Poema 623: Escribir sin ton ni son

Escribir sin ton ni son

Escribir sin ton ni son, palabras,

simples palabras encadenadas o sueltas

con o sin preposiciones, usura

un precio de tiempo y de ciertas malas posturas

vértigos.

Existe la belleza exterior y el traveling

nominar todo aquello que emociona o excita

o lo que aprisiona y desgasta,

cualquier flujo de conciencia en cualquier momento,

pulir,

dotar de estructura un pensamiento deslavazado.

La suma concentración del instante

será beneficiosa para mis sinapsis y salud mental,

aunque olvide deprisa el propósito y dude

–horas o minutos después–

cuál era el leiv motiv de aquello que escribí.

Leer es más cómodo, pero menos gratificante,

involucra probablemente más áreas cerebrales

desencadena procesos más vastos y etéreos.

El tiempo solitario es un tesoro que asumo con egoísmo

tecla a tecla, maravilla de la técnica

de la práctica escritora de mis dedos.

Antes he hecho una ruta en bici,

he tomado fotografías de extraños encuadres

de las que a veces emerge un poema

o he caminado sin rumbo fijo solo reflexionando.

El estado de ánimo vuelve místico o ridículo

aquello descrito o sugerido o insinuado

el leve roce del lenguaje en la conciencia

de un lector desprevenido o masoquista.

La descarga poética es un alivio y una satisfacción,

me exonera de cualquier contrato social

de sentirme un excluido por indolente y abúlico.

El deber de concentrar en píldoras de gran esfuerzo

todas las vivencias miserables

algunos pensamientos accidentales, lucidez aleatoria,

dudosa elegancia

es un exoesqueleto suficiente y en ocasiones soberbio.

La vida vivida a sorbos es escrita a borbotones

imaginada y pincelada de forma impresionista.

Poema 622: El brillo de la juventud

El brillo de la juventud

Cansadas las alas terrestres

se ocultan como se oculta el pensamiento,

el brillo

el acceso profundo a la Sabiduría.

Sobrevuelo puentes y monumentos,

sin la luz prometida

solo palabras políticas absurdas,

sigo la estela de la Belleza.

Veloces

en días de primavera exuberante,

un ángel caído lleno de experiencia.

Gerontocracia azul

largas piernas moldeadas en el gym,

aún persiste el recuerdo del ascenso

los días veloces.

Difuso acontecer cronológico

–nunca existió la Historia–

hermosura ilusionada

trampantojo del agotamiento.

Los fotogramas dicen más que los libros,

congelan el instante

desvirtúan el tiempo,

el ensueño malabar de permanencia.

Alguien grita a tu lado, corre contigo

rejuveneces

no estás solo en el Universo.

Poema 621: Lujuria lunar en una terraza primaveral

Lujuria lunar en una terraza primaveral

A silver Lucifer
serves
cocaine in cornucopia
             Mina Loy, Baedeker Lunar

Nunca estuve en una fiesta como esa,

imagino un palacio veneciano con vistas al Gran Canal,

la luz decreciente de un día de abril

y una luna aún sin completar ya nítida y aún opaca.

Atractivos camareros pasan fugaces

dejando un halo de belleza y deseo en el ambiente,

una promesa de electricidad al llegar la noche.

Fluyen palabras especiales en rostros enmascarados

fuente de concupiscencia, gestos sensuales,

la personalidad condensada en la voz y el movimiento.

Un destello de combinación inteligente de vocablos,

una sabiduría en la escucha activa,

el aura personal disimulado y estimulado por el atuendo.

Joyas, ojos que sintonizan la misma longitud de onda,

el roce místico de un dedo en un antebrazo

antesala de la comunión lunar.

El palacio es un laberinto de túneles, escaleras,

estancias en cuyos interiores barrocos

serán hollados infinidad de cráteres dérmicos.

La fiesta es la antesala de un despertar poético:

retazos de recuerdos a velocidad sináptica,

la faz oscura de la luna, Mare Tranquillitatis,

y una luz intensa antes del eclipse.

Poema 620: En la feria del libro antiguo

En la feria del libro antiguo

En el reflejo del contenedor de libros

pude ver una sombra de libros que era yo,

eran los volúmenes que atesoro y acaricio,

aquellas lecturas únicas, ya míticas,

los no-leídos que me esperan dulcemente

en un reposo inútil que decolora sus lomos

y nos avejenta como si el tiempo fuese un viento

castigador de almas y portadas.

