Poema 649: El árbol solitario

El árbol solitario

El árbol cumple una función social,

un rito iniciático en el umbral adolescente.

Puede observarse desde toda la garganta,

majestuoso y aislado, el gran roble resiste

generación tras generación a la intemperie

de esta tremenda amplitud térmica.

El ascenso fotográfico lo homenajea

como el medallón de madera que lo nomina:

fechas pirograbadas para la posteridad.

La columna de caminantes serpentea

durante kilómetros, sudor y sed y resistencia.

Cada cuál narra su anécdota, las rencillas del agua,

pueblos colindantes que se odian,

un asesinato machista terrible en el valle,

o la saturación de establecimientos turísticos.

El crimen propició algunas denuncias,

quiero creer que modificó sensibilidades,

quizás estableció una alerta social antes inexistente.

La llegada al árbol produjo revuelo tecnológico,

móviles, retratos, posados, encuadres y perspectivas.

El descanso en el punto cumbre del ascenso

fue aprovechado por la rapsoda incontinente verbal

para colocar el poema Caminante no hay camino.

No hubo abrazos al árbol, ni la intimidad de una oración;

comenzó el largo descenso por la Garganta Buitrera.

Poema 599: ¿Cuánto tiempo puedo pasar mirando la luna?

¿Cuánto tiempo puedo pasar mirando la luna?

El amanecer se ha disfrazado de luna llena

en el punto cardinal opuesto a la aurora.

Hipnotizado por el tamaño y el color

acodado en la ventana privilegiada

contemplo ese instante de hermosura efímera.

Aún consciente de la fugacidad de la escena

no tengo paciencia para la consumación.

Es el sino de los tiempos, apresuramiento,

prisa, fugacidad, ausencia de recogimiento.

La velocidad de la bicicleta no parece suficiente,

tampoco ese audio escuchado a velocidad normal,

el tiempo no se multiplica por subdividirlo en mónadas,

tampoco el disfrute profundo de la vida.

Ciertamente el encuadre de la escena callejera

es repentino: lugar, luz, circunstancia, presencia,

después el caos y la vulgaridad persistente

abierta en canal un instante para tu ansiosa mirada.

Leo cada día una suma intensa de titulares periodísticos,

la nada vacía y matemáticamente discreta

de unos fuegos artificiales remotos y ajenos

que se cuelan en las mentes desprevenidas

crean emociones básicas, arcaicas e insanas

en aras de la huida hacia adelante consumista.

¿Cuánto tiempo puedo dedicar a la luna?

¿Y cuánto tiempo a la lectura y a la cultura?

Poema 493: Cerrar los ojos

Cerrar los ojos

Lentitud, arte, tiempo, la vida

salir de cada asunto penoso en el que vivimos,

encontrar un motivo diferente,

música, miradas, emociones, recuerdos,

recuperar un instante, una figura,

una fotografía, una o varias decisiones,

el paso fugaz o el tránsito por una mirada.

Una escena con sábanas jalbegando,

diríase un templo de Le Corbusier

en el dominio de las monjas almidonadas,

mirada al mar, la naturaleza que conmueve:

tomates, perro, barca, azul.

El refinamiento de otra época y la libertad,

de vivir, de malvivir, de viajar, de olvidar.

La vida se concentra en pocos instantes,

en unas notas, en unas personas que están

y se van, abandonan tu consciencia,

en el impulso que te obsesionó esos días,

en lo que fuiste capaz de atesorar avaramente.

El encuadre es protagonista y talento,

el primor y la maestría de una secuencia,

el montaje capaz de engañar,

de crear una atmósfera íntima y exclusiva

como un poema concentrado en una mirada.

Nos vamos y nadie se quedará con nada,

el vacío, el lugar regenerado que ocupaste,

ni siquiera el bien o el mal que hiciste.

Poema 338: PRAE

PRAE

En un cierto momento, todos los equilibrios

pueden desmoronarse

por la caída de una hoja seca del árbol.

Y esa luz, ese filtro entre nubes

que llevan toda la tarde soltando agua,

esa luz puede quemar las pupilas sin brillo.

