Poema 481: El cielo parece presto a la nieve

El cielo parece presto a la nieve

El cielo ralo parece presto a la nieve–,

escribí esta mañana cuando abrí la ventana del salón,

Jirones azules desaparecen–, continué.

Finalmente llovió

y el día se tornó plomizo y un tanto anodino hasta ahora

pero tuvo detalles: orden, limpieza, un repaso a libros sin leer,

la interpretación del poema de Safo que tanto me está gustando

en la voz de Cristina Rosenvinge.

Siempre hay algo que distingue cada día,

una intensidad, un abrazo, un encuentro, una conversación,

un poema que lees y no absorbes.

Recibí una revista de matemáticas

y volví a escuchar El Poema de la Pasión.

Fui barriendo casi todas las cosas que tenía pendientes:

se termina el año y se hacen balances y revisiones,

las luces y el autoconocimiento, las sombras y la edad.

Alguien me reparó un aviso de avería del coche,

alguien me transmitió un abrazo para mi madre,

se me llenó la cabeza de imágenes de las calles desiertas

hará pronto cuatro años, durante el confinamiento.

Trabajé durante una hora, llegaron buenas noticias,

hice una compra afortunada y no pude lavar el coche por la lluvia.

Volví a pensar en lo que significa para mí la poesía:

llegar con minimalismo a la esencia de las cosas,

o de las personas, o de las situaciones, o de aquello que imagino.

Concentrarme plenamente y profundizar,

atravesar capas de forma rauda o demorarme en espirales

llenas de metáforas sutiles u oscuras.

Acabará con teatro aficionado, el lujo de la cultura y el esfuerzo,

en un día en el que el cielo parecía presto a la nieve

pero solo llovió.

Poema 466: Una luz grisácea, el mar, el cielo, el Centro Botín

Una luz grisácea, el mar, el cielo, el Centro Botín

El perfil del mar y las montañas es difuso,

más allá, el cielo.

En las salas de exposición penetra la luz,

estará el cuadro de El Greco lejos de su tierra de nacimiento,

habrá experimentos artísticos perturbadores

visitantes cosmopolitas que no suben a la fragata

por el mismo precio.

Me he sentado en un punto de anclaje,

ahora es un punto de meditación;

imité a una hermosa mujer vestida de negro,

medias negras, falda negra, corpiño negro:

miraba hacia el mar con nostalgia

tal y como ahora lo miro yo.

Parece una nave del futuro el Centro Botín;

sobrevivirá largos años a su fundador,

la ciudad hecha camino y diseño,

ideas y extrañísimo arte, pensamiento, música.

Canta un aborigen Le Méthèque de Moustaki

armado con una guitarra,

la tarde está calma en esta parte del mundo,

lejos de los bombardeos, del horror intencionado

repelido, vengado, vuelto a vengar hasta la extenuación.

Los maestros del ojo por ojo en su salsa,

todos inmigrantes, emigrantes, invasores, colonos,

quienes se creen superiores en fanatismo,

la luz neblinosa que confunde a verdugos con víctimas,

los fuegos de artificio que pueden eliminarte.

La magia del instante voraz ha pasado;

he seguido a distancia a la dama de negro

hasta una librería que es una pura maravilla.

Allí me esperaban tres libros y la sensación atemporal

de no querer marcharme,

de estar horas y horas hojeando poemas y solapas.

Los libros devoraron la presencia de la dama.

Poema 461: El cielo, los cielos, septiembre

El cielo, los cielos, septiembre

La puesta de sol detrás de la ventana abierta

es un escándalo naranja, violeta, azul,

el final de un día anodino

en el que la vuelta ciclista lo impregnó todo.

Hay imágenes que ruedan y ruedan

que aparecen de repente en un texto poético

y te recuerdan que una vez las absorbiste:

una pradera en un día de primavera

por la que corretean perros y niños,

incluso tu hijo pequeño corría por allí.

Una playa de cuerpos desnudos,

podría ser un cuadro de Sorolla

pero es un recuerdo de un verano en Cantabria,

días efímeros en los que no fijaste el tiempo,

no lo pudiste clavar en tu recuerdo

y lo mitificaste para poder vislumbrarlo.

