Poema 528: Fin de curso

Fin de Curso

Tras la vorágine de las evaluaciones

aparece de repente un día con un cambio de ritmo,

horarios y rostros conocidos se alejan en la bruma

del dolce far niente.

Las voces de cada día se apagan,

algunas, no volverás a escucharlas;

también se apagan los paisajes llenos de pinos,

el barullo juvenil regulado por la música,

la afabilidad de algunos compañeros.

Las despedidas son heterogéneas:

a la francesa, con suma discreción,

emocionadas e intensas, no exentas de lágrimas,

fugaces o eternas.

Mucho trabajo conjunto, horas, problemas,

esa pequeña amistad del día a día

desaparecen en una neblina tragicómica

tras la que emerge el vacío vacacional

que no tarda en llenarse de aventuras.

Cada curso mide el paso del tiempo,

un descuento de experiencias, de fraternidades,

una cúspide de agotamiento,

el merecido descanso también cíclico e intenso.

En el río de la vida, nada volverá a ser idéntico,

quizás nada cambiará en la asunción personal

de nuevas ideas, personas, momentos,

y sin embargo ese instante último

 perseverará en el recuerdo,

en los episodios únicos de cada vida.

Poema 527: En el aire

En el aire

En el aire estuvieron las acrobacias,

llegaron a toda velocidad tras una tarde de lectura,

las cervicales, el esfuerzo por no tener gafas de cerca,

el orgullo de atravesar raudo la ciudad en bicicleta.

Pasan los acontecimientos apresurados,

con una leve percepción de la intensidad,

del momento tan especial que supone cada acto.

Me demoro en la escritura de algunos detalles,

un paseo soleado por el canal, una piña verde,

el final del curso sostenido durante varias semanas,

celebraciones, conciertos, lecturas, palabras,

un diálogo de vital importancia en una minúscula vida,

la nimiedad de la propia existencia.

El equilibrio de la mente, del peso de cada acontecimiento,

quitarte los asuntos de encima como piezas de un tetris,

encajar absurdos y huecos lo mejor posible

aquellos hechos sobrevenidos, veloces, imparables.

En el aire comprendes el riesgo, la habilidad extrema,

el peso psicológico de cuanto sujetas en tierra,

te esfuerzas por la estética y el ritmo y la música,

despejas todo lo accesorio, te encuentras a ti misma.

Entrevés las nubes extrañas en el cuasi solsticio,

te preparas para captar ese instante de belleza fotográfica,

e inmediatamente incorporarte a la corriente cotidiana:

cenas, logística, aprovisionamiento;

desearías estar en el círculo del arcaico sepulcro de corredor

apenas marcado ya con unas piedras,

visible desde el valle, olor a cereal y a tierra húmeda,

sentir la luz, la caída de la tarde, la noche, la soledad

e incluso el miedo atávico a cualquier alimaña.

Poema 526: Bruce

Bruce

Varias horas antes del concierto

en los alrededores del Metropolitano

el ambiente era de fiesta en los bares:

cervezas y camisetas de la gira de Bruce

coexistían con animadas conversaciones

y la euforia expectante de los auténticos fans.

Un azar de ínfima probabilidad

nos hizo coincidir en la pista con viejos rockeros,

antiguos amigos, rostros conocidos,

un ápice más de la felicidad colectiva inminente.

El espectáculo de luz, pantallas y sonido

ha evolucionado mucho desde el dieciséis:

menos volumen distorsionado, más nitidez,

la comprensión de que al éxtasis colectivo

se llega por la sencillez de conceptos y música,

con un ídolo inmaculado, ya mito, ya humano.

Deambulé perdido entre la masa en movimiento,

observé el trance surgido del baile y de la música,

el creciente ritmo estudiado de los himnos,

la incorporación lenta de individuos a la comunión.

No accedí a la elevación mística,

quizás por falta de ritmo, o por ignorancia suma

de letras, sonidos, leyendas del sumo sacerdote;

sí percibí la dicha integral en la atmósfera,

la belleza de la luz, del templo, del baile,

el cúmulo de ritos de la modernidad compartida.

Poema 525: En el fútbol

En el fútbol

El futbito es un ejercicio de amistad,

de fraternidad, de un compañerismo sin daño,

la rutina de un martes al que llegas agotado

y te embadurnas de una crema muscular

cuyo olor te retrotrae a otros vestuarios de juventud.

