduos que perciben la calidez.

Decenas de roscones se ramifican por los hogares,

sabor, familia, amistad, festejo,

compartir e intercambiar ideas y opiniones,

una terapia que siempre funcionó por estos lares.

El tesoro en mis manos es mullido y colorido,

me entra hambre y dan ganas de romper el círculo

antes del tiempo establecido, de los ritos,

de los regalos, del milagroso fin de fiesta oferente.

Poema 587: Lluvia cantábrica

Lluvia cantábrica

Monotonía, liquen, torre fortaleza,

proyecto de visitar un museo,

danzan las anjanas en el cielo,

cielo gris, sin esperanza inmediata.

Los espíritus y la desesperanza

vuelan bajo, planean sobre la costa

llena de fractales y musgo,

agua que cae en cascadas bajo el abrigo,

lugar de vida prehistórica.

La humedad comba los libros y la madera,

oxida el hierro y carcome la voluntad,

también hace apreciar de manera infinita

los días soleados tan escasos.

La escritura se hace densa e insoportable,

también la lectura con la baja presión.

Cartarescu quizás no es una buena elección

de prosa para estos días opresivos.

Echo de menos la lumbre y su puchero,

los amaneceres dorados y los ocasos violáceos,

echo en falta la risa sin motivo,

los juegos de palabras ocurrentes,

la luz en mis ojos vivos, inquietos,

plenos de ansia de gozar cada instante.

Monotonía y volumen monocorde

en tejados gris pizarra de reflejo celeste.

Poema 586: El canto del mar

El canto del mar

Lejos, en el itsmo de la playa

atisbo una mujer desnuda;

camina, se oculta en la cueva,

se baña, se seca al sol como una diosa.

El acceso es complicado,

subir y bajar por rocas húmedas,

resbaladizas, líquenes centenarios.

Comienza el año con una bajamar

como la que yo recordaba de antaño,

un día frío y ventoso, solitario,

en el mismo lugar, en el metaverso.

Canta el mar sobre las rocas,

en las que ella se oculta para vestirse

e integrarse, ya mortal, entre los caminantes.

La luz, el azul del cielo, todo coadyuva

para crear un idílico paraíso en la playa:

una cascada, reflejos, gaviotas planeando,

un hermoso perro que juega con las olas.

Didáctica, ha explicado a una pareja

el camino posible hasta la playa;

después ha continuado su ruta.

La imagino con una sonrisa en el rostro

tras la fusión natural con el mar

en estas primeras horas del nuevo año.