Las Puertas de Tannhäuser
Era una y eran tres,
eran la entrada a los valles, Placentia.
En mi sueño eran mil puertas,
libros que se abrían, pórticos medievales,
la libertad del galope sobre el valle fluvial
en un caballo blanco.
Bajo el puente de Trujillo las obras
derriban vestigios incómodos
casas pasadas de moda.
Hay un molino y una voz suave,
entonces unas puertas enormes
azules con símbolos cósmicos se abren
suenan timbales y otros instrumentos
desconocidos;
un séquito avanza majestuoso
la luna en cuarto creciente se alinea con Venus
el chambelán porta un libro sagrado
lleno de dibujos que son letras
lee con una voz gutural nunca escuchada
infunde temor y temblor en quienes lo escuchamos.
Allí había una imprenta,
ahora se ha abierto un portal
un viaje onírico en el tiempo.
La divinidad está ceñida por telas blancas
parece flotar mientras camina
aparto los ojos ante la majestad y la belleza.
Susurra y sisea frases rituales que no comprendo
pero que me envuelven en un halo de aturdimiento,
su volumen aumenta poco a poco, como un zumbido,
mientras los fieles repiten y recitan los salmos
amplifican los sonidos de la vestal.
Una racha de viento agita las hojas cosidas
que porta el maestro de ceremonias.
El viento de la Historia se lleva las voces
los hechos, las procesiones;
están a punto de cerrarse las puertas
llenas de libros.