Poema 358: Costa Quebrada

Costa Quebrada

Hoy salí a correr por Costa Quebrada,

los senderos levemente húmedos por la bruma,

un día de sol radiante muestra en el horizonte

los Picos de Europa nevados.

Es el último día del año,

el mar produce un murmullo relajante.

Al llegar al punto geodésico

contemplo la playa nudista de Somocuevas.

Una pareja vestida de blanco corretea con su perro,

dos hombres se desnudan entre las rocas con pudor

para después bañarse a la carrera

aprovechando la buena temperatura.

El sendero zizaguea, sube y baja

reclama toda mi atención.

Llevo veinte años corriendo por aquí

al menos una vez en cada ciclo elíptico terráqueo.

Huele a los prados que se desperezan del rocío

y al yodo marino que flota en el aire;

sufro durante unos instantes debilidad,

una especie  de síndrome de Stendhal

o quizás sea la tensión baja

por la humedad y temperatura tan atípica.

Al final he resbalado antes de saltar un arroyo

y con mucha suerte solo estoy lleno de magulladuras.

Poema 357: El árbol al lado de la iglesia

El árbol al lado de la iglesia

El árbol al lado de la iglesia tiene más años

que la persona más longeva del pueblo:

mi bisabuelo dijo que cuando él nació ya existía.

Hay más árboles así en el camino a la ermita;

quizás alguna bala o cuchillo se alojó en su tronco

en días remotos que ya nadie recuerda.

Las injusticias se han silenciado y olvidado,

también el frío, el hambre y el miedo.

Alguien que camina muere de frío

y ese hecho ahora parece ciencia ficción

mas existió y lo narran sus descendientes.

En la casa del ermitaño habitaba una mujer;

se obvian todas las circunstancias

como en los telediarios de cada día.

Sobre los lugares que habitas hubo sangre derramada,

espíritus silentes o juguetones,

un soplo de viento desordena las ramas

o acompaña el vuelo gregario de una bandada de palomas.

Consulto un almanaque de mil novecientos quince,

está impoluto, sin anotaciones,

el santoral expandido al lado derecho.

Navidad cayó en sábado como este año.

Casi todos los asuntos se diluyen en el tiempo,

mueren sin ser narrados o fijados

son los árboles testigos mudos de la ignominia

y también del heroísmo anónimo.

La tarea del escritor es rellenar los huecos

adivinar las pulsiones terribles de la mente humana.

Poema 356: Navidad

Escucho retazos del violín de mi hija,

se abre la niebla y ha salido, tibio, el sol.

Lo que parecía un titubeo violinístico

es ahora una melodía continua.

Se han levantado llenos de energía,

tras pequeñas riñas, abrazos y movimientos

se han dirigido a sus instrumentos musicales

y han llenado la casa de notas,

de cálida alegría.

La frontera exterior se difumina lentamente,

dentro de unas horas nos integraremos

en una corriente más grande:

amplias tradiciones, el fuego de otro hogar,

cánticos, regalos y sorpresas,

las múltiples presencias reconfortantes.

Cada instante sigue siendo una maravilla

una suma de recuerdos, de burbujas

de múltiples hilos que convergen o divergen,

los logros del esfuerzo vital y los sacrificios.

Vuelvo a la melodía que se ha afinado,

a los golpes sordos en las teclas del piano silenciado

y por un instante no existe nada más en el mundo.

Poema 355: Las texturas del cielo y las grúas

Las texturas del cielo y las grúas

Las texturas del cielo y las grúas

esconden el poco campo que veía día tras día,

cuando estuvimos confinados.

La bondad a veces está tan lejos

como la belleza.

La fórmula de la ecuación de grado tres

con elegantes cambios de variable

es una pequeña maravilla de Cardano y Tartaglia

a la que vuelvo cada veinte años.

El algoritmo anunció hace días que iba a llover,

cosa que no ocurrió.

Pasea una pareja casi sin hablar,

no hay risas y las cabezas apagadas miran al suelo.

Les importará un carajo Galois o Abel,

la escasa vida de que disfrutaron,

el monumental legado de sus mentes polinómicas.

Observo pasar patinetes eléctricos por el carril bici

como en una escena distópica de Blade Runner:

velocidad e impersonalidad, y silencio.

Las ecuaciones han cambiado el desplazamiento

y la aceleración,

ahora todo es tocar una pantalla y acceder al conocimiento

aunque también al pánico irracional

desatado por mediocres periodistas.

