Poema 673: Danza Volandera

Danza Volandera

La danza que provoca el viento en las hojas

nos conduce irreversiblemente al invierno.

El sol de San Andrés tras la lluvia de ayer

es un trampantojo, un falso decorado

en un mundo que asume la esclavitud:

omnipotencia de la riqueza sobre las personas.

Las conversaciones durante la celebración

del falso santón matemático Bourbaki

aún colean en la mente de los verbeneros:

efervescencia juvenil en las aulas,

jornadas eternas de trabajo incipiente,

el lenguaje reestructurador de cerebros

o recuerdos de un viaje remoto y dudoso.

La noche es patrimonio de los patines eléctricos,

la juventud marginal cambiando el rumbo,

la fuerza inveterada de los aspirantes al trono,

capaz de reorientar gobiernos empero no poderes.

El mismo viento volandero revuelve las nubes,

las condena a un infierno de colores en el ocaso,

un horizonte que atrapa la vista y te engulle.

Poema 662: El movimiento está en las sombras

El movimiento está en las sombras

El movimiento está en las sombras

allí, nada me pertenece.

En la luz del foco sonrío y celebro

la vida, la juventud, la compañía silente,

observo el paisaje marino tan añorado,

la luz poniente, el revés de la historia.

Animales en cautividad placentera,

¿quién los cuida? ¿Quién nos cuida?

Detrás del espejo hay un mundo de sombras,

delante estás tú y el hogar que te acoge,

la rutina que unas veces pesa y otras alivia,

una suma de instantes fáciles de olvidar

en aras de los siguientes abrazos.

Caminan con una seguridad renovada,

protegidos aún por varias capas generacionales;

los recuerdo aún titubeantes, cargados de libros

dispuestos a una rutina llena de deberes

de aprendizajes básicos, de competencias que no son.

Aprietan el paso, sonríen a la ventana iluminada,

llenan mi mundo de ilusión y novedad.

El movimiento se detiene, opaca su alegría,

rechaza el presente en aras de un futuro edénico,

calma la ansiedad y alimenta una burbuja impar

de hermosa proyección personal y solitaria.

Expulsado de las sombras permaneces inmóvil,

llenas tu tiempo de intrascendencia cultural

antes de intentar rehacer un presente existencial.

Poema 622: El brillo de la juventud

El brillo de la juventud

Cansadas las alas terrestres

se ocultan como se oculta el pensamiento,

el brillo

el acceso profundo a la Sabiduría.

Sobrevuelo puentes y monumentos,

sin la luz prometida

solo palabras políticas absurdas,

sigo la estela de la Belleza.

Veloces

en días de primavera exuberante,

un ángel caído lleno de experiencia.

Gerontocracia azul

largas piernas moldeadas en el gym,

aún persiste el recuerdo del ascenso

los días veloces.

Difuso acontecer cronológico

–nunca existió la Historia–

hermosura ilusionada

trampantojo del agotamiento.

Los fotogramas dicen más que los libros,

congelan el instante

desvirtúan el tiempo,

el ensueño malabar de permanencia.

Alguien grita a tu lado, corre contigo

rejuveneces

no estás solo en el Universo.

Poema 490: La edad de cabalgar

La edad de cabalgar

    Su torso es un junco dorado

    Y tú te enredarás en él.

       Cristina Rosenvinge. Canción de Boda

La edad de cabalgar, que nada te detenga,

que los músculos sigan siendo flexibles

y las dudas por el futuro se disipen,

que la escalera vital no sea tan ardua

justo en el cénit de tu energía física y mental.

Que la inconsciencia no te la juegue,

atesora una Odisea de experiencias

al modo de Cavafis en Ítaca,

que te sea dado atisbar un puerto griego al amanecer.

Que antes de las graves obligaciones

aprendas a amoldar tu espíritu,

a respetar la debilidad y también la inteligencia.

Que en esa edad de cabalgar disfrutes

como ese dios que oye la risa y la voz

de quien solo para él abre su manto de intimidad.

