Poema 661: Vértigos

Vértigos

Los días se balancean de forma tenue

dejan de ser estáticos, irrelevantes

para transfigurarse en frenética oscilación.

La verticalidad es un lujo soberano:

fijas la vista y sigues corriendo,

despreocupado por las raíces u oquedades.

Dormir es un acto de rebeldía,

despertar es una lotería maximalista

mientras te acercas al espejo dictaminador.

La vida continúa, los nombres, los saludos,

los hitos en el camino laboral,

los premios nobeles que algún día no escucharás.

Ejercitas tus músculos sin perseverancia,

te aíslas de malos hábitos lecto-escritores,

cargas con pesos insoslayables en tu espalda.

Surgen consejos por doquier, sesudos o irrelevantes

difíciles de llevar a cabo en la vorágine vital

en el carácter que te acompaña desde siempre.

La inestabilidad es asumida como banal

por todo tu entorno y por ti mismo,

una molestia pasajera que no afecta a tu integridad.

Continúas escribiendo, corriendo, conversando,

meditas acerca de la levedad personal,

de un futuro incierto o desértico o vertiginoso,

mientras transcurren los soleados días de octubre.

Poema 626: Amistades físicas

Amistades físicas

Corríamos por el Pinar de Antequera

afianzando la edad desde hacía lustros,

también una amistad del corredor

intercambiando estados físicos y anímicos.

No paran de hablar esas mujeres caminantes–,

dijo el más alto de nosotros;

Van sembrando palabras por el pinar–,

le respondí en un arranque lírico.

Qué metáfora más bonita–, me espetó.

Algún día crecerán– le dije, –y no será tan hermoso–.

En estas, llegó otro poeta en bicicleta

y se detuvo, conversador y amistoso.

Las damas emprendieron el camino de vuelta

comentando asuntos procesales.

A diferencia de nosotros, la más alta iba en cabeza.

Terminamos el ritual dominguero

recolectando unos espárragos trigueros,

hablando de probabilidades y apuestas

y de los arqueólogos poetas o vigilantes jurados.

La liturgia amistosa por hoy había terminado.

Poema 622: El brillo de la juventud

El brillo de la juventud

Cansadas las alas terrestres

se ocultan como se oculta el pensamiento,

el brillo

el acceso profundo a la Sabiduría.

Sobrevuelo puentes y monumentos,

sin la luz prometida

solo palabras políticas absurdas,

sigo la estela de la Belleza.

Veloces

en días de primavera exuberante,

un ángel caído lleno de experiencia.

Gerontocracia azul

largas piernas moldeadas en el gym,

aún persiste el recuerdo del ascenso

los días veloces.

Difuso acontecer cronológico

–nunca existió la Historia–

hermosura ilusionada

trampantojo del agotamiento.

Los fotogramas dicen más que los libros,

congelan el instante

desvirtúan el tiempo,

el ensueño malabar de permanencia.

Alguien grita a tu lado, corre contigo

rejuveneces

no estás solo en el Universo.

Poema 582: Carrera Solidaria

Carrera solidaria

Correr solidariamente: una nube

alfombra voladora de los vientos,

transporte mental colectivo.

Buenas, magníficas intenciones

la risa atontada del buen hacer,

sin pensar demasiado

cada cual con su pequeño aporte.

Disfraces, el momento estelar

de una improvisación de aprovechamiento,

fotografías instagramizadas,

poses, reconocimientos, pódiums,

una cierta banalidad cargada de sentido,

la mirada poética que nunca descansa.

Una acción humana colectiva

hermana, eleva, humaniza,

redescubre las grandes empresas históricas,

los lazos invisibles del progreso imparable

ya evolución, ya sesgo de supervivencia.

No importan las marcas, el tiempo,

ni los cuernos vislumbrados en el horizonte

de quien exhibe su juventud galopante,

solo cuenta la belleza de la congregación,

la admirable convocatoria conjunta y armónica.

Poema 573: Blues de la mañana de un sábado de noviembre

Blues de la mañana de un sábado de noviembre

Inesperadamente cuando me levanto es tarde,

ni el placer del desayuno calmadamente,

ni el desahogo de un poema leído o escrito.

Ha caído un chaparrón de otoño, lucen las hojas,

decadencia en esa belleza efímera.

Solo mis manos enfermas se despellejan sin solución:

he limpiado el baño y aspirado toda la casa,

el polvo se acumula y vuelve a salir enseguida,

tengo el regusto amargo de una serie maravilla,

el peso en la conciencia de siglos de dominación masculina.

La tristeza de baja intensidad se acumula

en las capas superficiales de los muebles,

–son como el polvo en el camino, no son nada

(un hombre solo una mujer)–

clamaba hace un rato en la música del coche

Paco Ibáñez, cuando volvía de comprar un pan magnífico.

Hay una efervescencia imposible, sueños, caminar

en los bosques húmedos, compostándose,

en la vega estrecha de un río de montaña.

Amarga lucidez, otoño de luz y de levedad,

ansia aprehendedora sin ningún objetivo.

Saldré a correr.

