Poema 652: El reino de Oku

El reino de Oku

A espaldas del conocimiento mundano

en un lugar mítico de la memoria

se hallan los vestigios palaciegos del reino de Oku.

De no existir la sala San Ambrosio en las redes

diríase un reino fantasma,

el reino surgido de la inventiva de algún explorador

decimonónico y olvidado.

Máscaras y rituales, tronos y lechos nupciales,

el saludo y la cesión documentada del monarca

ya desaparecido de este mundo.

La búsqueda del misterio me lleva a Camerún,

pero las regalías monárquicas nos transportan a un reverso

en el que las sociedades secretas regulan la ley:

instrumentos musicales exóticos y arcaicos,

la música y la danza son la poderosa medicina

que cohesiona con sus ritmos el poder del fon.

Campanas, tambores de ranura, idiófonos y guimbaras,

ritmos litúrgicos para alcanzar el trance.

La exposición de trajes ceremoniales con máscara

nos transporta a un altiplano verde esmeralda

en el que las columnas talladas del palacio real

o de casas como la de la guerra

dan idea del poder teocrático de los gobernantes.

Tronos tallados con profusión de elementos mágicos,

idolillos fetiche para la divinización del fon supremo,

personaje excepcional, juez máximo, gestor territorial

símbolo de la fecundidad y de la prosperidad de su pueblo.

Toda esta magia está expuesta en el palacio colegial.

Poema 520: Graduación

Graduación

Mucho trabajo de fondo, contactos,

buena voluntad y recursos locales

para un lucimiento efímero y necesario:

se encienden las luces en el escenario

y en los rostros aderezados para la ocasión;

por un día celebramos el esfuerzo, el tesón,

la voluntad inculcada y asumida,

el triunfo del trabajo de los supervivientes.

No hemos dejado por escrito la intrahistoria

de cada pequeño avance en el protocolo:

¿Cuándo llegamos al auditorio?

¿Cuántas generaciones?

¿Cuántas personas se graduaron?

Hay memoria local en cada cabecita,

en cada familia, en cada mirada conocida

años después, lustros más tarde.

Si contemplásemos el salto histórico

seríamos capaces de comprender la evolución,

la tecnología, lo anacrónico de algunos discursos

y el arte que permanece en la poesía y en la música.

Personas invariantes y otras efímeras,

una celebración necesaria y transversal

en un mundo próspero y lleno aún

del optimismo de la juventud.

Poema 418: Misa de Navidad

Misa de Navidad

Las nubes se alojan en mi cráneo como errores que no debí cometer.

Plúmbeo, musgo, hongos en la corteza.

El frío llega a la vejiga y ahí ya no hay dilación posible.

Aúllan los perros en sus casetas, varios patios más allá.

Titilan las hojas en espera de la lluvia. Llevan un ritmo sostenido.

Unas campanas invitan a la misa de Navidad.

Todo está recogido y solo las plantas soportan la intemperie.

Debieron ser muy duros los inviernos aquí antaño.

Comienza la poda, el diseño, la aleatoriedad del crecimiento.

Grises y enjutos desfilan sobre las losas húmedas de la iglesia.

Tumbas antiguas, escayolas venidas a menos por las goteras.

Alguien debió trabajar mucho para decorar el templo.

Aún quedan vestigios de los años de dictadura. Feos restos extemporáneos.

La misa es un ritual que otrora debió ser un espectáculo:

música, boato en las vestiduras de los oficiantes, incienso,

retablos dorados llenos de historia, multitudes.

La voluntad de muchos guiada por un sacerdote.

El rito social encauzado, el dinero y la apariencia de riqueza. Opulencia.

Despojos en el templo y en la vida del pueblo menguante.

Poema 349: El Camino

El Camino

La lluvia resalta la belleza del otoño,

brillan las hojas,

las agujas marrones del pino

resurgen cobrizas en el suelo,

solo la música rivaliza en belleza

desde el interior del automóvil.

Cada mañana revisito mis obsesiones:

la fugaz visión del río y su cauce salvaje,

el bidón en el que arden maderas en el aserradero

antes blanco, y renovado y ya quemado,

la casita con columpios en medio del pinar,

lo que yo llamo, pretenciosamente, tierras altas,

unas glicinias que asoman por un balcón

igual y distinto a los otros en una fila de cuatro

casas iguales y distintas.

Millones de sinapsis se cruzan en mi cerebro

en medio de todos estos hitos observables:

una sentencia, una estadística, una noticia,

el enfoque y los minutos iniciales de la clase

que impartiré dentro de unos minutos.

El camino es un ritual presente cada día

una forma de estar en el mundo con la seguridad

de una cierta inmutabilidad mientras todo cambia;

anclajes de seguridad mientras sigo escalando.

Poema 341: Las puertas de Tannhäuser

Las Puertas de Tannhäuser

Era una y eran tres,

eran la entrada a los valles, Placentia.

En mi sueño eran mil puertas,

libros que se abrían, pórticos medievales,

la libertad del galope sobre el valle fluvial

en un caballo blanco.

Bajo el puente de Trujillo las obras

derriban vestigios incómodos

casas pasadas de moda.

Hay un molino y una voz suave,

entonces unas puertas enormes

azules con símbolos cósmicos se abren

suenan timbales y otros instrumentos

desconocidos;

un séquito avanza majestuoso

la luna en cuarto creciente se alinea con Venus

el chambelán porta un libro sagrado

lleno de dibujos que son letras

lee con una voz gutural nunca escuchada

infunde temor y temblor en quienes lo escuchamos.

Allí había una imprenta,

ahora se ha abierto un portal

un viaje onírico en el tiempo.

La divinidad está ceñida por telas blancas

parece flotar mientras camina

aparto los ojos ante la majestad y la belleza.

Susurra y sisea frases rituales que no comprendo

pero que me envuelven en un halo de aturdimiento,

su volumen aumenta poco a poco, como un zumbido,

mientras los fieles repiten y recitan los salmos

amplifican los sonidos de la vestal.

Una racha de viento agita las hojas cosidas

que porta el maestro de ceremonias.

El viento de la Historia se lleva las voces

los hechos, las procesiones;

están a punto de cerrarse las puertas

llenas de libros.