
Costa Quebrada
Hoy salí a correr por Costa Quebrada,
los senderos levemente húmedos por la bruma,
un día de sol radiante muestra en el horizonte
los Picos de Europa nevados.
Es el último día del año,
el mar produce un murmullo relajante.
Al llegar al punto geodésico
contemplo la playa nudista de Somocuevas.
Una pareja vestida de blanco corretea con su perro,
dos hombres se desnudan entre las rocas con pudor
para después bañarse a la carrera
aprovechando la buena temperatura.
El sendero zizaguea, sube y baja
reclama toda mi atención.
Llevo veinte años corriendo por aquí
al menos una vez en cada ciclo elíptico terráqueo.
Huele a los prados que se desperezan del rocío
y al yodo marino que flota en el aire;
sufro durante unos instantes debilidad,
una especie de síndrome de Stendhal
o quizás sea la tensión baja
por la humedad y temperatura tan atípica.
Al final he resbalado antes de saltar un arroyo
y con mucha suerte solo estoy lleno de magulladuras.
