Una visión de ex–libris estampados con esmero

confronta la lectura obsesiva

con el coleccionismo caótico y pecuniario.

Reconozco libros y procedencias,

portadas que estuvieron de moda, ya olvidadas,

la lectura única de una única persona

o los restos virginales de una edición nada exitosa.

Leo y memorizo, busco y rara vez encuentro

poetas de vanguardia, mujeres escritoras,

el raro ejemplar de una autora mercurial y apoteósica.

Mi yo desintegrado en mínimas porciones futuras

supone una intensa cura de humildad,

el reconocimiento de la insignificancia de tantos egos,

de lo efímero del placer lector y compilador compulsivo.

Bukowski acude desde el más allá  

con un pequeño ejemplar diletante y desvaído,

extraña edición, sorpresa, la alucinación postrera

de un genio desmedido y anti ejemplarizante.

Elevo el perfil de mi sombra en el tiempo que me queda,

esos minutos gloriosos en los que deambulé

entre póstumas alegrías y futuros incógnitos.

Poema 619: La panera de la tía Fernanda

La panera de la tía Fernanda

Los rostros han sufrido trabajos y desgracias,

nadie está indemne, pero hacen bromas,

algunos cuentan chascarrillos novedosos

mientras en el horno de Pereruela hierve el pote.

Nos conocemos desde la infancia,

esa que rememoran unos y otros entre ruinas,

cárcavas, tirachinas, juegos de toda índole,

casas abiertas, familias, genealogía,

ubicación precisa en el espacio-tiempo.

Existe un espacio común y un personaje aglutinante,

trabajo, planificación-improvisación y recursos,

mucha cooperación y la voluntad continuada

de permanecer ajenos al tiempo.

El lugar, antigua panera de la tía Fernanda,

es un habitáculo singular y mágico,

conservado y mejorado,

lleno de recuerdos y novedades.

El éxito es el acudir presuroso desde los extremos,

la cordial acogida de quien aparece con discontinuidad,

la risa franca, generosa, hospitalaria y descomunal.

Los lazos que unen a unos y a otros son enrevesados,

diversos, a veces difusos, pero siempre vitalicios y definitivos:

parentesco, amistad, deporte, afinidad electiva,

la integración amalgamada de comer juntos

cada cual con sus costumbres ancestrales y caprichosas.

El oasis permanece en la memoria esencial colectiva

bajo la apariencia de la despoblación y la ruina,

el empeño de los puntos cumbre de felicidad activa.

Poema 618: Espectáculo

Espectáculo

El espectáculo turístico de filas de encapuchados

se repite cada año tras la primera luna llena de primavera,

la teatralidad del juego adopta un aire solemne:

obediencia y orden, disciplinas propias y ajenas,

espíritu gregario de la masa que desfila

y enseñoramiento de figurones que van y vienen.

Los capirotes entroncan con una inquisición extinta,

difuminan la individualidad en la masa,

marchan al son de cornetas y tambores.

La religiosidad de cada cofrade se integra en la congregación,

un intento ascético de llegar a un trance rítmico

al difuminar la conciencia individual en el conjunto.

El patrimonio iconográfico fue una inversión exitosa

proyectada en un futuro de siglos:

tallas impecables, colores, una escenografía trágica,

toda la crueldad humana enfocada en un mártir.

Varias proclamas, saetas, cánticos dispares

acompañan a los penitentes en su deambular,

discursos vanos, carentes de contenido real

párrafos virtuosos que una IA lograría en segundos,

alejados de la realidad mundanal sangrienta.

El conjunto escénico mueve la economía turística,

cientos de cámaras apuntan a cada virgen,

cada instante diferencial diurno o nocturno,

cada novedad intercalada para alimentar la llama

en un juego relumbrante de intensa exhibición.

Poema 617: Allí estaba Ray

Allí estaba Ray

Allí estaba Ray, pero yo no estaba del todo,

merodeaba entre mesas de novedades

y de clásicos reeditados con portadas increíbles.

Llegaba desde otra no-concentración estética:

Maruja Mallo charlando con Paloma Chamorro

en la bahía.

La luz azulada, grisácea, a veces verdosa del mar

se fundía en la geometría tan estudiada de la composición,

en desnudos perfectos, en rostros de trazo-secuencia

como si quisiera simplificar la apariencia de cada persona.

Ray decía cosas interesantes, algo capté en un altavoz

que se enseñoreaba de libros de todos los colores:

–Las nuevas IA podrían confundirse con un escritor malo–, decía,

mientras el presentador evocaba sus propias lecturas.