La niebla cálida produce una visión mágica del puente,

es el contacto con la realidad resbaladiza.

Poema 354: Vicios privados

Vicios privados

Humedad, una bocanada de aire frío

me hace llorar;

la noche ha sido diferente allí:

unos pantalones abandonados junto a un fular

retorcidos, impregnados por la niebla.

El desorden y la suciedad en aquel callejón

a la salida del restaurante suizo de fondues

es impropio del país, de la ciudad.

La bruma y el frío no alcanzan a esconder

el producto desenfrenado de la juerga nocturna.

Una vez fijado en mi memoria

tampoco lo esconden la rápida actuación

de los servicios de limpieza.

Fachadas siempre impolutas.

Todo lo demás son vicios privados

en habitaciones sin persianas ni cortinas.

Trampas para el ojo, perversidad,

magnificencia para ocultar el desvío vital.

Lo que la ciudad esconde, no lo verás

si no eres capaz de trasponer el circuito turístico,

de leer el barrido posible del ansia humana.

Poema 353: Niebla nocturna

Niebla nocturna

El Pisuerga no es el Támesis

pero algunos días se le parece.

Las urracas dialogan ocultas

en lo alto de árboles pelados

semiocultas por la niebla.

El caminar es un lujo inseguro

lleno de percepciones:

humedad, frío, tinieblas,

una posibilidad magnífica

de que la mente juguetee con imágenes

difuminadas por conos de luz intangibles

que no llegan al suelo.

La bruma atrapa tu voluntad

y puede llevarla al borde del río;

allí debes engañarla con una foto

un trampantojo de tu realidad,

o dejarte seducir por la oscuridad

romántica de aguas hipotérmicas.

Huele al compostaje de hojas caídas,

al lodo del río que sube a la superficie.

El sonido de una carpa

se entromete en la intimidad de mis pensamientos.

Esta es una ciudad de nieblas,

de Tenorios representados cada noviembre,

cuna de actrices y actores;

bajo el puente una mujer susurra a su pareja

la pesadilla que soñó la noche anterior.

Poema 352: Magritte

Magritte

Me sitúo delante de un cuadro

y en ese instante el cuadro es mío,

puedo obtener todo de él:

lo miro con avaricia, con gula,

con soberbia y un punto de lujuria.

Siento un instante de admiración fugaz,

me fundo en una fotografía secreta en él.

Nadie interfiere en mi relación carnal

con la pintura,

puedo entrar allí y observar la silueta

o la luna delante del árbol,

las nubes o la manzana tan verde,

puedo casi sentir el tacto en la piel de esas mujeres

que se difuminan en el horizonte.

La fusión es tal que me olvido de la realidad,

las leyes físicas son las que ha diseñado el artista,

los gestos y los objetos me mimetizan en el óleo

cual camaleón que allí habita con disimulo.

La filosofía del arte modifica mi mirada,

la arrastra hasta extremos insospechados,

transmuta las palabras en vivencia desordenada,

antes de ser absorbido por el cuadro siguiente.

Poema 351: Sospecha

Sospecha

Una mujer hermosa en el mirador del río

cabecea negando algo en su interior

aunque bien pudiera estar hablando por teléfono.

Duda, mira la corriente. No me ve,

atento y sospechando de sus intenciones.

Hace mucho frío en la ciudad y la escarcha

cubre el césped que rodea este magnífico entorno.

El hombre en el que apenas había reparado

ya no está.

Los patos nadan ajenos a los humanos,

dejan tras de sí otra estela de agua.

El ruido de los coches amortigua cualquier sonido.

Poema 350: Lectura

Lectura

Leo a una poeta truculenta,

magnífico el ambiente y los giros inesperados,

historias condensadas en un poema.

No hay felicidad en ella,

Se acerca siempre a un abismo que atisba,

nos lo muestra y antecede,

una sombra, una metáfora.

Me hace pensar, abre hilos e ideas

reafirma mi cariño por las personas amadas,

me muestra la cara oculta de cada risa

de cada instante feliz.

Puedo encontrar resonancias de otras lecturas,

narraciones bíblicas o mitológicas,

puedo imaginar su vida sentimental,

sus dudas, sus caídas,

evaluar el daño irreparable;

observo como amasa todo ello y lo convierte

en palabras, en ritmos, en elipsis.

La poeta tiene el oficio y la suficiencia

de muchas arrugas y mucha introspección;

me llama pidiéndome explicaciones

a tanta tranquilidad en medio de la incertidumbre,

a tanto optimismo en medio de la pandemia.