Poema 658: Sentarse

Sentarse

Las protagonistas se sentaron a opinar

en torno a un libro,

se sentaron a protestar en medio de la calle,

cada cual buscaba su identidad

no perder esa humanidad tan cara,

contraponer su poder colectivo

a esa marioneta frívola y provocadora.

Vi volar un edificio y después otro,

constancia y contumacia en la destrucción,

una y múltiple, en el avispero del mundo occidental.

Los pequeños éxitos se retroalimentan,

belleza interior y exterior y dos besos inesperados

mientras contemplaba Usos amorosos de la posguerra,

un universo diferente, un salvavidas en el vacío acontecer.

Clamaban con los colores de la derrota, del hambre,

de la destrucción,

banderas, pañuelos, la superioridad ética sin retórica.

Alguien comentaría después la presencia extraña

de un espontáneo con gorra y bermudas:

risa y zarabanda, apertura Kachaturian,

y el vuelo desenfrenado de la imaginación verbal.

Reventaron vallas y costuras y el tiempo y la exhibición

se detuvieron simultáneamente

y reinó durante horas ese caos alegre y festivo

aun sabiendo que solo era una batalla lejana comunicativa.

Una luz en el bosque de abetos en penumbra[1].


[1] Ana Ajmátova, Poema sin Héroe

Poema 651: Fuego

Fuego

El sufrimiento de los vecinos es indescriptible,

la tierra tan amada, los árboles, el paisaje

todo lo que parecía estable y nos sobreviviría

queda herido de muerte.

Dramas, animales, personas, casas,

todo lo que era sólido puede ser devorado

incluso la propia vida.

Las noticias descontrolan y amplifican los fuegos

la sensación de que un paraje conocido puede arder,

la concatenación de lenguas flamígeras,

la evocación ancestral de los rayos prehistóricos.

El cerebro reptiliano atesora fuegos antepasados,

establece alertas, miedos, horrores imparables:

nada ni nadie es ignífugo y llega la noche

entonces las llamas se vuelven colosales,

crean sombras dantescas, expresionistas,

y el crepitar destructivo impregna el silencio.

Siempre hay culpables, gobernantes, ingenuos pasivos,

motivos múltiples: pirómanos, despoblación, abandono.

La destrucción del espacio que has habitado

es un infortunio psicológico terrible,

una pérdida sensorial irreparable.

Mueren las aves alcanzadas por el humo,

mueren animales atrapados por las llamas,

mueren las esperanzas y los días futuros.

Poema 631: Gaza, fin del mundo

Gaza, fin del mundo

Dice en la radio Mikel que el objetivo no es la franja de Gaza,

–señuelo, cortina de humo con decenas de miles de muertos–

sino la Samaria cisjordana roída día a día por los colonos.

Mirar para otro lado,

como si el sufrimiento ajeno fuese a desvanecerse con no mirarlo.

Palestina, el avispero del mundo escribí en dos mil veintitrés.

Es el gran agujero occidental ochenta años después.

No puedo ver tanta destrucción, muerte, desolación, injusticia.

Ese Estado quedará marcado por siglos como genocida.

No basta imaginar, ni descartar con desagrado las imágenes,

no basta odiar al vengador impune de actos abominables

ni celebrar las sentencias de la Corte Penal Internacional.

No basta imaginar la reconstrucción, ni el triunfo silente de la Historia,

hay que enfocar, mirar cara a cara la muerte de quince mil niños,

la destrucción total de hospitales y el asedio medieval por hambre.

La tecnología y el capitalismo muestran su horripilante cara buena:

escombros, polvo, carestía, desnutrición infantil,

humanos que convierten a otros humanos en animales conmutativamente,

vigilantes mercenarios que ametrallan el desorden caritativo.

El horror, la noticia que decae por el hastío bulímico del espectador,

por la persecución sistemática de la denuncia,

por el cierre, muro, alambrada, escudo protector del integrista.

No hay cinematografía, solo banalidad malvada,

un engranaje sistemático de destrucción aséptica y estadística:

¿cuántos muertos al día son tolerables para un espectador?

Poema 557: Tiempos de paz

Tiempos de paz

El alcázar era un cohete a punto de despegar.

Silencio.

Gritos de guerra y el ultrasonido de las bombas.

