Poema 490: La edad de cabalgar

La edad de cabalgar

    Su torso es un junco dorado

    Y tú te enredarás en él.

       Cristina Rosenvinge. Canción de Boda

La edad de cabalgar, que nada te detenga,

que los músculos sigan siendo flexibles

y las dudas por el futuro se disipen,

que la escalera vital no sea tan ardua

justo en el cénit de tu energía física y mental.

Que la inconsciencia no te la juegue,

atesora una Odisea de experiencias

al modo de Cavafis en Ítaca,

que te sea dado atisbar un puerto griego al amanecer.

Que antes de las graves obligaciones

aprendas a amoldar tu espíritu,

a respetar la debilidad y también la inteligencia.

Que en esa edad de cabalgar disfrutes

como ese dios que oye la risa y la voz

de quien solo para él abre su manto de intimidad.

La edad de cabalgar es atropellada y veloz,

inconsciente y etérea,

crearás en ella la fuerza y la habilidad

para estirar el arco y atravesar las hachas.

Poema 489: Aprendiz de poeta

Aprendiz de poeta

Entonces, de repente, se abrieron los recuerdos

y accedí a mi vida pasada,

a quién era y cómo me comportaba,

al acomplejado y taciturno, siempre testigo,

narrador exagerado y fiel solo en la esencia:

aprendiz de poeta.

Los rostros han cambiado, pero no la voz,

la risa tras las palabras banales de él,

el tono profesoral de ella, tan Rotenmeyer,

ese orden de su universo en equilibrio dinámico.

Aprendí a canalizar y transformar,

a enriquecer cada una de mis experiencias,

a darle una voz precisa y elocuente y también épica

hasta que fui moderado por las safos del veintiuno.

Aprendo cada día y abro y cierro la puerta del recuerdo,

no siempre contento, no siempre satisfecho.

Poema 486: Como cada día

Como cada día

Como cada día, leo un poema de Safo

y otro de Fosse.

Como cada día, leo la prensa, y procuro

escuchar la risa cantarina de Laura Barrachina.

Como cada día escucho el Poema de la Pasión,

y miro con intensidad y concentración

a ver si atisbo el bidón encendido.

Como cada día procuro mirar el río,

caminar por una u otra pasarela fluvial.

Como cada día ando varios kilómetros,

miro el podómetro en el móvil y sonrío.

Como cada día consulto mi dispositivo personal

unos centenares de veces o más.

Como cada día, trato de escribir alguna frase

o de hacer una fotografía bonita.

Como cada día atisbo el amanecer

en la percepción de quien me observa y se mofa.

Como cada día hago la cena con primor,

anhelo el tiempo propio de soledad.

Como cada día llego a mi cama agotado y dormido,

anoto un día más en los que me ha tocado vivir.

Poema 420: Balance y final

Balance y final

Y la guerra es un bulbo,

exportable, lozano, un oscuro tubérculo

que arraiga en cualquier lodo.

                                    Aurora Luque en “Un número finito de veranos

Empezó el año con el mar

y unas temperaturas nunca esperadas.

Después fue El Viaje,

prepararlo, rememorar veinticinco años atrás,

planos, lugares, el Danubio.

Aún no había viaje, pero ya estaba viajando.

Entre tanto hubo música, conciertos, variaciones,

un pianista arrebatado,

una visita importante que se plasmó en el poema

sobre los pájaros que huyen del lúpulo.

Corrimos entre los pinos y la amistad una vez más.

Los castillos del Loira nos invitaron a soltar mascarillas,

a enmudecer ante el lujo y la magnificencia.

Despertaba la primavera y con ella la guerra,

el horror tan cerca, la incongruencia,

el beneficio de pocos y el desastre de todos.

En mayo descubrí los Zumacales, la magia

de un enterramiento prehistórico, el lugar sagrado,

la naturaleza en el valle de las Batuecas,

los pequeños eremitorios diseminados por la montaña.

Toda la naturaleza se llenó de amapolas y calor;

leí Como guardar ceniza en el pecho,

un festín literario lleno de feminismo y resistencia.

El Rey León en el que actuaba mi hija

creció lleno de baile y color.

Safo en Mérida entre el calor asfixiante

me llegó como un relato lleno de deseo y amor.

Hubo lesiones, fiebre, permanencia,

y sin pausa aparecieron las bicicletas rojas y amarillas,

la consciencia del viaje multitudinario,

días felices en los que todo salía mejor de lo planeado.

Permanecí en agosto mirando cielos, ruinas romanas,

ríos en los que apagar el calor inconmensurable,

un teatro y otra vez el mar nudista entre brezos violetas.

Hubo muertes mediáticas y cambios en el paisaje,

de nuevo la Amistad del corredor poema atemporal,

conversaciones sobre futuros inciertos, música india,

una campana y llegó, luctuosa, La herida matemática.

Noviembre fue un mes de belleza extrema en el Otoño Mágico,

lleno de acontecimientos, de ruido político, de poesía vital y setas.

Se termina el año con arte, con cielos, con fútbol,

lecturas, documentales que son una maravilla de hitos culturales.

Todo se sostiene por hilos invisibles, emoción poética,

formas que son miradas por ojos enfocados y atentos,

las sorpresas de cada día y la esperanza optimista

de fuerza incalculable, inmerecida y deslumbrante.