Poema 603: En medio del caos

En medio del caos

Dice mi hija:

–Un viaje así no lo organiza cualquiera–

Todo era más difícil antes de la era tecnológica,

también más simple e incierto.

Veo cientos de imágenes en las pantallas

verdes pastos, glaciares, arenas negras,

volcanes amenazantes, geiseres,

un atisbo verde difuminado de aurora boreal.

El contraste anunciado de intenso frío

y el calor humeante de las aguas termales.

Paisajes inhóspitos desiertos de humanos,

la luz escasa del invierno aún vigente,

y el vigor de una naturaleza nórdica

que hizo a los vikingos fuertes y agrestes.

Dicen las estadísticas que son gentes amables,

sin apenas población reclusa,

proclives a la igualdad de género,

un pueblo abierto y orgulloso de su naturaleza.

Veo mapas, alojamientos, distancias,

puedo sentir esa sensación térmica en el rostro,

el frío intenso y el viento que llega desde el mar

como una fuerza envolvente inevitable.

El caos está en la mente del viajero

que imagina todas las posibles adversidades,

también todas las maravillas visuales y estéticas.

Comienza la aventura de transitar por la vorágine.

Poema 602: La cúpula

La cúpula

La llamaron geoda antes de existir,

diseñada con creatividad política,

un engarce de figuras geométricas

aceradas y ensambladas con arte.

La sacudieron vientos e inclemencias,

políticas y meteorológicas:

un nombre infausto para la plaza,

una columna central innecesaria

que aún podría ser retirada.

Se filtran a través de ella ocasos,

plenilunios, nubes rosadas por el sol,

el reflejo magnífico en el agua en derredor.

Pían los pájaros revueltos en el crepúsculo,

revolotean decenas de murciélagos

devoradores de masas insectívoras.

Imagino con gran expectación

el crujir fundamental de la estructura

si fuere retirado el sostén central:

algarabía y aplausos o la ruina amalgamada

del diseñador o del gran soterrador.

Un monumento geométrico emblemático

de gran belleza matemática,

de resonancia lapidaria oculta

por un torbellino de conceptos eruditos.

Poema 601: Judith

Judith

Judith conduce un Audi rojo tras decapitar a Holofernes.

Algunas la miran con envidia, otras más cabales la admiran.

Hay hombres que sienten el dolor de la castración masculina.

Caravaggio y Artemisia habrían pintado la secuela conductora,

elegante, llena de la gracia que ahora llamaríamos dopamínica.

Las precuelas serían imágenes seductoras, alta costura,

finos tacones de aguja, el brillo en los ojos del acero emasculador.

Las periodistas la fotografían en la alfombra roja,

sonríe ante cada ataque en redes sociales,

escribe poesía a la que no acceden mentecatos.

Judith se protege con su sonrisa de labios escarlata

de cuantos bufones de cartón piedra la acechan.

Pronuncia unas palabras cabales en aras de la justicia social,

del feminismo que avanzando sigue siendo tan necesario.

Judith colecciona amantes en el Belvedere,

ha adquirido la categoría de nube, etérea y siempre visible,

se reencarna de tiempo en tiempo en el cine, en la pintura,

en poemas descarnados o vengadores.

Vivirá eternamente en el arte, en el imaginario colectivo,

modelo y musa y también heroína activa y domeñadora de imbéciles.

Poema 600: Las Hijas de Felipe

Las Hijas de Felipe

Murmullos, expectación inteligente en la capilla

en la que los duques de Lerma orantes

–bronce dorado al fuego por Pomepeo Leoni–,

aguardan con ansia a las Hijas de Felipe.

Ana y Carmen, jóvenes maduras, comparecen

cual divas comunicadoras del Barroco,

sobrias frente el exceso escultórico elegido:

Luisa Roldán, imaginera sólida y eminente

en una época de discriminación femenina.

La erudición trabajada y las voces tan hermosas

penetran con intensidad en los oyentes:

dicción pura, elegancia en los tics fandom,

humor sutil ampliamente agradecido.

Los avatares vitales de la Roldana van calando

como una lluvia fina en la conciencia:

once partos, ascenso artístico hasta la corte,

el intento de elevación al papado con su nazareno.

El lenguaje de los gestos no se aprecia en los podcasts,

sí las magníficas inflexiones de voces inconfundibles,

tampoco la puesta en escena en la magnífica capilla,

ni la profesionalidad adquirida en el salseo barroco.

Hablan e hipnotizan a los presentes durante una hora

tan solo parcelada por las cortinillas musicales de Caliza.

La mañana desemboca en la visita escultórica a Luisa Roldán

expuesta por el Museo Nacional de Escultura en Pucela.

Poema 599: ¿Cuánto tiempo puedo pasar mirando la luna?

¿Cuánto tiempo puedo pasar mirando la luna?

El amanecer se ha disfrazado de luna llena

en el punto cardinal opuesto a la aurora.

