Poema 670: Máximo placer

Máximo placer

La luz de la mañana, el aire frío de esta borrasca,

la silueta brillante de la luna menguante

y una colección de libros, papeles, erudición

tras el olor exuberante del café

convierten esta hora en un disfrute de los sentidos.

Ya no existe un trávelin del amanecer

mientras escuchaba pomposos relatos musicales:

se imponen algunos poemas de contraste,

el terrible siglo veinte en el este europeo,

la tesis profunda y documentada

sobre la igualdad natural o la historia revisada.

Despido a mis hijos que caminan con energía

hacia su propia captación del saber,

escenas memorables con fondo otoñal

de un paseo de árboles caducifolios en decoloración.

Mi conciencia solo me permite unos minutos de placer;

antes de reintegrarme al flujo laboral

observo el lejano brillo de un sol naciente,

unas nubes rosadas, un comando de jardineros

afanándose en la recogida de las hojas incontables.

El boli Bic me llama desde la portada de un Moleskine:

mínimas reflexiones personales de cada día,

la oscilación trigonométrica del estado de ánimo,

las novedades meditadas o improvisadas,

la vida revisada meses o años después.

El placer tiende a su fin según se aclara el día

y el enfoque se vuelve pragmático desde la poesía:

un elevado punto de partida para la lucha cotidiana.

Poema 632: La biblioteca

Biblioteca

El lugar estaba anclado en el siglo pasado,

coexistían enciclopedias voluminosas

con antiguallas pedagógicas obsoletas.

En el curso veintiuno la reconvertimos en aula

con un miniportátil de ocasión y una pizarra de Amazon.

Verano tras verano se llenaba de libros becados,

de infatigable personal haciendo lotes,

repartiendo sonrisas y libros de texto a las familias.

Los tubos de neón daban un aspecto mate

al saber estanco y pausado en el blanco y negro del tiempo.

El suelo curtido en mil batallas contra las sillas

simulaba un garabato infantil enrevesado.

Hubo trabajo colaborativo, pintura, luces led, sillones,

una limpieza que bien podría haber sido una hoguera,

un trasiego de libros hacia ninguna parte

y la épica colocación de imágenes icónicas,

de un orden inteligible, un Feng-shui armonioso y equilibrado.

Brilla el suelo como brillan los estantes y la cartelería,

ausentes los obstáculos, las cajas sin catalogar

en un espacio diáfano y sugerente.

La luz de los libros y la magia de un universo silente

donde las voces interiores de los libros se elevan

sobre el barullo desordenado de la presencia adolescente

hacen de la nueva biblioteca un oasis en el oasis educativo.

Poema 620: En la feria del libro antiguo

En la feria del libro antiguo

En el reflejo del contenedor de libros

pude ver una sombra de libros que era yo,

eran los volúmenes que atesoro y acaricio,

aquellas lecturas únicas, ya míticas,

los no-leídos que me esperan dulcemente

en un reposo inútil que decolora sus lomos

y nos avejenta como si el tiempo fuese un viento

castigador de almas y portadas.

Una visión de ex–libris estampados con esmero

confronta la lectura obsesiva

con el coleccionismo caótico y pecuniario.

Reconozco libros y procedencias,

portadas que estuvieron de moda, ya olvidadas,

la lectura única de una única persona

o los restos virginales de una edición nada exitosa.

Leo y memorizo, busco y rara vez encuentro

poetas de vanguardia, mujeres escritoras,

el raro ejemplar de una autora mercurial y apoteósica.

Mi yo desintegrado en mínimas porciones futuras

supone una intensa cura de humildad,

el reconocimiento de la insignificancia de tantos egos,

de lo efímero del placer lector y compilador compulsivo.

Bukowski acude desde el más allá  

con un pequeño ejemplar diletante y desvaído,

extraña edición, sorpresa, la alucinación postrera

de un genio desmedido y anti ejemplarizante.

Elevo el perfil de mi sombra en el tiempo que me queda,

esos minutos gloriosos en los que deambulé

entre póstumas alegrías y futuros incógnitos.

Poema 552: Luna

   

  

Luna

Para Manolo, in memoriam

Surgió roja por el este,

segmentada por las nubes.

Ya no pudiste verla, tan bella.

Atisbé el mensaje fatal mientras conducía,

reviví momentos, palabras,

la voz que se te estaba yendo

junto con toda la seguridad del hombre recto,

noble, inteligente y cabal.

La luna ascendía intensa y sangrante,

notas de  Années de Pèlerinage

desgranadas por un pianista ruso.

Una lágrima, golpes de pádel,

los libros que estabas leyendo.

Se elevaba en el horizonte, decolorándose,

manchas sobre el fulgor del sol,

un verano cenando junto al mar.

No pudimos hablar más, jugar más,

sentarnos más en el borde de la piscina

en contemplación, arreglando el mundo.