Casi siempre se repiten las secuencias:

optimismo colectivo en los saludos,

calentamiento impaciente y poco útil,

deambular por el campo más andando que corriendo,

celebrar cada pase elegante o cada gol

con el ánimo de aquellos que militan en tu equipo.

Envejecemos y la fauna de jugadores es cambiante,

y sin embargo soñamos con una continuidad inexistente.

El dolor al enfriarse los músculos es mítico,

como lo es la ducha posterior o los comentarios

ante unas cañas y unas tapas que a veces se prolongan.

Recuerdo aún la vuelta tras el confinamiento,

la sensación de ver solo a hombres en esta actividad,

un arcaísmo en medio de una arquitectura social

tendente a la igualdad y la integración de los sexos.

El hito semanal que supone darle al balón,

conseguir una buena jugada

en medio de la oposición de tus congéneres,

es una pequeña alegría que sirve de estímulo alimenticio.

Cada martes pienso que no habrá más fútbol

y disfruto como el condenado de su última voluntad,

con el escepticismo de toda una vida jugando.

Poema 524: Contrastes antropológicos

Contrastes antropológicos

Al caer la tarde el cereal exhala su perfume,

colma el espacio de un aroma de infancia

que invade la ciudad rodeada de campos de labor.

Salir en bicicleta al declinar el sol

es un embeleso de los sentidos,

el color, el aroma, la luz, el sonido calmo

de las espigas mecidas por el viento.

Allá donde la ciudad penetra en los cultivos

en los márgenes del asfalto invasivo,

desalmados, inútiles e ignorantes

sueltan sus miasmas con nocturnidad:

escombros, plásticos, residuos insoportables

para la vista educada en la sostenibilidad.

Todo el trabajo de décadas de educación

de la búsqueda ilimitada del bien común

se destruye en poco tiempo egoístamente,

en una regresión cívica, estética y pragmática.

Me invade una súbita cólera, enojo, abatimiento,

la fealdad del mundo en toda su amplitud,

el desprecio de los avances colectivos.

El optimismo antropológico cultivado

se enfrenta a la irracionalidad ignorante

de quienes desprecian el futuro colectivo.

Solo las amapolas atenúan la frustración

hiriente de un cierto pensamiento ilustrado.

Poema 523: El juego de la música

El juego de la música

Nada estaba en su lugar en la orquesta:

una percusión integrada en los metales,

dos flautistas como extremos percutores,

un generador de viento entre los contrabajos

y el compositor vivo de la obra a estrenar

disimulado entre el público.

Había alegría en el ambiente,

por la novedad, por los instrumentos insólitos,

por el cuarteto de flautas mágicas de la propina

en las que estaba integrado el gran director:

un juego imaginativo y hermoso

antes de atacar, con más de cien músicos en la tarima,

la gran batalla de Stalingrado.

La séptima sinfonía de Shostakovich,

fue monumental, apoteósica:

diría JM que le habían dado ganas de invadir algo.

Imagino como debió sonar en el cuarenta y dos

la exhausta Orquesta de la Radio de Leningrado,

silenciadas las bombas por la operación Borrasca,

y el efecto psicológico que causó en el ejército nazi.

Orgullo, juego, pasión, sonido divertido,

una tarde hermosa sonriendo en el auditorio.

Poema 522: Máquinas de guerra

Máquinas de guerra

Vivimos dos conflictos bélicos mediáticos

en un cul de sac europeo,

noticias, nunca buenas, de avances y destrucción

conflagraciones en las que nadie gana

salvo quienes producen y venden armas

u obtienen réditos políticos.

La obsesión por ignorar las noticias es grande;

aun así, hay en mi subconsciente imágenes,

sonidos, sospechas, precauciones,

la destrucción invisible desde el cielo,

la barbarie de los soldados, ya fieras

sin sujeción ética ni estética, ni normas:

destruir e intimidar, desalojar cruelmente,

dañar, castigar e infligir sufrimiento.

Veo los campos fértiles repletos de cereal y amapolas

e imagino las llanuras ucranias:

las placas solares iguales y móviles

recrean en mi imaginación el Ataque de los Clones.

Los adosados entrevistos al final de un cultivo

simulan un campo de refugiados gazatí

seguramente ya en ruinas, humeante y masacrado

por la abrumadora superioridad tecnológica

del capital sionista-americano.

La belleza de la campiña no oculta el horror bélico

simbolizado por la subcentral eléctrica

y el continuo ruido de fondo del tendido,

superpuesto al canto de los grillos.