Misa de Navidad

Las nubes se alojan en mi cráneo como errores que no debí cometer.

Plúmbeo, musgo, hongos en la corteza.

El frío llega a la vejiga y ahí ya no hay dilación posible.

Aúllan los perros en sus casetas, varios patios más allá.

Titilan las hojas en espera de la lluvia. Llevan un ritmo sostenido.

Unas campanas invitan a la misa de Navidad.

Todo está recogido y solo las plantas soportan la intemperie.

Debieron ser muy duros los inviernos aquí antaño.

Comienza la poda, el diseño, la aleatoriedad del crecimiento.

Grises y enjutos desfilan sobre las losas húmedas de la iglesia.

Tumbas antiguas, escayolas venidas a menos por las goteras.

Alguien debió trabajar mucho para decorar el templo.

Aún quedan vestigios de los años de dictadura. Feos restos extemporáneos.

La misa es un ritual que otrora debió ser un espectáculo:

música, boato en las vestiduras de los oficiantes, incienso,

retablos dorados llenos de historia, multitudes.

La voluntad de muchos guiada por un sacerdote.

El rito social encauzado, el dinero y la apariencia de riqueza. Opulencia.

Despojos en el templo y en la vida del pueblo menguante.

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