Poema 438: Zombis

Zombis

Los zombis caminan por la calle

la cara iluminada por su pantalla retina,

ajenos al canto alegre o temeroso de los pájaros.

Hay quien desearía ser de nuevo confinado

para explotar toda la funcionalidad de su tesoro,

comunicarse todo el tiempo de forma aséptica.

Alguien ve una foto de un ciclista en medio del campo,

expresa su temor alérgico a las gramíneas,

el gran satán: aire libre y flores en primavera.

Hay una colección pasmosa de rosas olorosas,

que como mucho serán captadas por la cámara:

–mira, había unas flores–, dirán al mostrarlas orgullosos

de su captura sabatina en ese lugar ajeno a sus costumbres.

El encuadre es la clave de bóveda,

no existirán ni la luz, ni el aroma, ni la suave brisa,

solo los personajes de su juego interactivo,

el combate o la aventura virtual

en una realidad inexistente y simplificada.

En ese mundo no salen conejillos de sus madrigueras,

ni se ortigan al atravesar una zona de escombros:

saltan bloques, trampas inesperadas, simas infinitas,

consiguen monedas o energía para sus avatares,

en un tiempo acelerado ajeno a su memoria y su vida.

Poema 411: La vida es poesía

La vida es poesía

Los hechos son menos relevantes que las consecuencias.

Sin los frenos de la experiencia

llega el desastre,

la vida comunicada por grafos invisibles

amplifica o desconcierta:

no vivo en un cenobio como desearía a veces.

Y sin embargo

la vida es poesía.

El rostro sonriente entre la multitud de vehículos

en el atasco,

un verso suelto en medio de la crispación

tensa mis músculos faciales

perturba la rigidez de mis pensamientos

reinicia la búsqueda positiva de vías de escape.

La desinhibición alegre es irracional:

durante generaciones he debido concentrarme

en la subsistencia;

ahora soy un iluminado en reposo,

todas mis artes detenidas,

llega hasta mí el maleficio evangélico

de quien no aprovecha sus talentos.

Cada día terminan por filtrarse en las filas racionales

los mensajes pesimistas del fin del mundo,

el cuanto peor mejor,

la rigidez estricta del análisis lingüístico.

Y otra vez sin embargo

la vida es poesía.

Poema 375: Viajar

Viajar

Existe un abismo entre lo que percibes,

lo que sientes, lo que otros te cuentan:

existe la belleza en el campo,

el trino de los pájaros,

la luz del atardecer o la creación artística.

Frente a esto hay ruido, contaminación,

comisionistas, políticos que gestionan a su favor,

una caterva de personajes inútiles,

capaces de entretener a los demás en minucias.

La vida no suele dar tregua: amor, desamor,

desconfianza, injusticia.

Hay incluso una vida virtual

en la que se replican los problemas de la vida real.

Viajas y observas, luz dorada, diversión,

cultura a borbotones, cierta ecología,

aprendes y transmites y fotografías

y ese poso enciende caminos interiores

te perturba y te conmociona y te aprieta,

sientes un deseo desbocado de abrirte a todo

antes de que la realidad finita y acotada

te obligue a asumir pequeños actos y grandes obligaciones.

Te abres a la idea de muchas lecturas imposibles:

tendrás que elegir, descartar, hacer prospecciones

mientras estás ilusionado por un cúmulo de posibilidades

y esa ilusión te propulsa y eleva

te vuelve pedante y te encierra en una burbuja

tan irreal como todo lo que existe.

El viaje te ha devuelto estímulos y análisis,

una sensación de infinitud en el vuelo

antes de que el laberinto de cada día te absorba

hasta dejarte incapacitado en el quehacer diario.

Poema 269: El mundo después de estos días

El mundo después de estos díasIMG_6358

Lo que estaba muerto estará vivo y verde

cuando salgamos al campo,

algunas flores ya se habrán desbaratado,

ríos que se han desbordado

siluetas que ya no recordamos.

 

Las drogas que nos sustentan cada día,

oxígeno, engaños mentales con forma humana,

ángeles olvidados desde hace eones,

píldoras amorosas como gotas de lluvia,

ahora ya no son necesarias en el retiro.