Poema 569: Inmune a la belleza del otoño

Inmune a la belleza del otoño

Inmune a la belleza del otoño

corro por las márgenes, –caminos de sirga–,

del gran canal ideado para el transporte de trigo.

Una garza imperturbable aguarda

hasta el último momento;

despega elegante, azulada y altiva

para volver a darme otra oportunidad contemplativa.

No accede a mí la belleza,

no penetra en mis poros o en mi ser intrínseco

no llega a mi intimidad.

La máscara-cúpula protectora está activada,

Sin embargo, he atravesado por el parque

en el que la política plantó su sede,

transversal cual bicicleta sagital,

gotas de lluvia en el rostro, frío,

cumpliendo el reto matinal de la velocidad.

Sí me atraviesan en forma de hélice

las palabras de un artículo sobre deidades modernas,

la risa oculta, o la viñeta de la secuencia valenciana

en la que la cúpula de autoridad estuvo ausente.

La catástrofe nos bombardea cada día,

llena de barro nuestra conciencia

mientras soslayamos las lágrimas

en aras de una continuidad familiar y laboral

que equilibra el horror con la belleza.

Poema 508: Bajo la lluvia

Bajo la lluvia

Mi padre cumple ochenta y tres años.

Hemos corrido bajo la lluvia

precioso paisaje de primavera feraz

acercándonos a un cementerio en medio del campo.

Luz opaca, neblina y cortinas de agua fría.

La voracidad humana hace competir a los más fuertes,

esos semidioses que soportan los meteoros.

Tal vez esta tarde abrirán un libro de poemas al sol

o tomaran un café, locuaces,

mientras disfrutan de la euforia de la mañana.

Barro, sudor, lluvia,

¿cuántas veces más podremos correr así?

Tenemos el privilegio de la ropa seca,

de la ducha caliente al llegar al hogar.

Una cigüeña, punta de flecha, Archaeopterix,

ameriza en una charca enorme en un campo verde,

la colza da un toque exótico de color intenso,

todo es bello en buena compañía.

Poema 503: Oter de fumos

Oter de Fumos

Mi abuelo recorrería estas calles a diario

durante muchos años,

guardaría sus secretos de tiempos convulsos,

guerra, odio, hambre, un incendio,

cuidaría sus majuelos y haría vino,

fumaría sus Celtas Cortos sin filtro,

daría de comer a sus animales,

frecuentaría las bodegas de sus amigos;

quizás en algunos días de primavera

ascendiera al otero del castillo,

observaría la planicie de Tierra de Campos

tal y como yo la vi ayer,

identificaría las pequeñas tierras de labranza,

inspiraría el aire aún fresco de marzo

y a pesar de todo sentiría la pujanza de la vida en él.

He corrido por esas calles, sin resuello,

en una vida mucho más cómoda,

bien alimentado, con tiempo para cultivarme,

casi medio siglo después de su muerte.

Poema 485: La diosa garza

La diosa garza

La diosa garza alza el vuelo al paso corredor,

se posa unos metros más allá sin inmutarse,

planea serena en un vuelo corto y elegante.

Según mi amigo arqueólogo, nos ha protegido

de la lluvia que comienza en ese instante:

diosa votiva, diosa cantada, diosa sacrificada.

La belleza de la niebla gris semeja mi mente agotada,

tiempo de supervivencia sin perder la presencia,

el ánimo o la autoestima:

correr por inercia, la de los mágicos ritos,

el campamento motero lleno de hogueras en la noche,

rugidos del motor, alcohol y música rockera.

Solo atisbo la velocidad de los tiempos,

el delicado equilibrio mental de la abundancia,

las interacciones lectoras, musicales, fílmicas,

tratar superficialmente un tema hasta agotarlo,

quedarme dormido en medio de un artículo interesante.

La diosa garza nos ha protegido en este clima de enero,

ha despertado la posibilidad de un síndrome de Stendhal,

un aura de hermosa belleza sanadora.

Poema 401: Ventanas

Ventanas

Nubes blancas, cambio de tiempo,

viento, pisadas en medio de la carrera,

un baile, una coreografía de corredores

verdes, multicolores,

el paso síncrono, la belleza del momento,

eres parte de la masa y solo puedes asomarte

durante un instante fugaz.

Grúas en el horizonte, muchas, demasiadas,

ocultan aquel trozo verde del campo

que veías durante el confinamiento,

cruel clima que desgaja hojas y limpia árboles.

Cuadernos por los que te asomas al mundo

oculto o visible,

la respiración de los otros,

el gesto cansado o elegante de gacela,

resistencia, olor a ungüentos para los músculos,

un texto con dos conceptos asidos al vuelo.

Recuerdas un funeral inocuo,

un cuadro de escuela flamenca,

la profundidad de campo sin punto de fuga,

esas noches de estío calurosas

en las que las ventanas permanecen abiertas

en busca de un frescor que se resiste.

En algunas ventanas se asoman los curiosos,

fotografían la sierpe humana

que se elonga según pasan los minutos.

La luz y el recuerdo del profesor difunto

que certificaba el acceso al club nocturno

asomado a su ventana privilegiada,

marcan el final de la mañana corredora

mientras degustamos una buena tortilla de patata.