La delicadeza
Arrojan a la basura todo lo conquistado,
pacientemente conquistado.
La destrucción no es sutil,
como no es sutil la fuerza física
o la opresión de una masa enardecida
por apelaciones reptilianas.
Las palabras,
conceptos que significan voluntad,
consentimiento, aspiración legítima y ética
a la igualdad real.
–Siempre ha sido así–, dirán encumbrados,
elevada su miseria intelectual por el auge del grito.
Delicados razonamientos, medidas, impulso ecuánime,
todo mezclado en una bola de papel
que se cubrirá con sangre animal, –ancestral–,
dirán amparados por una falsa perspectiva histórica.
Borran palabras incómodas, llenas de matices:
patriarcado, machismo, sumisión,
en aras de un status quo marcial,
lleno de testosterona.
Permanecen, dada su incapacidad,
incumpliendo sus propias promesas anacrónicas,
anuncios y desmentidos, vergüenza ajena,
verdadero obstáculo social, ralentización, en suma,
a las necesarias políticas públicas educativas.
Una pareja sentada en un banco detrás de la iglesia
desgrana confiadamente la delicadeza,
la voluntad y la evolución de su propio pensamiento.