
La ciudad, sin ritmo
Atravieso parques y jardines
bajo la bruma gris de otras latitudes,
diríase un día anodino, festivo, otoñal
y en efecto lo es.
La bicicleta eléctrica funciona sin esfuerzo,
aún recuerdo la doble caída bajo la lluvia
y el cuerpo reacciona imponiendo precaución.
Boquean los árboles sus últimos adornos foliares,
transitan las gentes alienadas por la escasa luz,
caminantes inseguros y grises, agotados
por los embates vitales y las noticias infames.
La belleza está ahí, presente y estática,
hilos de conocimiento y verdad, lecturas, imágenes,
anclajes múltiples que elevan la humanidad,
convierten cada día en un oasis de luz y aprendizaje.
La felicidad basada en el comercio, las luces brillantes,
el movimiento permanente,
está hoy de vacaciones muy a su pesar.
Canturreo una canción (o varias) de Batiatto,
la barbilla alta, la mirada poética, la sonrisa puesta
a modo de sostén y equilibrio
tras el enorme descanso nocturno.