La luna sigue su curso, ajena

a la vitalidad que desplegaste sobre la Tierra

al hueco enorme que nos dejas.

Poema 482: Rituales de año nuevo

Rituales de año nuevo

Claridad, el cielo empedrado de los refranes,

otro clima, el deseado pero complejo;

rituales, una piedra erosionada por el mar,

algunas repeticiones año tras año en este día primerizo

en el que parece que todo vuelve a comenzar.

Los ritos son tan antiguos como la consciencia de la especie,

supersticiones reincidentes, emular la felicidad de ese instante,

aquel baño joven de divinidad en la playa dividida

quizás ya no se repita en mis años de madurez.

Voltean campanas en alguna iglesia remota

en la que se adorará una efigie niña;

acudirán los fieles conservadores con sus mejores galas,

dejarán unas monedas como símbolo de estatus,

rezarán y repetirán oraciones como instrumento de meditación,

la estructura ordenada antes del posible desenfreno.

La playa y un libro son una forma hermosa de inauguración,

el deseo de vivencias y lecturas, de transporte

más allá de los límites rígidos que la vida diaria nos impone.

Un paseo, sentir el viento en el rostro,

observar la belleza natural de los acantilados horadados y esculpidos

por la aleatoriedad de las olas marinas,

esos placeres ceremoniales, elevan el espíritu hacia la eternidad.

La fuerza de los versos bimilenarios de Safo, traducidos y cantados de nuevo,

constituyen el hito-guía para navegar entre incógnitas y esperanzas

en el año que comienza bajo el signo del viento y el sol

que asoma ávido bajo el cielo empedrado de los refranes castellanos.

Poema 475: Madrid recuperada

Madrid ciudad recuperada

Todo es aprovechado en aras del esparcimiento,

espacios, edificios, palacios,

el acabado perfecto.

Un poeta vende libros en el centro comercial,

gran lector, erudito, conversador,

un talento reubicado en un espacio semicultural.

Mucha gente escribe y persevera,

pocos trascienden, influyen, permanecen.

La fuerza poética reconvertida de una librería

atestada de libros magníficos,

una pequeña esquina frente al templo.

Pensé que entre la multitud solo hallaría hastío,

el agotador movimiento humano en el que nadie mira,

alienación turística, cansancio, falta de entusiasmo,

recorrer lugares y espacios como quien holla una playa virgen,

un transcurrir consumiendo, uno a uno, los acontecimientos.

Y sin embargo hallé diversidad y cultura,

manifiestos signos de humanidad individual y colectiva:

un anciano que acude a su panadería para ajustar un cinturón,

un banco reconvertido en sala de exposiciones,

un alegato fotográfico para salvar la Amazonia.

Dos visitas han colmado mis expectativas urbanas,

subjetividad, relato, memoria selectiva,

una ciudad múltiple y diversa llena de espejos humanos.

Poema 462: En la mañana nublada de septiembre

En la mañana nublada de septiembre

En la mañana nublada de septiembre

atisbo nubes,

me rodeo de libros, bolígrafos, cultura,

un pequeño placer de unos minutos

en los que pueda expresarme y leer,

un flujo de ideas, de respuestas a problemas

que ya fueron formulados.

Quietud,

tejados húmedos,

el flujo de vehículos contaminantes detenido,

solo un instante de paz:

los árboles aún muy verdes, aún es verano.

La lectura me abre los ojos sobre la estructura

desigual, injusta, sexista:

experimentos, ideas, sutilezas para ocultar

una forma de convivencia en desigualdad,

violencia, mecanismos de protección,

la forma ilógica del desarrollo

incluso en esta punta de lanza que es Europa.

Y bajo todo este aprendizaje-conflicto,

asuntos estructurales, miedos, muerte,

condiciones laborales y nimios problemas

que me buscan y me encuentran.

Estos remansos de placer infinito son efímeros,

y sin embargo se remontan a mi paternidad

de al menos tres lustros,

son una búsqueda expresiva y aprehensiva

de ideas, palabras, belleza,

mecanismos ocultos a la mirada banal,

a la pervivencia de tradiciones no muy loables.

Retraso el momento de sumergirme

en la vorágine laboral también jugosa,

animada, vital, otro mundo paralelo,

el lugar imaginado de decisiones trascendentes,

otro juego social efímero de gran implicación.

Allí la risa y la palabra organizan y distribuyen

los roles y los espacios,

sociabilizo como puedo, soluciono y propongo,

en aras de mejorar la luz individual y colectiva.

Desde la cadencia temprana y solitaria

me dispongo a consumir otra porción de vida

otro día luminoso de septiembre,

lleno de la belleza y el deleite de todos los sentidos.

Poema 460: Llover, leer

Llover, leer

Llueve,

tras más de dos meses llueve,

huele a lluvia;

aquel calor del verano ya se ha olvidado.

En mis ojos llovió casi toda la mañana;

estuve leyendo,

hacía meses o años que no llovía así.

