Poema 671: Días sin luz

Días sin luz

Qué bonito está el parque y qué desolador el cielo,

plúmbeo, amenazante,

contraste de hojas volanderas, calvas en los árboles

una lluvia incipiente en un lunes oscuro.

Sin saber aún de donde surge la alegría

o el análisis acelerado de un mundo veloz

en el que colocar tics por cada tarea realizada

sin análisis más allá de una charla poco convencional

o de la sorpresa de una celebración.

Algunos días salen redondos por una suma de éxitos,

por la ausencia de simas estrictamente presentes,

por el recuerdo mesurado de aventuras recientes.

La ausencia de luz dispersa la percepción,

activa áreas de permanencia-resistencia mental,

aterriza la mirada en las hojas cobrizas del parque.

Este pesimismo radiado será habitual en otras latitudes,

formas de vida curtidas por borrascas contínuas

y ángulos solares mínimos durante la hibernación;

aquí el viento desordena rutinas y eleva el consumo

de series televisivas y de redes sociales.

La energía potencial aún permite alquilar una bicicleta,

recorrer la ribera del río solitaria al caer la tarde,

contemplar la belleza a la velocidad perfecta.

Continúa la alegría de contraste y el optimismo

inopinadamente, contrario a toda predicción,

basado en una suma indefinida de matices positivos.

Poema 670: Máximo placer

Máximo placer

La luz de la mañana, el aire frío de esta borrasca,

la silueta brillante de la luna menguante

y una colección de libros, papeles, erudición

tras el olor exuberante del café

convierten esta hora en un disfrute de los sentidos.

Ya no existe un trávelin del amanecer

mientras escuchaba pomposos relatos musicales:

se imponen algunos poemas de contraste,

el terrible siglo veinte en el este europeo,

la tesis profunda y documentada

sobre la igualdad natural o la historia revisada.

Despido a mis hijos que caminan con energía

hacia su propia captación del saber,

escenas memorables con fondo otoñal

de un paseo de árboles caducifolios en decoloración.

Mi conciencia solo me permite unos minutos de placer;

antes de reintegrarme al flujo laboral

observo el lejano brillo de un sol naciente,

unas nubes rosadas, un comando de jardineros

afanándose en la recogida de las hojas incontables.

El boli Bic me llama desde la portada de un Moleskine:

mínimas reflexiones personales de cada día,

la oscilación trigonométrica del estado de ánimo,

las novedades meditadas o improvisadas,

la vida revisada meses o años después.

El placer tiende a su fin según se aclara el día

y el enfoque se vuelve pragmático desde la poesía:

un elevado punto de partida para la lucha cotidiana.

Poema 634: Hay demasiada luz en el pedalear poético

Hay demasiada luz en el pedalear poético

Hay demasiada luz en ese pedalear poético,

campos rebosantes, agua

el espectáculo de la velocidad apropiada.

Se divisan manchas rojas aquí y allá,

amapolas adueñándose de un terreno baldío

o de una cuneta libre de glifosato.

La extensión rojiverde en el acceso al centro comercial

se ha convertido en atracción turística instagramera.

El caudal de agua del canal rima en asonante creciente

con los días previos al solsticio

en coyuntura prebélica de asesinatos selectivos.

El antihéroe inductor de tal desorden

huye precipitadamente de las instituciones,

aumenta sus réditos bursátiles con anuncios ridículos,

promete resolver lacónicamente los conflictos que alienta.

Esa clarividencia matinal amanece rodando

por canales y vías anónimas,

puentes clausurados preventivamente,

lugares privilegiados de observación deforestadora

de extracción de áridos en circuito cerrado,

de un continuo de camiones voladores inmunes.

Esa clarividencia es productiva e intensiva,

permite hollar caminos mentales obstruidos,

se llena de alegría en el trino matutino de las aves

o en el correteo alegre de un corzo en el camino.

La luz abre la puerta del pensamiento político

aplaude la valentía y el statu quo gobernante,

devuelve la auto esperanza al ingenuo oráculo ciclista.

Poema 622: El brillo de la juventud

El brillo de la juventud

Cansadas las alas terrestres

se ocultan como se oculta el pensamiento,

el brillo

el acceso profundo a la Sabiduría.

Sobrevuelo puentes y monumentos,

sin la luz prometida

solo palabras políticas absurdas,

sigo la estela de la Belleza.

Veloces

en días de primavera exuberante,

un ángel caído lleno de experiencia.

Gerontocracia azul

largas piernas moldeadas en el gym,

aún persiste el recuerdo del ascenso

los días veloces.

Difuso acontecer cronológico

–nunca existió la Historia–

hermosura ilusionada

trampantojo del agotamiento.

Los fotogramas dicen más que los libros,

congelan el instante

desvirtúan el tiempo,

el ensueño malabar de permanencia.

Alguien grita a tu lado, corre contigo

rejuveneces

no estás solo en el Universo.

Poema 584: Una luz azul

Una luz azul

Envuelve la niebla los caminos, los sembrados,

el terreno trazado de líneas rectas,

los surcos terrosos, algunas vides deshojadas.

Me persigue la noche como me persigue la historia.

¡Aquel bisabuelo llegó como un juglar,

joven, lleno de fiesta, levantando mesas con los dientes!

La luz oprime y aprisiona, desorienta,

la llanura se difumina en la ausencia de formas.

La viuda le hizo una fiesta especial al sanabrés,

le colmó de rimas y de la belleza de sus ojos.