 

Sumergirse en una historia, serie, película,

libro, narración oral o vínculo de Youtube,

un olvidar el presente y sus consecuencias,

no anticipar, ni sopesar, ni presuponer,

es la única forma de salir del círculo vicioso.

 

No habrá apoteosis, ni vivas, ni alegría desbordada,

seremos predicadores de Twitter,

o ínsulas táctiles en medio de una masa ingente

de personas desbordadas y egoístas,

antes de ser arrastrados por los ríos antiguos.

 

A lo sumo quedará un poema, el recuerdo

filtrado de las semanas confinados, las cervezas,

las partidas de ping-pong en la mesa de la cocina,

todas las borrascas que dejaron un mapa

en medio de tu cabeza inhabitable esos días.

 

El tiempo en el que te lamentarás

de solo haber leído tres libros extraños,

de haber publicado una docena de poemas,

cuando el tiempo muerto se abría en esplendor

solo para ti, gran falacia de egoísmo profético incumplido.

 

Comprimidos poéticos, música de la Filarmónica de Berlín,

algunos retazos entrevistos de ópera,

subir escaleras corriendo para obtener

las necesarias sustancias neuronales de alegría,

todos esos gestos condensados en un aplauso al atardecer,

han conseguido mantenerte con vida cada día.

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Poema 226: La vida

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La vida se distribuye en etapas y miedos,

en ciclos de duración diversa y paranoias,

en tics y afinidades mentales,

y se diluye en nostalgia y memoria.

 

Puedes imaginarte un día caminando

por la orilla de una playa azotada por el viento,

experimentar la levedad de tu figura

ante los embates de la galerna.

 

O sentir la fuerza muscular mientras pedaleas

sobre un camino de arena y piedras

que desemboca en el famoso puente de hierro

todo tu cuerpo en tensión vibrátil.

 

Y quizás un día amaneces cansado

y te preguntas por el sentido de tu vida

por quién te necesita o espera algo de ti,

por el hueco mínimo que dejarías en tu ausencia.

 

Entonces, algunos mecanismos cerebrales

pueden soltar sustancias en tropel,

una mezcla milagrosa que regula tu pensamiento,

que conecta con la maravilla vital de tu existencia.

 

El acceso a tu repositorio de imágenes hermosas

atrae sobre ti múltiples vínculos,

un juego competitivo de prioridades,

una suma de cariño y supervivencia esenciales.

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Poema 225: A mis cincuenta y uno

A mis cincuenta y unoIMG_20190724_093839

A los casi cincuenta y uno,

mis ojos hoy son del color del mar,

la playa está atestada de cuerpos

desastrosos o cuidados hasta el extremo,

y las olas superan mi altura.

 

El placer de los sentidos es enorme:

ruido y furia de los embates marinos,

el viento suave que roza mis mejillas,

el olor del yodo y de la sal,

los colores y reflejos hasta más allá del castillo.

 

Mi lugar de observación es una clave,

la forma de centrar el hormiguero-playa,

el lugar que ocupo en este intervalo de tiempo

tan minúsculo, reptil-ave-sapiens,

orden y moda, antes de apocalipsis y nada.

 

A los casi cincuenta y uno repaso otras playas,

otros mares, algunas ensoñaciones superadas,

revisto mi memoria de placeres y dudas,

de fuerza y energía, de alguna extravagancia,

mi lugar en el mundo es el que tengo ahora.

 

Soy suma y detalle, soy emoción y burbuja,

constructor de versos, miradas y luces,

soy un tobogán de autoestima difícil de predecir,

permanezco inmóvil en momentos oscuros

para volar libre con la brisa marina favorable.

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Poema 224: Veo

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Veo madres fumando con sus hijos de la mano,

hombres con barrigas fruto de la gula,

la uña del pulgar destrozada del tendero chino,

una mujer rechoncha que pasea a un perro hermoso.

 

Veo el color dorado del sol en la piel de mi hija,

una pareja lectora que se come con los ojos

en un banco del parque,

vestidos ligeros en cuerpos sencillos.