Y en medio de toda esta lluvia interna y externa

algún mecanismo intrínseco empezó a analizar,

a recordar, a interpretar,

a buscar modelos de aprendizaje que imité,

a intentar entender mis miedos y los de los demás.

La lluvia vista y olida desde casa

me recordó el confinamiento,

las horas asomado al balcón o a la ventana,

el silencio de los coches que no pasaban,

el sordo golpeteo en el asfalto del agua,

la feracidad que provocó en el reino vegetal

aquella primavera.

Eché de menos la calma humana,

sin griterío,

sin alterar con gestos exagerados el curso del tiempo:

sin violencia a la vista, sin egoísmos en directo.

Surgen decenas de preguntas tras la lectura,

¿Estaré repitiendo patrones machistas?

¿De quién he aprendido? ¿Cuánto miedo tengo?

¿Estoy a gusto con mi vida? ¿Están a gusto conmigo?

La lluvia aporta la permanencia, la reflexión, cierta nostalgia:

gris profundo instalado en el cielo, verde fulgor

en las copas de los árboles, en el césped,

un rumor: tráfico lejano, algunas voces de adolescentes

que pasan mojados por la acera,

la masa de agua haciendo espuma sobre el suelo.

Cada cuál posee silencios, evidencias de discrepancias,

dolor, luchas de poder que ni sabe que existen.

Cada uno tiene su propia novela familiar,

anécdotas, toboganes vitales, tristeza y más miedo.

Pasan más adolescentes caminando, capuchas negras,

pañuelos, indiferentes a la lluvia o a la humedad;

sus preocupaciones están en otros sitios;

sus modelos somos nosotros, padres, adultos,

feministas reconvertidos por puro razonamiento.

Se comban por humedad, los libros dispuestos en montaña,

libros que son como el cuerpo:

los observas cada día, quieres leerlos, poseer su sabiduría,

los miras, como te miras las manos,

las piernas, los antebrazos:

reconoces la belleza de tu piel, el bronceado.

Casi todos poseen alguna marca de lectura,

esa impronta que te dejarán marcada si los terminas.

Arrecia la lluvia, anunciada, proclamada, avisada,

todo se detiene, también tú te detienes.

Poema 419: Hilo Cultural

Hilo cultural

Suspendido en el aire el edificio social

asimila el futuro arquitectónico,

luz en el cielo torvo, nubes amenazantes.

La espita del hilo que abre la mente

llegó desde un cartel en una red social,

el boca-oreja moderno,

el documental erudito, elegante y culto,

un redescubrimiento: María Lejárraga.

El terrible atraso de la dictadura en lo social,

cultural, científico, igualitario.

La sensibilidad se propaga en los días húmedos.

Cada nombre genera un mundo de posibilidades

trabajo ingente de alto nivel amplificado por la televisión.

Otra voz mediatiza lecturas, escuchas, visionados,

somos el producto final de muchas historias.

¿Con quién puedes hablar sobre un poema?

Inesperadamente recuerdo la película lacrimógena

sobre la vida de El Poeta.

Unas palabras de un hispanista llevan al abuelo

de otro insigne poeta: la familia, el instante de partida.

El hilo se retuerce y se expande,

llega a la pila de libros que atesoro sin leer.

Ahí me estimula y a un tiempo me angustia.

Casi deseo otro confinamiento.

La nube de conocimiento y de placer

ha derramado unas gotas fertilizantes

que me apresuro a recoger, recrear, transformar

en el cuenco prolífico de mi memoria.

Poema 415: Arqueología del verano

Arqueología del verano

                        “Ese pequeño brazo que

sujeta el horizonte y lo retiene…”

                  Aurora Luque

Llueve. Sentado en el porche

de la casa familiar

observo el desastre del final del otoño:

troncos de los árboles llenos de hongos,

verdín por todas partes,

hojas secas y retorcidas en el solárium,

el huerto apocado y abonado,

colgajos de hojas macilentas en la higuera.

Cae una lluvia fina inmisericorde,

casi un continuo de agua que alabea el papel

de los libros que me hacen compañía,

grata compañía–.

Sale vaho de mi boca, va el frío húmedo

calando mis huesos:

los secaré más tarde en la lumbre.

Escucho a mi padre afanarse con hierros,

ordena, limpia, siempre inquieto,

siempre buscando una obra nueva,

una reparación, una mejora.

Pienso en la mortalidad,

en la longevidad de que disfrutó mi abuela.

El trampantojo constructivo de lustros

podría ser invadido por la maleza en meses,

las plantas liberadas competirían por el espacio,

el agua y la luz, sin árbitro posible,

toda la geometría humana borrada en un tris.

Leo en Aurora Luque

–De lo infinito que contiene un verano–

y ahí está toda la fuerza del poema,

el ser errante que hay en mí

fijado a la tierra que he cavado con mis manos,

el deseo de permanecer aquí

mientras voy viajando a todas partes.