Aún el pueblo existía: oficios, lavajos, artesanos,

la niebla no lo había condenado a la luz azul.

Cae la noche húmeda de Navidad.

El descendiente nació tras la muerte del padre.

Los animales abrevaban el en el lavajo grande;

en las noches eternas del invierno

se contaban historias en el corro de la lumbre.

Contra todo pronóstico el hijo dejó una estirpe,

moradores ocasionales de la cúpula bajo la niebla.

La luz azul engulle las casas deshabitadas,

la vasta llanura castellana escasamente poblada.

Poema 565: El tiempo del membrillo

El tiempo del membrillo

En el tiempo del membrillo se fue el sol,

terribles inundaciones,

la súbita caída de las hojas otoñales.

El tiempo de Todos los Santos,

buñuelos, y una escasez de luz

hogareña y de graves estudios.

Permanencia, viajes, castañas,

teatro y declamaciones exaltadas,

la guerra con un velo informativo.

La ironía del encantamiento,

lecturas de autoras epicéntricas

allá donde existió un paraíso,

una convivencia rica y feraz.

Color, botón, hoja, número,

una sombra móvil, incierta,

contraída y menguante,

el color violáceo de noviembre

que espera ansioso esas nieblas

esos diálogos románticos

esos héroes deconstruidos

y la humedad invasora de cementerios.

Poema 554: Septiembre, despunta el día

Septiembre, despunta el día

Un amanecer entre coches, luz:

se abre paso entre las tinieblas

horizonte, cerro testigo, frenos rojos,

aún la música de los Proms veraniega

en la emisora clásica,

rostros recién aclarados en vehículos rivales

la ebullición de la aurora en la mente

y la visualización de las tareas diarias.

El trazado visual del GPS en modo nocturno

de aquel pueblo intermedio lagunar

evocaba una tela de araña expansiva

que tenía atrapados dentro a sus habitantes.

Dos corzos cotidianos saltan delante

¿qué probabilidad hay de que los atropelle?

¿Cuántos albores aún contemplaré?

He sonreído tras el trampantojo de la belleza,

tristes miradas alienadas,

el espectáculo de los pájaros

tendidos en los cables, ateridos o expectantes.

Poema 547: Inventario veraniego

Inventario veraniego

Continuidad, suaves transiciones de la edad,

y, sin embargo, saltos físicos, imágenes del pasado,

el trampantojo de las repeticiones,

baños ancestrales en las mismas aguas ya diferentes.

En esencia la estructura permanece:

caminar, pedalear luengas jornadas, nadar,

leer con ritmos e intensidades diferentes,

la casa familiar como meta tras las andanzas,

los descubrimientos y los hitos.

Me he bañado en tres mares diferentes,

hemos escalado volcanes y cimas graníticas,

atravesado canchales y piornos amenazantes.

Observé las sombras inquietas de los árboles

en las pozas heladoras de ríos de montaña,

un teatro en unas ruinas romanas,

el espectáculo orquestal que nadie contemplaba,

una casa mítica para la cultura,

y una abadía contenedora de reliquias inmemoriales.

El verano se parece a una jubilación vislumbrada,

un dulce viajar, leer, escribir, ejercitar,

llegar allí donde la energía y la imaginación te lleven.

La escala de las sombras se amplifica o se reduce

oculta por el veloz movimiento cotidiano,

se alterna con la luz que elonga los días,

con una corriente subrepticia alegre y vitalista.

El verano es el punto geodésico del año,

al que solo accedes tras arduo y placido camino.

Poema 538: Días de bici

Días de bici

El calor húmedo de la Costa Brava

es insoslayable a finales de julio,

solo el pedaleo en compañía y el agua

mitigan el cansancio extremo.

La luz hiere los ojos al mediodía,

unas cervezas y unas aceitunas

atenúan la dureza de la ruta.

Ayuda, ánimo, una conversación,

la belleza natural del camino,

sentir la fuerza de los músculos

para manejar el peso de la bicicleta,

me hacen sentir un privilegiado

en estos días de descanso laboral.

El consenso estupendo en el grupo,

la tolerancia compartida y conocida,

el reparto generoso de roles,

convierten cada jornada en ilusión,

en descubrimiento de paisajes,

lugares, personas, historias míticas.

Una piscina en un pueblo anónimo

es un oasis temporal en medio del camino:

bajar la temperatura corporal,

ingerir alimentos veraniegos

para recuperar toda la energía posible.

La alegría personal se integra

en un júbilo comunal multiplicativo,

juegos de palabras, bromas recurrentes,

trivialidades que conviven con confesiones

profundas, íntimas o recién elaboradas

en las arduas jornadas pirenaicas.

La vida fluye alegre a través del esfuerzo,

de la asociación de mentes cultivadas.

Poema 517: La magia del campo

La magia del campo

Llueve, sale el sol, viento,

ni un alma en los caminos que llevaban a las eras

colonizadas por casas con persianas bajadas.

Huele a cebada espigándose, a flores en las cunetas,

limpios los campos, uniformizados

por el efecto de los selectivos herbicidas.

Se ondulan las colinas en esta perspectiva

sobre el valle ancestralmente habitado,

algunos árboles, caminos, divisiones humanas,

al fondo los elevados edificios de la ciudad.

Camino solitario en medio de la belleza,

de la luz de un sol que se filtra entre los pinos,

a escasos minutos de la música,

de la gran autopista exportadora de ruido infame.

Soy un punto minúsculo en el vasto espacio,

heredero de los domeñadores de la tierra,

en una tarde azarosa de primavera.