Hipnotizado por el tamaño y el color

acodado en la ventana privilegiada

contemplo ese instante de hermosura efímera.

Aún consciente de la fugacidad de la escena

no tengo paciencia para la consumación.

Es el sino de los tiempos, apresuramiento,

prisa, fugacidad, ausencia de recogimiento.

La velocidad de la bicicleta no parece suficiente,

tampoco ese audio escuchado a velocidad normal,

el tiempo no se multiplica por subdividirlo en mónadas,

tampoco el disfrute profundo de la vida.

Ciertamente el encuadre de la escena callejera

es repentino: lugar, luz, circunstancia, presencia,

después el caos y la vulgaridad persistente

abierta en canal un instante para tu ansiosa mirada.

Leo cada día una suma intensa de titulares periodísticos,

la nada vacía y matemáticamente discreta

de unos fuegos artificiales remotos y ajenos

que se cuelan en las mentes desprevenidas

crean emociones básicas, arcaicas e insanas

en aras de la huida hacia adelante consumista.

¿Cuánto tiempo puedo dedicar a la luna?

¿Y cuánto tiempo a la lectura y a la cultura?

Poema 598: El mundo avanza

El mundo avanza

El mundo sonoro matinal está corrompido,

noticias para falsear el mundo,

tonterías múltiples de influyentes personalidades

la marca ascendida a la imbecilidad.

Y sin embargo corren de fondo los avances,

científicos, éticos, tecnológicos,

con una continuidad que los disimula y enmascara.

La fuerza social está escondida y protegida

por todas las boutades y ocurrencias,

por los espabilados de las ondas y las palabras.

Bajo la dermis social, el dinero de todos genera avance,

bienestar, esperanza de vida, lujo y comodidad

disimulado por la rebelión de los despojados

de sus históricos privilegios consanguíneos

o directamente arraigos patriarcales.

¡Autogestión! claman algunos, ¡Abuchea al estado,

coloca a todos los políticos en la misma cloaca!

El crecimiento y el conocimiento son exponenciales,

también la estupidez y los gritos de los incapaces,

los vagos y los intrigantes, a sueldo de explotadores.

La apisonadora de la inteligencia enfoca aquí y allá,

parchea o repara, desenmascara y viraliza,

en un mundo aún inconsciente de su fuerza global.

Cada adquisición ancestral es revisada

bajo parámetros de ciencia, de lógica, de igualdad,

y ahí reside la esperanza, la luz y la energía,

en un gráfico sierra que siempre termina elevándose.

Poema 597: Finis vitae sed non amoris

Finis vitae sed non amoris

En un abrupto descenso de la niebla,

en medio de películas premiadas o no

que reflexionan en torno a la muerte,

se anticipa una muerte cercana.

–No mires atrás–, dirá el diablillo bíblico.

Aún doblan las campanas de forma atroz,

elevan la solemnidad y la pompa,

acercan los ritos ancestrales a la incomprensión

de la desaparición irreversible de la experiencia,

del aprendizaje de toda una vida.

El bagaje físico durará un instante,

el polvo seco, la niebla húmeda, el viento sonoro,

borrarán cada una de las huellas.

La comunicación poética es una ilusión,

una posibilidad de fe que dura un instante.

Se adapta el rito a los tiempos:

en los márgenes del poblamiento exterior

surge un templo laico de modernidad

en el que velar a los difuntos de forma aséptica

guardando la esencia del contacto humano.

Solo importa el presente continuo,

lo que la piel y las inidentificables ondas mentales

transmiten de forma vívida y amorosa,

un impagable consuelo en medio del dolor.

El abandono y la aceptación resignada

elevan la humanidad amorosa y afectiva

hasta lugares insospechados de mística seglar.

Poema 596: Shostakóvich me hace sonreír

Shostakóvich me hace sonreír

Shostakóvich me hace sonreír,

ilumina esos poemas decimonónicos,

experimentales y evocadores que canta la soprano.

Estoy leyendo unos poemas maravilla

en la espera y el calentamiento musical,

la conjunción perfecta en soledad absoluta.

Un hombre paseando un libro,

un lugar aislado desde el que compadecerme.

El movimiento de las cuerdas es frenético,

el mar de arcos balanceándose en armonía,

también la concentración del percusionista

anticipando el golpe único del gong.

La mujer de la viola muestra sus alas tatuadas

que simulan moverse al compás de sus músculos.

¡Cómo pensar que Rimbaud sería cantado

con tamaña magnificencia!

Recordé la sinfonía Leningrado meses atrás

en presencia de la guerrera diez,

misma sonrisa eufórica, exaltada, encendida.

Hoy leo unos versos en un francés sonoro

llenos de jardines, de centauras seráficas,

de bacantes de los arrabales,

un festín endiablado y sonoro

con el que Britten esculpió nota a nota sus canciones.

En el concierto todo es ya exceso, desafuero,

incontinencia sonora capaz de elevar el ánimo

las alas acercándose al sol antes de quemarse.