La edad de cabalgar es atropellada y veloz,

inconsciente y etérea,

crearás en ella la fuerza y la habilidad

para estirar el arco y atravesar las hachas.

Poema 455: En la vida y en la muerte

En la vida y en la muerte

 A Perea
quien siempre nos transmitió alegría.

Un fanfarrón alegre, un torbellino,

vorágine de vida y alegría fresca,

un tipo inteligente y veloz.

No le conocí en el cara a cara con profundidad:

imagino que tenía su máscara,

la broma que esconde ideas y proyectos,

fracasos y éxitos.

Diría que era el más popular de la comarca

hasta que la vida le pasó por encima;

un trabajador infatigable, amigo de todos,

capaz de encender una chispa en un velatorio.

No sé cuándo apareció en nuestras vidas,

rapidillo y listo jugando al futbito,

ni como en los veranos se multiplicaba

en el día y en la noche,

siempre presente con su voz tan grave

y las anécdotas almacenadas por millares.

Ciertamente tenía el don de la risa

y la teatralidad narrativa de un genio;

quizás fue un faro generacional

omnipresente de forma oblicua

en cada evento, fiesta y celebración.

Se nos va un hombre excesivo y bueno,

recordado por todos con cariño,

la alegría de una juventud

difuminada en un sueño.

Poema 228: Noche de agosto

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Las calles de moda en Amsterdam

rezuman fiestas privadas,

ventanas iluminadas sin cortinas

conciertos abarrotados en el canal.

 

En la puerta elevada de su casa

una pareja degusta un vino caro y frío,

charla en un idioma sonoro

prepara su noche íntima de sábado.

 

Todos ríen: la gracia de la juventud les alcanza,

el tiempo por delante es su tarjeta de crédito,

la agilidad de sus muslos torneados en la bici,

la altura tremenda de su generación.

 

Un tenor levanta centenares de aplausos,

desafía la seria laboriosidad semanal,

es admirado, elevado en ese instante por la masa,

se desvanecerá en horas, salvo en la memoria.

 

En una noche única de agosto se han conjurado

la luna, la música, la temperatura y el agua;

sobre el bosque de bicicletas aúlla la conciencia del poeta,

el deseo reconvertido en poema.

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Poema 100: Sensaciones

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Algunos detalles, imágenes, se introducen

con fuerza entre mis circunvoluciones cerebrales.

Ya no son las mismas,

las he reelaborado y mitificado,

he difuminado ciertos fragmentos y ensalzado otros.


Si buceo con intensidad en el recuerdo

aparecen ellas, las sensaciones,

la angustia del abandono o la soledad,

la alegría infinita del sol y el mar,

la libertad de pedalear en tierra extraña.


Ante esos recuerdos sonrío

o me encojo aún temeroso y mínimo,

el olor de la cebada en la era,

vagar desorientado por lugares conocidos,

el dolor intenso de una luxación.

 

La experiencia me dicta, en medio del recuerdo

inspirar profundamente y detener el tiempo,

registrar ese instante de plenitud,

ojos, cara, sonrisa, el viento cargado de aromas,

el último beso que le di a mi abuela.


Muerte, sudor, infinito cansancio en la media maratón,

la película mejicana en el cine una noche lejana,

un roce de labios, unas manos enlazadas,

el llanto de un niño recién nacido,

un viaje en tren tras un día espléndido.


Recuerdo una multitud especiada

en el zoco de fez, laberinto y mercado,

un juego de escondite infantil temblando

bajo un abrigo con la niña que te gustaba,

el ciervo de Font de Gaume que lame a su hembra herida.


Hierba recién cortada en un minifundio,

un río helado y los tojos que pinchan,

el fútbol en el cruceiro,

el mazazo del anuncio de la muerte,

mi hija llena de cables en una incubadora.


Podría evocar versos tristes y alegres noticias,

infancia y adolescencia,

la madurez magnífica o el dolor insoportable,

pero me quedo en la repetición constante

de mi sonrisa en el espejo cada mañana.

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