Los cielos transmiten paz y ganas de vivir,

también dolor:

el sol que parece morir y se resiste en sus reflejos,

la noche baldía,

el inicio del declive horario que nos llevará al invierno.

Pasan los veranos, –el número finito de veranos–

que escribió Aurora Luque,

todas las posibilidades que dejaste escapar,

también las que conseguiste coleccionar en tu piel,

imágenes que aún no has asimilado,

días hermosos, amaneceres, caminatas, bicicletas,

algunos poemas que surgieron por necesidad,

palabras que alguien te dirigió,

los libros que has leído y dejaron una impronta triste

o deliberativa.

Vislumbras personas bronceadas por la calle

de las que imaginas otros veranos diferentes,

esos que no has conocido y fantaseas con que existen.

No caben todos los detalles que querrías recordar,

traer al primer plano de tu pensamiento:

momentos captados en fotos o en aquella frase

que escribiste en un cuaderno que no vas a mirar.

El cielo, los cielos, señalan toda la belleza aleatoria

de nubes vulgares iluminadas por el sol cautivador,

de momentos estelares en días insustanciales.

La nada aparece cuando menos te lo esperas

y tienes que llenarla con los cielos de septiembre.

Poema 395: Las nubes en el cañón

Las nubes en el cañón

Tumbado en el cañón horadado por el agua,

tras el baño en la poza helada,

absorbo con presteza la energía de la piedra,

me lleno de su calor.

Las nubes del cielo bailan un vals lento,

no puedo dejar de mirarlas:

descubro formas de animales, de países,

fantasmas, ataques, mordiscos.

De repente me pregunto:

¿de dónde sale mi imaginación?

¿Qué soy capaz de vislumbrar?

Entiendo mis limitaciones sobre las formas,

estas cambian al ritmo que mi cerebro adivina,

como si estuviera estipulada la velocidad.

El vals lento semeja al de los cuerpos que se juntan,

nubes amorosas hacia otras nubes,

todas de riguroso blanco inmaculado,

se acercan y se alejan, desvaneciéndose con ceremonia.

Un dragón humeante ataca una oveja,

el mapa de la península se convierte en un fiordo,

siento algo de felicidad en la contemplación,

algo tan sencillo y al tiempo tan espectacular.

Una corona o un continente, busco y encuentro,

cada imagen es contrastada con una base de datos

alojada en mi cerebro después de tantos años;

reconozco la presteza mental en ese instante.

Siento el placer del sol, el ruido uniforme del agua

que desciende en cascadas entre las grandes piedras,

la luz, la brisa, el azul tras las nubes blanquísimas,

ese bienestar profundo lo asimilo a la felicidad.

Poema 304: Polígono semiurbano

Polígono semiurbano

Las crisis del ladrillo más la pandemia

han llevado al polígono semiurbano a la ruina.

Permanecen las fachadas, como en la canción de Mecano:

la cara vista es un anuncio de Signal,

la cara oculta son cristales rotos,

okupas que pasan frío, ratas, maleza y desorden.

Hay cables que se cruzan aquí y allá,

Suciedad, muchas gasolineras sin que nadie las atienda.

Algunos atisbos de esperanza:

un cielo sacado de una película americana,

talleres, un rocódromo, dos hipermercados.

La ruina es el paraíso del fotógrafo

acostumbrado a flores y los colores del otoño.

Imaginas una chabola de madera

oculta en el edificio sin cristales,

sombras que se mueven en busca de electricidad,

un atlas de pequeños paraísos efímeros,

dolor y resistencia,

quizás los más preparados ante un desastre mundial.

Tratas de no verlos, como ocultas a tu mirada

las miles de cucarachas bajo la tarima impoluta

del suelo de tu casa.

Cuelga la ropa tendida en una cuerda catenaria

allá donde reverbera la vida.

Las sombras viven una Navidad diferente.

Poema 124: Gloria

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En el cielo abierto hay nubes de formas caprichosas,

bajo ellas conviven tendencias miserables,

incultura, instintos lamentables en cualquier criatura,

junto a otros altruistas o de generosidad ilimitada.