Explosión.

Polvo, lamentos, sonidos del desvalimiento.

Resistencia.

Las vías de protesta son escasas y no sirven.

Hoja volandera.

El trampantojo de la ONU se desmorona.

Inmovilismo.

El mundo congelado durante las purgas exquisitas.

Daños colaterales.

Monumento a un soldado de otra devastación.

Impotencia.

El poema impreso en la hoja flota sobre el polvo.

Supervivencia.

Huida hacia la destrucción cortando todos los caminos.

Alimañas.

La tecnología produce una supremacía ética.

Silencio local.

El ciclo continúa, cual lemniscata, indefinidamente.

Poema 553: Teatro de fans

Teatro de fans

Varios minutos antes de la actuación

rebosa la platea,

grupos animados de espectadores añosos

departen bajo las luces infinitas

y un decorado de baúles e instrumentos.

El actor, guapo, joven, voz potente,

se reencarna al instante en compositor,

cantante, líder atormentado,

frases extraídas de canciones, un cuaderno,

una historia incógnita y musical.

Aparece sigilosamente la banda,

honrando su nombre, ya marca y distinción.

Música fantástica en vivo, potente,

amplificada, electrónica,

un teatro de fans completo y entregado.

La triste historia de un poeta cantante,

líder tempranamente alcoholizado

y consumidor de sustancias destructivas.

Búsqueda y hallazgo

de una o varias canciones emblemáticas,

padres e hijos, esperanza y desilusión final.

Atalaya espléndida y fervor popular,

canto coral de una audiencia entregada,

instantes ascéticos de comunión teatral,

de intenso disfrute vital tras la tristeza.

Poema 513: Corren tiempos que vuelan

Corren tiempos que vuelan

Corren tiempos que vuelan,

verdean las hojas,

feminismo a flor de piel

en lecturas con poso reflexivo instantáneo.

Justificaciones varias en asuntos banales,

ir quitándonos cosas de encima

muy placenteras o a veces no tanto

como quien sella o firma automáticamente:

un concierto excepcional o una comida deliciosa,

una compañía en un instante que no volverá,

la intensidad que solo aparece un momento

y se disipa por pura avaricia de los sentidos

o por el pragmatismo de aprovechar los recursos

con el mínimo esfuerzo posible.

La secuencia de los patos en un estanque turbio

es una metáfora de la fascinación

de cualquier detalle cuando se potencia

cuando hay una suma de fuerzas mentales.

Somos débiles en una sociedad encarrilada

por siglos de costumbres y de imposiciones

de fuerza muscular y colectiva.

La palabra y el pensamiento son difíciles de encajar

en discursos rítmicos y simples,

en formas destructoras de toda inteligencia sutil.

La primavera frondosa por la lluvia

dejará paso a un calor insoportable y a una sequía

en la que la memoria impondrá su peso agónico.

Solo una comunión de pensamiento y sentimiento

crea una burbuja de luz y de placer emocional,

lector, observador, analista,

una escala helicoidal y compleja

por la que acceder a una luz única y preciosa.

Poema 447: La delicadeza

La delicadeza

Arrojan a la basura todo lo conquistado,

pacientemente conquistado.

La destrucción no es sutil,

como no es sutil la fuerza física

o la opresión de una masa enardecida

por apelaciones reptilianas.

Las palabras,

conceptos que significan voluntad,

consentimiento, aspiración legítima y ética

a la igualdad real.

–Siempre ha sido así–, dirán encumbrados,

elevada su miseria intelectual por el auge del grito.

Delicados razonamientos, medidas, impulso ecuánime,

todo mezclado en una bola de papel

que se cubrirá con sangre animal, –ancestral–,

dirán amparados por una falsa perspectiva histórica.

Borran palabras incómodas, llenas de matices:

patriarcado, machismo, sumisión,

en aras de un status quo marcial,

lleno de testosterona.

Permanecen, dada su incapacidad,

incumpliendo sus propias promesas anacrónicas,

anuncios y desmentidos, vergüenza ajena,

verdadero obstáculo social, ralentización, en suma,

a las necesarias políticas públicas educativas.

Una pareja sentada en un banco detrás de la iglesia

desgrana confiadamente la delicadeza,

la voluntad y la evolución de su propio pensamiento.