 

Veo una urraca disfrutando del frescor matinal,

niños olvidados del tiempo en sus juegos de agua,

ancianos desdentados que sufren el calor,

veo resistencia y vacío, pero también belleza y esperanza.

 

Veo palabras y dudas, energía juvenil,

fotografías que envidio y otras que no reconozco,

veo la luz del ocaso demorándose en el ladrillo rojo,

y el abeto enhiesto que soporta la tarde con tedio.

 

Nada es ajeno a mi mirada, ansia pura

de captar el instante mágico de fealdad o hermosura,

de búsqueda innata de la imagen, poética,

del hilo que extrae la esencia de la vida.

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Poema 208: La vida en las piernas

La vida en las piernasIMG_20190302_172910 (1)

Éxito, paseo largo en bicicleta,

campo verde aún ralo,

la vida en las piernas.

 

Éxtasis bajo una flor de almendro,

el lejano sonido de autopista

destierra el balido bucólico.

 

Nadie parece observarte

mas tu presencia es conocida,

el lugar exacto, el ladrido de los perros.

 

El río transcurre en un hilo de corriente,

el bosque de chopos ha sido talado,

allí hubo hace siglos un poblado.

 

Los perros pastores se encaran contigo,

una voz lejana los llama al orden

intercambias con el pastor leves sonidos.

 

Tras la subida difícil por el camino de arena,

atisbas la torre chata y defensiva,

las casas pegadas a la tierra ancestral.

 

El viento del ocaso empieza a refrescar,

calculas el ángulo solar al llegar al lavajo,

en unos minutos gozarás del fuego del hogar.

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Poema 192: Una luz azul en la mañana de noviembre

Una luz azul en la mañana de noviembreIMG_20181116_194112

Una luz azul en la mañana de noviembre

tras la lluvia, tras la muerte.

Me asusta la humedad, los huesos fríos,

el silencio del que ya no regresa.

 

Queda una construcción mental,

individual y colectiva del desaparecido,

una sombra de vivos colores aún,

un reflejo y una voz disueltos en el aire.

 

Ciertas palabras, ideas, seguridad,

las barbas de tu vecino,

un charco al que no habías prestado atención,

abrazos cotidianos ahora ya singulares.

 

Inacabado, el tiempo, el paseo,

el momento de belleza sublime,

esa página que estabas escribiendo,

esa despedida ensayada con las palabras exactas.

 

El vórtice o la estela de su paso vital

se cerrará con los problemas cotidianos,

una cicatriz hermosa, de cirujano plástico,

un aviso licuado en pequeños sorbos vitales.

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Poema 180: Vida natural

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El agua corre, salta, brinca, sortea rocas

grita de júbilo ante su libertad

en un descenso vertiginoso

por gargantas de enormes piedras.

 

El sonido del agua es una bendición

para el oído estresado por el tráfico

o por una jauría de centenares de adolescentes

desbocados a la hora del recreo.

 

Grillos y cigarras compiten contra el silencio,

a veces una corriente de viento susurrante

se cuela por los cañones horadados

por el agua durante milenios.

 

Desnudo, tumbado en la roca,

mi cuerpo absorbe el calor del día,

el oído capta todos los matices del agua

y la vista se relaja en las hojas móviles del castaño.

 

Cada hora pasada en la naturaleza

es un regalo y un privilegio,

el recuerdo ancestral almacenado en los genes,

un gozo para todos los sentidos.

 

Las huellas de uno o varios lobos,

en la umbría de la Pista Heidi

descarga mi adrenalina y tensa mis músculos,

aguzo vista y oído mientras sigo caminando.

 

Hay moscas, arrancamoños, zarzas,

parásitos escondidos en los helechos

que flanquean el camino centenario

entre vallados de prados escalonados en terrazas.

 

La fuerza de tu espíritu se pone a prueba

con el calor sofocante, los pinchazos, el sudor,

las ortigas que inoculan su veneno en tu piel,

y los múltiples obstáculos que esconde cada senda.

 

Minimizas todos esos inconvenientes

o los sopesas con la luz cambiante e indescriptible,

la fragancia aromática de las riberas del río

o la sensación atávica de libertad.

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