Los niños juegan divertidos con los cangrejos

atrapados en el canal;

hay fruta didáctica que se resiste a madurar,

plantas aromáticas exhalando su perfume tras la lluvia.

Allí has hecho fotos magníficas, irrepetibles,

ahora caminas indeciso y desnudo sin una cámara,

incapaz de fijar la vista en cada detalle,

consciente de que tu propio ánimo

construye la visión de la naturaleza

la vuelve anodina o fascinante,

consciente de que caminas por inercia

cuando cada paso que das es una maravilla mecánica.

Cae el agua de un riachuelo artificial

en este pequeño paraíso, oasis urbano,

con una sonoridad relajante.

Pequeños animales y plantas sostienen

un equilibrio inesperado

en un lugar fuera del mundo mercantilista.

Poema 331: Fotografía

Fotografía

La contraluz de la puesta de sol

ilumina los rostros,

muestra la serenidad de la contemplación,

unos minutos de silencio voraces

la repetición milenaria de ese instante.

El mar rompe suavemente contra la arena,

durante un instante parece detenerse el sonido;

es de una regularidad rítmica desconcertante

aunque sepas de sus leves cambios por las mareas.

No estás solo, otros clanes semidesnudos

aguardan con paciencia la maravilla de la luz:

una hermosa joven se tumba sobre su amado,

unos niños corretean por la orilla,

algunos adultos disimulan la herida de la belleza.

Tratas de memorizar la escena en tus ojos,

fotografías aquí y allá, buscas planos y panorámicas,

despojas el paisaje de todo lo humano en el encuadre,

han llegado las gaviotas que se posan en la arena

y forman un círculo amenazante a tu alrededor.

No eres joven y has contemplado otros ocasos,

rememoras sin pausa algunas escenas,

los perfiles sobre los que se acostaba el sol,

tienes suerte de haber olvidado el dolor.

La geometría que dejan las olas en la arena

invade toda la fotografía del litoral,

esas formas suaves, derivables, fugadas

hacia la desembocadura del río frontera

producen éxtasis, olvido y una cierta felicidad.

Poema 238: La invasión

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Entra frío a borbotones, como si una mancha

de alquitrán invadiera la estancia,

entran también los colores,

la húmeda atmósfera exterior

el ruido obsceno y discontinuo de los coches,

la belleza de las nubes-brujas que cabalgan veloces.

 

Entra un espacio en blanco en mi mente,

se rellena de recuerdos:

niños coloridos pisando y esparciendo

hojas secas en un parque,

una mirada al bies de ojos sonrientes,

la fotografía que tomé hace unos meses.

 

Ha llegado de repente la magia de noviembre,

el frío que sostiene las calefacciones,

las masas de hojas que no fui capaz de calcular,

un chapoteo infantil en cada charco,

el brillo del sol oblicuo en las ventanas rojas.

 

Me quedo solo un momento suspendido en el tiempo:

voraz leo un poema extenso,

escribo unas líneas sin ton ni son,

aprovecho para ver el último capítulo de la serie televisiva

que comencé a ver sin respiro dos días atrás.

 

Todo es color, extensión, viento, un haz de luz deconstruido,

la esperanza del azul en un intersticio cenital,

una suma de imágenes hermosas,

la embriaguez que aparece tras el dolor capital,

el dulce reposo extinguida toda ambición estética.

 

En un instante la luz ha cambiado,

he fotografiado el poniente por una hendidura en la nube,

se ha detenido el tráfico en una ráfaga de semáforo,

he creído escuchar el cántico espiritual de San Juan de la Cruz,

quizás ha aullado un perro en la Ronda de la Noche.

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Poema 164: Un hilo invisible fotográfico

Un hilo invisible fotográficoIMG_8733

La foto de época con estilo vintage

muestra la nula transformación del espectáculo,

solo la elección de la luz y el modo

te hace sentir moderno y evolucionado.

 

Los filtros fotográficos condicionan la visión

del pasado almacenado en módulos mentales,

la primera luna que viste, mare serenitatis,

el detalle lúcido en medio de un fondo desenfocado

de una flor temprana de almendro…

 

Esa piedra labrada antiquísima,

o la composición de los niños con paraguas

llena de colorido y de alegría,

ese verde intenso del paisaje tras la lluvia,

condicionan el mes que visitas en tu nube.