A Ray no lo he leído todavía, aunque tengo un libro suyo

adquirido al principio de los tiempos: El hombre que inventó Manhattan,

supongo ahora que escrito aún en sus tiempos con Cristina.

Ray tiene un parche en un ojo, cicatriz de un tumor que casi lo mata,

enuncia con voz grave su ausencia tecnológica,

el alivio de que aquella pelota cerebral no era culpa suya.

La librería era un hormigueo de ávidos lectores eruditos,

dependientes nerviosos por las ventas,

por el cómputo de la montaña de libros del autor disponibles.

Afuera resonaban los ecos de tambores pascuales

que la brisa del mar transportaba por las rúas comerciales.

Poema 616: Imágenes futuras

Imágenes futuras

El ascenso hacia el ocaso es arduo, sudoroso, vital,

pesan las piernas y pesa el cúmulo de recuerdos,

la edad y algunas desgracias colaterales

en las que puedes ver reflejada tu propia imagen futura.

Asciendes en pos de la juventud, de tu propia juventud,

elevas la vista y atisbas una cumbre panorámica,

flores de brezo, el océano a la izquierda, rumor de olas,

un verano futuro en el que nada era imposible.

El poso de la desmemoria llama insistentemente,

desaloja las imágenes presentes, ese encuadre magnífico

que consigues como trampantojo de tu presencia,

la belleza programada y mostrada como trofeo de viaje.

Acumulas vivencias, aventuras, ejercicio, fuerza,

bulle tu mente en busca de sendas lunares, cielos rosáceos,

una cierta individualidad creativa entreverada de diálogos,

la pausa que simula inmortalidad en un engaño holístico.

Conviven las tradiciones autárquicas con el bullir turístico,

vacas al sol de los pastos coloreados por el pintor,

que copulan, paren, enferman, son exprimidas

cuando el voyeur desaparece en sábanas pasteurizadas.

La naturaleza en la que simulas licuarte es hirsuta y espinosa,

muestra flores y coloridos señuelos antes de engullirte,

es parte de ti y tú eres parte de ella, en una amalgama

ineludible, mística, evolutiva, consentida y esencial.

Cierras el ciclo de la senda zigzagueante y escabrosa

tomando una cerveza en la pradera marítima y animada:

decenas de semejantes burlando la subsistencia remota,

un humano acompañarse en una intimidad resplandeciente.

Poema 615: Domingo de Ramos

Domingo de Ramos

Rayos de sol tras la tormenta de anoche,

una borrasca con gran aparato mediático:

nombre masculino.

Anhelo la orfandad de las borrascas.

Los rayos de sol contrastan con el fondo de niebla

en la colina del Barrio Grande.

Los rayos no tienen nombre todavía.

Un coro de pájaros saluda alborozado

la quietud y los reflejos del alba.

Píldoras mínimas de arte o de poesía banal,

en esta quietud de Domingo de Ramos.

Resquicios meteóricos y silencio,

golpes de compás y de mando. Pasos.

Alborozo simbolizado en la borriquilla de cartón piedra,

un recuerdo inmortalizado por una fotografía,

otra luz, otra edad, otras esperanzas.

Poema 614: Márgenes

Márgenes

Escribo desde la centralidad del sistema,

no en los márgenes ni en la periferia,

lejos de la montaña y la llanura,

esas que a veces me llaman

y a las que acudo desde mi privilegio

de hombre blanco hetero con estudios.

Acomodado en mi sofá se infiltran noticias de magnates

o desdichados paganos de la avaricia;

se entrelazan con avances científicos

o pequeñas joyas culturales no para cualquiera.

Fotografío la luna creciente o la puesta de sol abrileña

preludio de las mil lluvias del refrán,

escucho Pulchinella potenciando los graves,

mientras paseo la vista por docenas de libros

a cuál más fascinante y prometedor.

Casi en los márgenes he debatido sobre el miedo,

el temor, la preocupación, el efecto subjetivo

que las palabras producen en quien las recibe.

Mi subconsciente ha evaluado a un sospechoso:

forma, tamaño, volumen, actitud al caminar;

lo he ignorado al no considerarlo peligroso.

Hoy no he paseado ningún libro en la tarde calurosa,

he leído una inscripción en la Fuente de la Salud

sobre unas tropas francesas acantonadas allí

hace dos siglos y medio largos, sin continuidad de días,

y he caminado de vuelta a mi referencia hogareña.

Un cierre cíclico del deambular centrífugo,

el placer de estar clausurando la tarde poética.