 

La belleza ninfea está en la troposfera,

allí anidan las palabras evanescentes, la gloria del mundo;

mucho más abajo se enredan vocablos estultos,

descalificaciones, mediocridades, insultos, voces innecesarias.

 

Un sinnúmero de majaderías no llega al pico Veleta,

se queda navegando, cual aura,

en torno al iluminado capaz de tanta bilis:

quizás es el humo de sus cigarrillos que lo engulle todo.

 

Paternalismo machista, nula fundamentación:

el ego displicente y quizá celoso, aconseja dictar

las obras y autoras que debemos leer,

el filtro del hombre sabio amigo de otros hombres sabios.

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Poema 109: Belleza

     Belleza

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Soy muy afortunado,

veo belleza por doquier,

incluso la que no quisiera ver

aquella que me incomoda:

la suciedad y el brillo

en los ojos de un niño refugiado,

el rostro exánime de un anciano,

una ondulación grasienta en un charco.


El liquen en los árboles

de un país de lluvia, junto a un río

me llena los ojos del verde intenso

que no captan las cámaras fotográficas.


El cielo lleno de nubes

con formas caprichosas,

la luz que juega con los colores,

el esplendor del ocaso, ahí está

toda la belleza vital.


Me siento débil corriendo hoy,

pienso que una ráfaga de viento

podría derribarme,

en esa vulnerabilidad hay hermosura,

una extrema sensibilidad alerta.


Bello es el inhóspito paisaje del invierno,

la flor rosada que apenas brota de un ciruelo,

el silencio inusual de los coches en la calle,

el baile de despedida de mi hija en la ventana

cuando empiezo a correr.

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Poema 50: Certeza

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Tengo la certeza de haber vivido

en pocas casas y en un solo templo.

El gato de ojos verdes no me observa,

la lluvia huele a la playa matinal,

¿de qué hablan y rien esas mujeres?

Parezco un caballero con paraguas,

azul oscuro, el cielo está cerca.

El centro comercial se despereza,

piano mudo, silencio, media luz.

Sonrío a una sonrisa conocida,

todo se detiene, aspiro hondo.

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Poema 47: En el cielo

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En el cielo está la belleza:

he aprendido a mirar las nubes,

las estrellas fugaces en agosto,

las nubes colgantes,

las crepusculares, el algodón,

la inesperada tormenta de verano.

Pasan los días y se desvanece

la estación de estío, anochece

a una hora no acostumbrada,

en la ciudad abarrotada una pátina

gris todo impregna, abandono

del ansia sensual, del milagro

de la contemplación celeste.


Uno está formado por la belleza

que es capaz de contemplar,

por el placer que puede compartir,

y por los libros en proceso de lectura,

contrapesado todo ello

por una nube negra, carga vital

de todo lo demás, fango triste insoslayable.


Encuadro la trayectoria fugaz lumínica,

la paleta de colores del crepúsculo,

el azul intenso antes del amanecer,

lo almaceno en el fondo de emergencia

presto para ser utilizado durante el invierno.

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Poema 38: Azul

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Busco mi sombra sensual, en azul

protegido por un primer plano de nubes,

desórdenes, voces de un anverso desvaído,

filtros, hechizos, palabras enfebrecidas…


La mirada poética es agotadora,

la expongo a un día claro de primavera:

un naufragio en el mar interior,

una muerte inesperada se pasea por mi mente.


Sonrisas cotidianas al filo de ecuaciones,

voluntades débiles, flancos desprotegidos,

anuencia en la suerte, oficio de débiles,

un vestido y una voz limpia que desbroza el aire.


Levanto la vista una vez más, un instante más,

convencido de la hermosura de cuanto me rodea,

persuadido de la estética extraída de la avaricia

de cuantos deforman, alteran, arruinan, desbaratan.


Una voz suave, dulce, un ukelele, inesperada

belleza sensual, bienestar feliz entre mis hijos,

deleite de los sentidos, imágenes de dicha:

un alto azul de maravilloso contraste fotográfico.


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