 

Existe tal vez una instantánea de aquel día,

del evento que has idealizado en tu recuerdo,

de ojos sonrientes o el color de una camisa o blusa,

existe aquella luz, los colores ese ocaso animado.

 

Quizás se escape la fragancia de las flores volanderas,

o las notas que el pianista desgranaba

mientras entrecerrabas los ojos y te veías

sentado en la cima del monte Tolio con la bahía a tus pies.

 

O el verano en que ataviado con un vaquero viejo y roto

horadabas la tierra cántabra para construir un muro,

torso desnudo, sucio, sudoroso, filmográfico.

 

Algunas fotos de Malik Sidibé, color de África,

un relato que te llevó hasta él.

 

El perfil montañoso de un crepúsculo en la fortaleza veneciana.

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Poema 154: Algunas noches leía cuentos con mis hijos

Algunas noches leía cuentos con mis hijosIMG_20180126_224757

Algunas noches leía cuentos con mis hijos,

creaba un espacio de voces y magia,

marcaba las palabras o repetía tics que les gustaban,

a veces bostezaba y ellos se contagiaban.

 

Los besos reales se escapaban volando,

un dragón era salvado por una princesa de incógnito,

la ovejita rescataba al lobo de su soledad,

la bruja Margarita movía sus orejas con cada hechizo.

 

Eran tiempos felices que aún perduran,

días agotadores de pura supervivencia,

quizás podía desgranar un poema o un relato,

aislarme unos instantes del mundo de los niños.

 

A veces fotografiaba un anochecer

o una luna incipiente y hermosa en el frío invierno,

los muñones de los árboles recién podados,

las sombras y los reflejos siempre cambiantes del río.

 

La cebra Camila aprendía la lección de la vida,

el dragón Zog conseguía su medalla dorada,

el ratón pequeño conseguía burlar al Grúfalo

y el sucio señor García salía volando hacia el espacio exterior.

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Poema 151: Miradas intensas

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La mirada del poeta, al igual que la del fotógrafo,

es agotadora,

insiste en buscar detalles estéticos

en medio de un solar urbano,

encuadra y desenfoca, rescata el detalle,

eleva a arte el desconchado de una pared.

 

Cansada pero extremadamente placentera,

puedes pasarte la vida educando tu mirada,

cultivar el conocimiento y la luz,

atisbar un verso en el contraste o la continuidad.

 

Una gaviota posada en el letrero desfasado

de una ciudad que visitaste,

el musgo amarillo intenso en la corteza de un árbol,

la escorrentía oxidada sobre una pared

o una mezcla de colores que penetra en tu mente.

 

El poeta descansa a veces y la vida parece más gris,

encuentra motivación en la complicidad lectora,

o en una conversación sobre ideas, conceptos o intensidades,

intuye caminos, usa todos sus sentidos,

recrea, disfruta u olvida para poder seguir creando.IMG_7718

Poema 138: Objetivo

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Apuntas tu cámara

como si fuera la mirilla de un rifle,

disparas: has capturado la imagen,

ya es tuya, te has apropiado del alma

del objeto;

extraes y contemplas la belleza,

la editas, la amplías, la diseccionas,

muestras tu trofeo en una red social.

 

Puedes, por ejemplo

obsesionarte con la luna,

con una puesta de sol

o con los aviones grafiados por un artista anónimo,

puedes buscar la captura del otoño

o el detalle de una cabeza de gallo.

 

El objetivo te acerca al placer del disparo

sin muerte, sin violencia,

podrías robar un desnudo a distancia

o introducirte en la intimidad de un hogar,

vislumbrar los mares de la luna,

estudiar la geometría del reflejo de un insecto en el agua.

 

La civilización es una fotografía:

sustituir la captura y la esclavitud,

la atenta búsqueda poética de la belleza,

la concentración del depredador

en su trampa de luz, de velocidad del obturador,

de aguardar el momento exacto de la detonación.

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